En Pergamino, en el norte bonaerense, cayó la siembra de trigo por la falta de precipitaciones, se frenó la venta de insumos y el ánimo de los productores es de preocupación de cara a la implantación del maíz
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PERGAMINO.-”El día que llueva te voy a pedir producto”. Eso es lo que desde hace tres meses le dicen los productores agropecuarios a Diego Álvarez Gramuglia, que tiene una empresa de venta de fertilizantes, agroquímicos y semillas. Ese día aún no llegó. La última vez que en esta localidad del norte bonaerense, en plena zona agrícola núcleo, vieron caer gotas del cielo fue el 25 de mayo pasado, con 30 milímetros. Hace tres meses. Los efectos del tercer año del fenómeno La Niña, que ocasiona lluvias por debajo de lo normal, los sufren los productores, los proveedores de servicios e insumos y la ciudad en general.
“Pronosticaban que iba a llover hoy, pero ahora lo corrieron para mañana o pasado”, expresa Álvarez Gramuglia mientras acomoda papeles en la oficina de la empresa en el km 228 de la ruta nacional 8. No esconde su preocupación porque en gran parte de que lleguen las lluvias dependerá de que se reactiven las ventas en su negocio que fundó hace 12 años junto a Gonzalo Lecumberri. Ambos, ingenieros agrónomos y productores, después de trabajar varios años en compañías relacionadas con el sector de insumos decidieron apostar por un negocio propio.
“Deberíamos estar pensando cómo crecer y ser cada vez más eficientes, pero tenemos que tomar una postura más conservadora”, comenta en medio de la situación de falta de precipitaciones y recordando que el maíz, que se debería sembrar desde el mes próximo, al igual que el trigo ya implantado, demanda un uso de fertilizantes importante. Sabe que cualquier cosa que afecte el área de esos cultivos impacta directamente en sus ventas. Algo que ya siente, destaca. Álvarez Gramuglia y un socio tienen un proyecto de inversión para hacer una planta para fertilizantes en la localidad, pero están a la espera de mejores condiciones para poder invertir.
Pergamino es el tercer punto de una recorrida que hizo LA NACION por la zona agrícola núcleo. Este medio estuvo antes en Bigand (Santa Fe) y en Los Surgentes y Monte Buey (Córdoba). En el partido de Pergamino, que se compone de 305.000 hectáreas, hay una merma estimada de entre 20 y 25% en el trigo, de 40% a 45% en cebada y de un 30% en arveja. Por lo habitual es una región donde se hacen 60.000 hectáreas de trigo, por ejemplo.
“Va a ser un proceso muy complicado porque en la zona venimos de dos años secos y ahora entramos en la campaña con muy poca reserva de agua, pasamos el otoño sin registros importantes y con un panorama de Niña”, advierte Jorge Josifovich, presidente de la Sociedad Rural de Pergamino, que en 30 años de profesión como ingeniero agrónomo es el menor registro otoñal que vio. “En algunos lugares del partido de Pergamino cayeron 2, 3 y hasta 5 mm. Menos de 8 mm agronómicamente no lo tomamos como lluvia porque no sirve ni para incorporar fertilizante ni cambiar el metabolismo fundamental de la planta”, agregó.
“La fertilización depende mucho de las condiciones de humedad y del cultivo. Con lo cual si hay seca a nosotros nos afecta directamente”, explica el proveedor de insumos, que menciona un retraso del 20% en las ventas en volumen. “O sea que el impacto para nosotros es directo”, agrega Álvarez Gramuglia.
El mediano plazo es “aún más preocupante”, según advierte, ya que si las precipitaciones no llegan puede generar problemas en los pagos: “Esta es una zona en donde el 75% de la superficie que se trabaja es sobre campo alquilado, donde los números para el productor son ajustados en cuanto a su rentabilidad. Con lo cual si no hay una buena cosecha y buen rendimiento, puede haber retrasos en el cumplimiento de los compromisos de pago o puede pasar que los vencimientos que tenían a diciembre para pagar con trigo una parte se termine trasladando a mayo para la cosecha gruesa”.
“No me deja dormir”
Los productores admiten que la situación es preocupante. “El tema de la Niña no me deja dormir”, confiesa Julio Ugarte, que desde hace 40 años es productor agropecuario y pasa las noches en vela porque lo atormenta no saber si para esta campaña va a poder sembrar maíz. No tiene recuerdo de haber vivido una seca igual en su campo ubicado a 10 km de esta ciudad.
“La angustia va creciendo día a día y sé que cada vez la tristeza va a ser peor”, comenta el productor, que se siente presionado ante la posibilidad de que sea el tercer año consecutivo con La Niña. Desde hace 40 años que es productor y repite que no tiene recuerdo de haber vivido una seca igual.
“Es muy complejo el panorama, vamos a necesitar 50 milímetros para que se justifique sembrar maíz y por los pronósticos que hay es difícil que eso ocurra. Uno se juega mucho”, precisa mientras mira al horizonte como esperando una señal del cielo. Ugarte produce 600 hectáreas que divide entre trigo, maíz, soja, sorgo y algo de arveja.
Esta situación le recuerda a la campaña 2008/09, año en que la Argentina perdió 35,4 millones de toneladas de granos, aunque a la actual la considera “aún más importante” porque los meses pasan y la lluvia no llega. “Está siendo más larga la espera. No pude hacer todo el trigo que pensaba, había poca humedad en los suelos. Solo queda mirar para arriba y rogar que llueva”, se lamenta al caminar por uno de los pocos lotes que pudo sembrar con cultivos de invierno. Tampoco hizo arveja, que hace 10 años la incorporó como cultivo y es la primera vez que no la pudo sembrar.
“El trigo y la cebada se están manchando [pierden su vegetación y color] por la sequía”. La frase es de Román Gutiérrez, que denota su estado de alarma. Hoy regresó al campo después de unos días y se encontró con que el panorama era aún más desolador.
“Si no llueve en 10 a 15 días voy a largar las vacas al trigo, para por lo menos no perder las vacas porque, si no tengo que empezar a venderlas”, comenta angustiado. El hecho de tener que elegir entre una cosa o la otra lo estresa. “Es mucho sacrificio. Cada vez uno invierte más porque si no se pierde mucha eficiencia, pero si el clima no acompaña es aún más difícil. Encima hay que luchar con un contexto político y económico que ayuda menos todavía”, agrega.
Esta mañana estuvo en un negocio que tiene en la ruta 8 en donde vende maquinaria e implementos agrícolas. “Hoy vinieron cuatro clientes y de lo único que hablaron es de la lluvia”, dice sobre los visitantes. En rigor, desde hace dos meses que prácticamente no tiene consultas de ventas. No registra operaciones mayores a los 100.000 dólares hace meses. “El productor está esperando ver qué pasa con la lluvia; por lo más barato algo pregunta”, indica.
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