Patricia Gorza, de 9 de Julio, provincia de Buenos Aires, destaca el desafío de producir en un contexto donde influyen cada vez más las contingencias climáticas
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SAN JOSÉ, Costa Rica-. Patricia Gorza es la cuarta generación de productores rurales. Sus abuelos, que llegaron de Italia en 1898, comenzaron a desarrollar la actividad en 9 de Julio, provincia de Buenos Aires y le inculcaron a la familia el amor por la tierra. Sus hijos, que hoy trabajan junto a ella, son la quinta generación y así como ella, han comenzado a desarrollar una pasión por la actividad. Por su labor en Mujeres de la Ruralidad Argentina, una iniciativa con la que buscan llegar a los espacios de poder, con una mirada inclusiva y de equidad real, el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) le otorgó el premio “Líder de la ruralidad” el año pasado y la invitó esta semana, junto a seis argentinos, a un reconocimiento internacional.
De profesión administradora de empresas, está a cargo de la empresa familiar desde 2001, junto a Valeria, su hermana. En el establecimiento San José normalmente hacen el ciclo completo en ganadería, pero por una restructuración, incluso de raza, están adecuando todo el sistema para reiniciar después del impacto que ocasionó la sequía. En el campo, de 300 hectáreas, en 9 de Julio tratan de respetar el 33% de rotación entre trigo, maíz y soja hasta llegar al lote en ganadería.
“Trato de capacitarme mucho y acudo a la gente que sabe; mi tarea como propietaria y productora es administrar y hacer que el sistema funcione, eso implica profesionalizar el trabajo: tener al ingeniero para las cuestiones agronómicas, el veterinario, el contador y todo un equipo de profesionales. Lo que cada uno sugiere de forma profesional lo hacemos y todo funciona mucho mejor. Cuando comenzamos, tomamos la decisión de que cada área tenía que estar cubierta por alguien que supiera de eso; me asesoran ellos y con base en eso, tomo decisiones, pero no soy la que sé de todo los temas, pero siempre trato de capacitarme”, precisa.
Lo más difícil es poder proyectar en un esquema de cambio climático por los tres años de sequía de las últimas campañas. Ahora, las lluvias de esta semana en Buenos Aires se transformaron en un obstáculo para llevar adelante la cosecha en tiempo y forma. “El clima nos viene castigando por tercer año consecutivo y los desafíos para adelante en cómo nos vamos a adaptar a estos cambios es algo que a mí me parte la cabeza. No le termino de encontrar una vuelta, y más donde yo produzco que es la pampa húmeda, dependemos de que llueva o no. El desafío es cómo nos vamos a adaptar al cambio climático, y cómo hacer que esa adaptación sea sustentable tanto económicamente como ambientalmente, porque algunas son sustentables, ambiental o económicamente, no cierra el número o viceversa. Ese es el desafío y no le estoy encontrando la vuelta”, asegura.
Además de lo productivo, dice que también hay una falta de políticas públicas que cambian según los gobiernos. “Históricamente, la Argentina no ha tenido políticas de gobiernos, porque cuando viene un gobierno y dice una cosa se va para ese lado, pero viene otro y se va para otro lado. Ahí hay una política que es responsable porque es el rol que ocupa y los productores son responsables porque es una generalidad de la que no les gusta hablar, pero sí les gusta compararse con Brasil”, ejemplifica.
“Cuando decís que hay que poner dinero para la representación en las rurales, no lo hacemos porque creemos que eso no sirve, y por eso, estamos donde estamos. No tenemos representaciones genuinas, se mezclan los intereses. Los intereses de los rentistas son diferentes a los del productor, no necesitan la misma política. Falta política pública a largo plazo y tener previsibilidad. Eso incluye la carga fiscal”, argumenta. Las retenciones, el desdoblamiento cambiario y la falta de crédito son los principales obstáculos de los productores. “Las empresas grandes diversifican la producción y con el clima no tienen problemas, en cambio, al productor chico cuando lo impacta es todo. Es un combo de cosas que nos tiene estancados y que hace que se ponga cuesta arriba todo”, afirma.
Reconocimiento
El año pasado fue galardonada con el premio “Líder de la ruralidad” que otorga el IICA por su trabajo en Mujeres de la Ruralidad Argentina. De hecho, en la Argentina tienen un convenio de colaboración ambas instituciones. Esto tiene que ver con el trabajo de la institución y el trabajo que se hace en el país en representación de las mujeres. La intención es articular lo público con lo privado y las mujeres que pertenecen a la institución son asociadas, pero, además, realizan actividades abiertas a las mujeres en general.
En la Argentina, la tenencia de la tierra está a nombre de mujeres solo en un 20% y dentro de ese nivel el 75% tiene como máximo 25 hectáreas. “Es decir que o hay un problema genético que no nacen mujeres y no heredan en los campos, o realmente es que hay una situación que atender con respecto a la equidad de género dentro del sector agropecuario. Hay sectores, sobre todo en el agronegocio donde hay mujeres que se han destacado y han logrado tener espacios de liderazgo, pero en el resto del país está muy lejos. La representación de las mujeres está en un 12%. Al sector no le gusta hablar de inclusión porque cree que es una agenda muy progre y se siente políticamente lejos y cuesta dar algunas discusiones, pero claramente vamos a estar mejor que en el pasado. No por luchas que haya dado el agro, sino por otras mujeres urbanas”, puntualiza.
Por último, sostiene que tampoco sirve que la mirada de la mujer sea similar a la de un hombre, ya que tiene que ser solidaria e inclusiva con sus pares. Es eso a donde apunta desde el espacio de Mujeres de la Ruralidad Argentina en el que trabaja.
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