Tres casos que demuestran la versatilidad, la fortaleza necesaria para emprender y una gestión flexible que les permite atender varios frentes de batalla
Si bien hay una creciente incorporación de la mujer en altos cargos corporativos de muchos sectores de la economía, en el agro el cambio es incipiente. Sin embargo, algunas de ellas ya son las número uno en importantes firmas agroindustrias o en establecimientos de campo. Tal vez, la clave del éxito para descollar en ambientes tradicionalmente masculinos está en sus sistemas de gestión más flexibles, modelados a partir de las múltiples exigencias que demanda la tarea femenina, lo que les permite atender más frentes de batalla simultáneamente.
"En las gremiales empresariales, siempre les pedimos a los hombres que concreten, que cumplan con los tiempos; ellos se ponen a hablar de fútbol y nosotras no podemos perder ni un minuto, tenemos más cosas para hacer", dijo Rosana Negrini, presidenta de Agrometal y una de las poquísimas mujeres que ocupan un rol destacado en la Cámara Argentina de Fabricantes de Maquinaria Agrícola.
"Mi principal función es ser mamá. Siempre llevé a los chicos a la escuela que está a unas cuadras de la fábrica y a la noche hacíamos los deberes juntos", contó Negrini, que tiene cuatro hijos. Y agregó que "todas las mujeres trabajadoras hacemos un doble esfuerzo, llegamos a la casa y tenemos que hacer de todo. En mi caso, la diferencia es vivir en un pueblo chico, como Monte Maíz, eso facilita muchísimo la tarea".
Agrometal es una de las líderes en maquinaria para la siembra de precisión, con más de 60 años de trayectoria. "Mi padre fue presidente de la compañía, yo soy contadora y licenciada en Administración de Empresas y apenas me recibí empecé a trabajar en la fábrica. En 2000, cuando él falleció, ocupé la presidencia. Con 39 años y niños pequeños, llamé a todos los miembros del directorio y les dije: ...Somos un equipo y seguiremos adelante'. Tengo mucho amor por lo que hago y nadie dudó de mí, ni me discriminó por ser mujer, soy muy competitiva", aseguró.
En 2004, Agrometal construyó con fondos propios una planta con tecnología de punta donde se hace producción en serie como en las automotrices. "Contamos con 350 empleados y junto a otra industria local ocupamos el 23% de la población activa de Monte Maíz y pueblos vecinos. En la zona, no hay problemas de empleo", destacó.
"La actividad en las cámaras empresariales lleva mucho tiempo, aunque nos permite compartir problemas y soluciones. Hay que viajar mucho, pero trato de ir y volver en el día para estar con mi familia. Las mujeres podemos hacer varias cosas al mismo tiempo", concluyó Negrini.
Otra mujer que lleva adelante su empresa a la par de una familia con siete hijos es Virginia Gibson, de Schatzi SA, firma especializada en alimentos saludables y orgánicos.
"Con mi marido, Ricardo Fechser, formamos una pyme a pulmón en los 80, cuando teníamos dos chicos. Fuimos pioneros en la elaboración de granolas, una innovación en el mercado nacional. Trajimos la idea de los Estados Unidos y empezamos a fabricarlas en la cocina de mi casa, que la Municipalidad de San Isidro habilitó como industria primaria. Nuestro primer cliente fue Supermercados Norte", recordó Gibson, explicando que la idea era ofrecer alimentos que ayuden a preservar la salud. "Si lo come mi familia lo puedo vender", subrayó.
En los últimos tres años, con el boom de los alimentos naturales, Schatzi triplicó la producción. Elabora 22 variedades de cereales para desayuno en su planta de Boulogne y los productos llegan a más 350 puntos de venta en todo el país: desde dietéticas y mayoristas a industrias alimentarias supermercados.
"Me ocupo de la relación con el productor, las compras de insumos, la empresas de logística y la negociación con los supermercados, soy la cara visible de la compañía", sostuvo Gibson, que, además, integra el Movimiento Argentino para la Producción Orgánica (MAPO), donde está a cargo del mercado interno, de las ferias y de la gestión con el Gobierno.
Gibson remarca la importancia del trabajo conjunto con su marido para alcanzar el éxito. "Él es un innovador, desarrollaba los productos y yo iba con un bebé a cuestas, amamantándolo, a negociar con los supermercados", dijo.
También en el potrero
"Amo lo que hago y no me importa embarrarme hasta la cintura", dijo Paula Campero, que está al frente de Las Nazarenas, un establecimiento ganadero de 650 ha en Tapalqué, Buenos Aires, plena cuenca del Salado.
Campero nació en una familia de larga tradición ganadera y hace 15 años, al fallecer su madre, se hizo cargo del campo. "Cuando arranqué, el negocio no era rentable, se vendían terneros al destete en momentos de precios bajos, un modelo muy común en la zona. La venta de un ternero alcanzaba para comprar un par de zapatos", recordó.
Hace siete años, Campero se incorporó al CREA Vallimanca y vio la oportunidad de hacer cambios. "El grupo está formado por ocho empresarios y yo soy la única mujer. Al principio, estaba mucho más atrasada que los demás, a pesar de que el campo tiene suelos de buena calidad. Mi principal desafío era tener abundante comida para los animales. El punto de vista de los demás me ayudó un montón", enfatizó.
De a poco, Campero fue cambiando el modelo productivo para hacer una empresa rentable. Actualmente, la mitad de la superficie se destina a agricultura tercerizada. A su vez, el 60% de la superficie ganadera está implantada con pasturas y verdeos. También, se incorporaron silos de autoconsumo y corrales de engorde. Así, pudo mantener el rodeo de 445 madres y hacer un ciclo completo eficiente.
"Uno de los aportes del grupo fue aprender a entorar las vaquillonas a los 15 meses. Hay que cuidarlas mucho, tienen que estar bien comidas, bárbaras, me llevó dos años adaptarme al sistema. Hoy, tengo el 95% de preñez", contó.
En cinco años, Las Nazarenas duplicó la producción de carne pasando de 152 kg por hectárea a 323 kg/ha. Vende 160 novillos por año, de menos de 18 meses de edad, con 380/410kg, y vaquillonas preñadas de 15 meses. "El mercado paga bien nuestros productos, se venden lindo. Una parte de la renta la usamos para vivir, mi padre, mis cuatro hermanos y yo, y la otra se reinvierte", aseveró. Actualmente, Campero es presidente del CREA Vallimanca y participa de las reuniones de los 19 grupos del Sudeste de Buenos Aires. "Me propusieron para el cargo porque veían que podía motivar al grupo, los números de mi empresa son un aliciente. No sé si les llama la atención que sea mujer, pero respetan mi palabra, me siento entre pares", finalizó.
En el potrero y en la góndola
Sin miedo a embarrarse o a negociar con un mayorista
- Paula Campero / Productora
"Me propusieron como presidenta del CREA Vallimanca porque veían que podía motivar al grupo. Los números de mi empresa son un aliciente"
- Virginia Gibson / Empresaria alimenticia
"Yo iba con un bebe a cuestas, amamantándolo, a negociar con los supermercados. Son muy exigentes, pero nosotros cumplíamos"