El economista especializado en agronegocios y agtech, Iván Ordóñez, habló de las oportunidades que tiene el agro para crecer
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“El ecosistema de digitalización del agro argentino tiene por delante un crecimiento muy potente, con desarrolladores de aplicaciones que buscan cubrir necesidades de productores agropecuarios que están ávidos por aprovechar esta revolución de los sensores”.
En el noveno capítulo de Negocios del Campo, organizado por LA NACION, el economista especializado en agronegocios y agtech, Iván Ordóñez, contó en su panel “La innovación y el campo del futuro” cómo se da la transformación digital en el sector agropecuario.
Ordónez señaló que “los sensores en las máquinas y las imágenes satelitales redujeron masivamente el costo de adquirir información; donde hoy, con los dedos, un productor puede dibujar una imagen satelital de su lote”.
En este nuevo escenario, esa gran cantidad de productores agropecuarios jóvenes que nacieron ya con esta tecnología es la que está traccionando para que ello suceda.
“La edad promedio del productor agropecuario argentino de 44 años, es un nativo digital, mientras que la edad promedio del productor norteamericano es de 64 años, 20 años más. Además, hay otra ventaja adicional, porque mientras los años pasan y los productores agropecuarios de Estados Unidos, de Europa y de Oceanía se hacen cada vez más viejos, en la Argentina son cada vez más jóvenes”, dijo.
“Justamente eso permite vencer gran parte de las barreras de adopción de estas tecnologías que tienen que ver con la interfaz, con estar acostumbrado, con creer lo que la computadora está procesando que ya no vuelve como datos, sino como información para la toma de decisión”, agregó.
Según el experto, cuando el productor mira estas nuevas herramientas lo que primero que se pregunta es “¿voy a trabajar más o menos por usarlas?”.
“Este es el desafío, porque el productor duerme ocho horas y quiere intentar estar con la familia ocho horas. Entonces, si las herramientas digitales no ayudan a reducir la carga laboral, sino que se la incrementan (por ejemplo, cargar la información en la app) ya no sirve, ya no es útil”, aseguró.
Por estos motivos, en la actualidad existe un aceleramiento en la automatización del ingreso de información de las agtech. “Antes dependía mucho de volcar las notas que se tenía en el Excel y eso, al generar trabajos extras, era una barrera enorme a la adopción. Ahora, automáticamente, la producción de la información corre a las herramientas de procesamiento y le devuelve al productor una recomendación, una respuesta, un análisis, una idea, sin necesidad de que esa persona tenga que dedicarle recursos extras”, afirmó.
El rol del Estado
Más allá, como siempre, de una reducción en la presión fiscal, “el apetito inversor del productor” se potenciaría aun más si el acceso a las bases de datos del Estado es simple, transparente y ágil. “La red de estaciones del Servicio Meteorológico Nacional recién ahora está empezando a dialogar más o menos con la red de estaciones meteorológicas del INTA. Porque, si los dos organismos generan datos por separado, hacen menos robustos los modelos climatológicos para predecir el clima. Y, si las empezamos a unir, son más eficientes y además si las disponibilizamos al público y, las personas que están desarrollando aplicaciones pueden tomar esa información basadas en información y dar cada vez mejores recomendaciones”, subrayó.
Para Ordóñez, los productores deben tener confianza en la tecnología. Por ejemplo, cuando hay una nube arriba del campo, el satélite no puede sacar la foto y “esas son pequeñas cosas que te reducen la confianza”.
“El perfeccionamiento de las herramientas y el hecho de que uno tenga que involucrarse cada vez menos para que la información esté disponible (porque recoge automáticamente la cosechadora, pulverizadora o la imagen satelital), hace que sea más fácil adoptarlo”, enfatizó.
En resumen, el potencial de la Argentina con la implementación de estas tecnologías es infinito. “Por ejemplo, gracias a toda esta información que estamos recogiendo de los lotes, podemos hacer aplicaciones selectivas y eso reduce muchísimo el uso de insumos como gasoil y insecticidas. Entonces, cuando se ahorra, aumenta la rentabilidad de la hectárea. Hoy, por esta información de las nuevas tecnologías se puede sembrar hectáreas que antes no se hacían y se amplía el área. La Argentina tiene un campo de pruebas para tecnologías de más de 84 millones de hectáreas. Es un activo que tenemos que usar porque el agro argentino no es un consumidor de la revolución digital, sino un protagonista en el desarrollo de herramientas digitales”, cerró.
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