La falta de lluvias agravó un panorama que ya venía complicado en campos ganaderos de zonas de islas en Rosario y Victoria
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“El panorama es muy complicado. Vamos a tener un verano con muy poca agua y, posiblemente, muchos incendios”. Así es como el productor ganadero Federico Vignale prevé que serán los próximos meses en la zona de las islas frente a la ciudad de Rosario, donde tiene su hacienda. Desde 1933 que su familia trabaja en la zona y aseguró que en todos estos años son pocos los registros que tienen de haber llegado a situaciones de bajantes tan extremas como las que vive hoy.
Si bien, según los productores de la zona, allí la situación no llegó al extremo de lo que LA NACION contó que se vive en ciertos lugares de San Pedro, donde las vacas mueren porque quedan empantanadas en busca de agua, hay preocupación por el regreso de los incendios y lo que vivirá el ganado en los próximos meses.
“Hay una bajante extrema, los arroyos están con muy poca agua. Lo poco que hay es lo que quedó de la inundación en el verano, pero empezará a evaporarse. La primavera llegó antes de lo esperado, y lo que estamos viendo es que se avecinan olas de calor muy fuertes, por lo que vamos a volver a enfrentar la falta de agua. Va a ser muy complicado en esta zona y en gran parte del delta”, afirmó Vignale, que tiene caballos y vacas en la zona.
Resaltó que también hay temor por los incendios. “Hay mucha abundancia de biomasa, causada por la acumulación de pasto seco, y eso aumenta el riesgo de incendios”, indicó. Recordó que su familia está en la zona desde 1933. “Según lo que relató mi padre, mi abuelo sí vivió una situación extrema, pero en su caso no”, señaló.
Esto fue así hasta 2022-2023, cuando se presentó otra situación complicada: “No teníamos agua para los animales y la pasamos muy mal. Los animales se empantanaban y encontrarlos era muy difícil debido a las grandes extensiones. Muchas veces, cuando encontrábamos al animal, ya estaba en mal estado”.
Frente a ello, el productor está trabajando con un nuevo sistema de monitoreo satelital que detecta el calor y muestra el movimiento de los animales, como una medida preventiva. “Cuando el río baja mucho, los límites naturales que detienen a los animales para que no avancen al campo de los vecinos se pierden porque se secan, y los animales migran en busca de agua, que deja de ser un recurso accesible”, comentó.
La preocupación por los próximos meses es grande, especialmente porque una medida cautelar impidió el desarrollo de trabajos y no permite la entrada de máquinas. “No nos permiten entrar máquinas para generar ripio. Pedimos que levanten la medida para que la provincia comience a atender el sector. La situación está cada vez peor, y estamos menos equipados para enfrentarla. No tenemos recursos suficientes para realizar proyectos, y la situación es crítica”, explicó.
Esta misma preocupación es la que manifestó Roberto Sotomayor, productor ganadero que ha vivido toda su vida en la isla del departamento Victoria, Entre Ríos, frente a Rosario. “El arroyo Paranacito, que siempre fue navegable, ahora tiene solo 50 cm de agua, lo que casi lo hace intransitable. Esto complica enormemente el acceso a las casas y afecta toda la zona. La esperanza de mejora es escasa; aunque podrían haber lluvias temporales, es muy poco probable que el nivel del agua recupere su caudal anterior”, explicó Sotomayor.
La crisis hídrica no solo impacta de lleno en la vida social de los isleños. “Aquí vive mucha gente con diversas condiciones sociales, desde ganaderos hasta pescadores y apicultores. La bajante afecta todos los tipos de producción y formas de vida. El agua es vital, y ahora tenemos que traer agua potable desde la ciudad porque el curso de agua está tan bajo que no es apto para el consumo humano. Esto afecta a todos los que vivimos aquí”, afirmó.
Sotomayor, quien tiene 60 años, nunca imaginó enfrentar una situación así, como también la vivió hace dos años. “Lamentablemente, estas cosas ocurren y no las elegimos. No nos permiten hacer obras para mejorar la situación, ni siquiera a nivel privado. Dragar el arroyo es una opción, pero si las leyes actuales no cambian, será muy difícil llevar a cabo cualquier solución”, reflexionó.
En su establecimiento, que se dedica a la ganadería de ciclo completo, desde la cría hasta el novillo, la situación es preocupante. “La comida [por el pasto] está empezando a llegar con la primavera, pero la pastura necesita agua. Aunque somos un humedal y tenemos algunos recursos adicionales, la falta de agua es evidente. Los campos, después de las grandes inundaciones y los incendios de años anteriores, han cambiado mucho su topografía, y ahora no tenemos los atajacaminos naturales que solíamos tener”, concluyó.
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