Emanuel Bertone, de 29 años, tiene guardada en un galpón una máquina rotoenfardadora que no puede usar debido a que no hay pasto suficiente para confeccionar reservas de alimentación para el ganado
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Cada día que pasa sin llover, Emanuel Bertone, de 29 años, siente más lejana la posibilidad de cumplir su sueño de hacer crecer su negocio para dedicarse de lleno a lo que le apasiona: el campo. Desde hace meses, la máquina para hacer rollos que compró con la ayuda de su padre está guardada en un galpón en la localidad santafecina de San Agustín, en el Departamento de Las Colonias, porque por la sequía no lo contratan. Para esta época ya debería haber realizado, al menos, entre 800 a 1000 unidades; sin embargo, hizo solo 120.
“Desde hace meses que no llueve bien, entonces no se puede hacer ningún tipo de reserva; los tambos están sin pasto, sin conseguir alimento, entonces nosotros estamos estancados. Así que estimo que este va a ser peor que el año pasado”, dice.
En 2022 solo hicieron 1500 rollos siendo que el promedio es de 3500 rollos al año. Con la ayuda de su padre y su hermano, hace cuatro años el joven se compró un tractor, una enfardadora y una rotoenfardadora para prestar servicios en la zona a otros productores.
“Siempre me gustó ir buscando algo para tratar de independizarme y siempre me interesó la confección de reservas [para el ganado]; empecé con eso porque era la manera más económica y posible de arrancar”, cuenta y agrega: “Lo que quiero es hacer crecer la granja familiar para algún día poder dedicarme al campo como lo hizo siempre mi padre, mi abuelo y gran parte de la familia”, explica.
El joven estudió tecnicatura en alimentación vacuna. Desde hace seis años trabaja en una industria química que, si bien está relacionada con el sector agropecuario con una línea de limpieza para tambos e industria lácteas, entre otras, no hace actividades vinculadas a lo que se formó. No obstante, esto le permite tener un ingreso fijo y poder crecer.
Además, tiene una pequeña granja donde vive con su novia María Virginia Medina, de 26 años, que se está por recibir de enfermera y trabaja en pueblos vecinos. Ambos atienden la granja en las horas libres y también reciben la ayuda del padre y del hermano.
El amor de Bertone por la actividad viene de generaciones. La familia tenía un tambo, que fundó su abuelo y su padre continuó. Sin embargo, en 2004, luego de que su padre sufriera un grave accidente en moto, decidieron cerrar las puertas del establecimiento. “Como iba a tener mucho tiempo para recuperarse, entonces se cerró el tambo. Mi abuela hizo la división, se vendieron las vacas, se repartieron las herramientas entre mi papá y mi tía y se alquiló el campo”, recuerda.
Cuando su padre se recuperó, hicieron una granja en la casa donde vivían y estaba el tambo. Sin embargo, a los pocos años tuvieron que dejar la propiedad porque le pertenecía a su tía. Mudaron la granja a un lugar que les prestó un vecino. Allí desde 2016 vive junto con su novia y crían corderos, cerdos, chivos, conejos, gallinas y tienen terneros.
“En la región que te presten casas es bastante común porque en los 90 muchas familias emigraron a las ciudades y quedaron muchas casas vacías en el campo”, cuenta.
Ambos jóvenes desean poder construir su propia casa. Hace dos años se anotaron en el plan Procrear, sin embargo aún no han recibido una respuesta.
“Le dedicás tiempo, ganas y terminás frustrado porque no te acompaña el clima ni el Gobierno. Querés comprar un repuesto y no te lo quieren vender, y así un montón de problemas más. Te terminás frustrando porque querés programar y no podés. Tenés que estar pidiendo ayuda”, comenta.
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