A los 62 años, Martín Salgado, un productor ganadero de Azul, provincia de Buenos Aires, participó por primera vez con su cabaña en la última Exposición Rural de Palermo
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Martín Salgado no viene de una familia ligada al sector agropecuario de manera directa, los únicos que tenían campos eran sus tíos, donde pasaba los veranos y los fríos inviernos con cada oportunidad que tuviera para escaparse a donde era feliz. En ese tiempo le despertó el “bichito” por el sector agropecuario y decidió estudiar la carrera de agronomía. Dice que se hizo desde cero y solo: este año estuvo por vez primera con su cabaña Camino Viejo en la última Exposición Rural de Palermo, donde se llevó premios y menciones especiales por los animales.
Salgado estuvo en la muestra para darle un poco de difusión al fruto de su trabajo que surgió en plena pandemia con los remates por catálogo e Internet. En mayo de 2020, cuando aún regía la cuarentena estricta estuvo junto a su esposa Graciela y sus dos hijos, Tomás e Iñaki, conectado a una página web para comprar ocho animales de la raza Angus por $200.000 cada uno. Ahora tiene 19 vacas de pedigree y un lote general que comenzó en asociación con otras personas.
“La idea es dejar todas las hembras que nacen de pedigree y vender las generales”, cuenta después de relatar la historia de cómo surgió como cabañero a sus casi 60 años. Para materializar el sueño, el agrónomo dice que le alquiló el campo al padre de su esposa, ya que no tiene campo propio. Para estar ligado al sector agropecuario asesoraba a productores, mientras que con amigos pusieron vacas en capitalización en el establecimiento; cuando estas parían compartían el 50% de los terneros. “Tenía de todos los colores, no miraba nada más. Lo único que quería era que fueran vacas”, explicó emocionado.
Salgado también trabaja a porcentaje un campo de agricultura. “Así comencé a capitalizarme y a levantar el campo: arreglar alambres, aguadas y caminos. Comencé a hacer la ambientación del campo. Hubo que invertir tiempo y plata. Después llegué a un momento en el que dije de vender todas las vacas que tenía de colores. Vendí las coloradas Angus, y allí arranque la segunda etapa, que era la mejora genética”, afirmó.
En Azul, provincia de Buenos Aires, donde está Camino Viejo, busca aumentar la producción con las hembras para mejorar en volumen el rodeo pedigree, en asociación con la cabaña San Edmundo. Con ellos llegó a Palermo, donde sacó una mención con una ternera negra, un quinto premio con un ternero negro de la raza y un cuarto premio con el colorado. “Estamos más que contentos porque nos llevamos algunos premios. No venía a buscar esto, porque recién empiezo. Venía solo a participar, porque hay cabañas con historias de familia de principio del Siglo XX, y arrancar a competir en esa pista que ya te intimida; con mis humildes animalitos es tremendo. Estoy recontra contento”, narró.
Durante la exposición de Palermo contó que hubo gente que se acercó, veían los animales y preguntaban sobre la cabaña, ya que es muy nueva y “no es conocida”.
“Es un campo chico y no da para invernar la propia producción y después venderla. Tenemos que vender al destete porque no queda campo para eso, solo guardo las terneras para reposición de madres. Lo hacemos pensando en cómo hacer el negocio más rentable; empezamos a guardarnos algunos terneros de esas vacas para venderlos como toros generales. Después dije que en vez de hacer esto, empezamos a comprar vacas de pedigree y vamos reemplazando el rodeo de vacas generales por pedigree, agregándole valor a la producción”, señaló.
Su pasión por el campo comenzó desde que era chico. “Recuerdo que terminaba el colegio y me iba de vacaciones al campo hasta marzo que arrancaba de nuevo. A veces ni siquiera pasaba las fiestas con mis padres, me iba al campo de mis tíos. Fui a Mar del Plata recién cuando tenía 16 años con mis amigos, pero después me volví al campo”, recordó.
En estos tres años desde que comenzó con el establecimiento los desafíos han sido varios. “Es la incertidumbre de invertir en un animal con un costo, esperar dos años recién para ver a cuánto lo voy a vender. Esto siempre es una apuesta, pero son las reglas de juego. Si uno tuviera una normalidad y viera que los precios no cambian y no hay una inflación del 100% anual, las previsiones que uno toma son distintas. Hoy no podés tomar ninguna previsión porque lo que calculaste hoy después queda desactualizado. Si querés invertir en infraestructura en el campo, es una locura y está todo caro. Por ahí entrás en ese tipo de cosas que parecerían medianamente sencillas, pero al momento de hacerlas se complican”, dimensionó.
“Me entusiasma lo que hago, espero no estar cometiendo una locura. A Palermo vengo desde que tengo 12 años a visitar, recorrer, porque el campo me encanta”, explicó.
“Espero que de una vez por todas podamos tener una dirigencia responsable que mire al sector agropecuario no como una caja donde se pueda meter mano y sacar plata para tapar los agujeros que por ineficiencia de los gobernantes tenemos en el país. Necesitamos que el sector productivo tenga previsibilidad, que no te cambien las reglas de un día para el otro, que no te digan que el dólar cuesta $300 y mañana $320, o que hay un dólar para la soja y otro para el maíz. No. Hay un dólar y no debería haber restricción a las exportaciones. Estamos necesitando plata en forma urgente, pero hay cuota para exportar carne, lo que sea, es una cosa que no se entiende. Espero que eso cambie, no quisiera decir: espero que mis hijos lo vean, espero verlo yo”, resumió con una sonrisa de esperanza.
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