Hace algunos años, Carl Frey y Michael Osborne, dos investigadores de la Universidad de Oxford, publicaron un interesante trabajo sobre el futuro del empleo con relación a la susceptibilidad de las distintas actividades a los procesos de automatización y consecuentemente, su riesgo de desaparición. Luego de analizar más de 700 diferentes ocupaciones, estimaron que en Estados Unidos el 47% de ellas estarían en riesgo de desaparición hacia el 2025. Seguramente, aunque con algunas diferencias locales, el mismo análisis arrojaría resultados similares para muchos países del mundo.
Consultando su base de datos, podemos ver que algunos empleos relacionados al agro presentan valores de riesgo de desaparición considerablemente altos, como por ejemplo el caso de los técnicos que dan soporte a procesos de desarrollo o producción, los que alcanzan valores de probabilidad de automatización o riesgo de desaparición mayor al 95% y otros presentan riesgos muy bajos como el caso de los productores agropecuarios o gerentes de producción agropecuaria que no superan el 5 y 1% respectivamente.
En medio de esas situaciones extremas y sin una predicción del todo clara, se encuentran los ingenieros agrónomos con un 49% de riesgo de desaparición, lo cual podría tener varias lecturas más allá del análisis estadístico de los autores y coloca a los profesionales del agro en un punto indefinido con respecto a su futuro laboral.
¿Qué proporción de las tareas agronómicas son automatizables? Un proceso de uso masivo de inteligencia artificial y robótica en el agro, ¿dejaría a la mitad de los ingenieros agrónomos sin actividad específica? ¿Hay aún una demanda por profesionales no satisfecha que compense los procesos de automatización? ¿Cuál será el peso de las regulaciones locales para la adopción de nuevas tecnologías que impacten sobre los mercados laborales?
Estos y otros muchos interrogantes no son exclusivos del agro, son dudas y objeto de estudio comunes a muchas actividades. Hoy en día, tenemos buenos indicadores, pero no claridad total con respecto al impacto de las nuevas tecnologías. El análisis de los autores no contempló la aparición de una pandemia global, sus efectos sobre nuestras actividades cotidianas y el modo en el que nos relacionamos unos con otros, incluyendo en el ámbito laboral.
Al momento de ser declarada la pandemia por Covid-19, el agro se encontraba ya desde hacía algunos años en un proceso de cambio tecnológico, en el cual la adopción de tecnologías digitales, inteligencia artificial y robótica, mostraban un aumento constante. Aún no sabemos ciertamente si esta tasa de adopción ha cambiado, pero observamos que el interés general de técnicos, ingenieros y productores agropecuarios por las herramientas digitales ha aumentado considerablemente en estos más de 90 días de aislamiento.
Las consultas, participación en reuniones de difusión y en entrenamientos virtuales en nuevas tecnologías han aumentado, lo cual muestra un interés creciente por parte de los actuales y futuros usuarios.
Hoy percibimos de un modo más claro el valor de las tecnologías remotas en todo sentido y la mejora en eficiencia que el uso de estas herramientas puede traer. Hemos experimentado un salto hacia el futuro en muchos casos "empujados" por la situación global generada por la pandemia, con la consecuente sensación de pérdida de equilibrio que eso genera, y aún no tenemos certeza de lo que pasará una vez que recobremos la estabilidad.
En estos meses, hemos escuchado muchas discusiones con respecto al nuevo normal de nuestras interacciones en general, y el agro no será una excepción. Si bien parece evidente que la forma de hacer algunas actividades cambió, aún no tenemos una idea clara de la dimensión de ese cambio.
Aunque es probable que aumente el uso de ciertas tecnologías relacionadas a monitoreo remoto o inteligencia artificial para toma de decisiones, por otro lado es igualmente probable que muchas otras cosas no cambien, como por ejemplo la activa interacción personal que es un valor muy importante de la actividad agropecuaria.
Del mismo modo, es evidente que nos encontramos ante una gran oportunidad de reconectar el campo con la ciudad, mostrando cuán importante es el agro para generar alimentos, abrigo, energía, alcohol o glicerina entre muchos otros productos y subproductos siempre necesarios, hoy de vital importancia dado el delicado momento que enfrentamos como sociedad. También, ante la posibilidad de volver a mostrar el aporte del sector en términos de ingresos de divisas al país, fundamentales para hacer frente a la actual crisis económica de dimensiones globales.
Por curiosidad y para pensar sobre el tema, podemos dar una mirada hacia el futuro de nuestros empleos en el sitio web willrobotstakemyjob.com entre varios otros, donde encontraremos información muy interesante al respecto, pero sin dudas, solo podemos estar seguros del tamaño de la incertidumbre que tenemos frente a nosotros.
El autor es doctor en Ciencias Agropecuarias y gerente senior en Investigación y Desarrollo de BASF
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