Con un mayor uso del forraje y el acompañamiento de otras tecnologías, el país puede dar un salto en la actividad ganadera
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La Argentina se encuentra a las puertas de un gran cambio donde será más que nunca necesario producir más carnes para seguir abasteciendo fluidamente nuestro consumo, así como también para poder exportar a las diferentes góndolas del mundo.
Debemos salir del viejo paradigma consumo interno versus exportación, somos el país del mundo que más carne vacuna consume y estamos en el podio del mayor consumo de proteínas animales; carne vacuna, aviar y porcina, junto con Estados Unidos y Australia.
Por otro lado, la mayor exportación colabora con menores valores para el consumo interno; los cortes más buscados por los argentinos, son los parrilleros, que no se exportan y en otros países los convierten en carne molida y hamburguesas.
Está claro que estamos ante una demanda estructural insatisfecha de carne en el mundo. Más allá de las guerras y del efecto del Covid, son pocos los países con posibilidades de abastecer esta demanda creciente; la Argentina es uno de ellos junto con el resto de los países del Mercosur.
En los últimos 20 años la producción mundial creció un 27% y el comercio internacional, las exportaciones, lo hizo en un 110%, la oferta no alcanza a la demanda. En ese mismo lapso, el precio internacional creció un 60%, por encima de la carne aviar y porcina; las posibilidades biológicas de adecuar la oferta a la demanda son escasas.
Hasta 2012, China no existía en el mercado mundial y ahora se estima que en 2023 demande 3,5 millones de toneladas, un 24% más que lo que se preveía por las restricciones del Covid. Por otro lado, África pasó de demandar 400.000 toneladas en 2000 a 800.000 toneladas en la actualidad y se espera llegue a importar, 1,2 millones de toneladas en 2030.
Escenario
Ante todas estas buenas noticias sobre la demanda, veníamos avanzando en nuestro país en mejoras productivas con aumento del peso medio de faena alcanzando valores récord mes tras mes, llegando a los 232 kg/ cabeza, así como la venta de vacas improductivas y su reemplazo por vaquillonas llevó a mejorar la relación ternero/ vaca a valores por encima del 66%.
Ante tan importantes cambios nos tocó una tercera Niña consecutiva que trajo aparejado una importante caída de la producción forrajera que nos llevará a una caída del índice de preñez de este último servicio por lo tanto de la oferta de terneros del 2024.
Debemos tener en cuenta que la producción ganadera argentina pivotea sobre el pasto, el 90% de la energía de cualquier corte de carne proviene del pasto que producimos. La variable principal y de mayor peso en nuestra producción de carne es la producción de pasto. Desde ese lugar y teniendo en cuenta que la demanda global de nuestro rodeo es de 36,6 millones de raciones, teniendo en cuenta un 65% de destete y la oferta promedio es de 38,7 millones, el impacto de la sequía será importante.
El antecedente más cercano es lo ocurrido con la seca de 2007 a 2009 donde los índices de destete promedio nacional cayeron al 59% y 57%, sobre un promedio histórico del 64%. Esta caída de 5 a 7 puntos de terneros logrados podría significar para 2024 una pérdida de más de un millón de terneros respecto al 2023.
Comparación
Teniendo en cuenta la gran importancia del pasto en la producción de carne, analizamos la información publicada a través del Tablero de Control Forrajero (Fauba, Aacrea, INTA, Secretaría de Agricultura, Ipcva), proveniente del uso de la información que proveen los satélites, reflejada en el cuadro que acompaña la nota.
Cuando comparamos el 2022/2023 año Niña, de gran sequia en amplias zonas de país, nos encontramos con que la producción forrajera cayó en todas las regiones CREA, en mayor o menor medida comparado con los promedios de 2018 al 2022, todo esto evaluado mediante la información que proveen los satélites.
Las pérdidas de forraje son importantes en todas las zonas evaluadas, siendo menores hacia el oeste, semiárida y de mayor magnitud en las zonas de la provincia de Buenos Aires, sudeste y sudoeste, donde está la mayor proporción de vacas del país.
La zona centro es la que más impacto tiene perdiendo en promedio 3800 kgMS/ha año, de todos los recursos. Los campos naturales y alfalfas puras tuvieron una pérdida cercana al 40% respecto al promedio, siguiendo los agropiros y pasturas consociadas. La zona semiárida es la que tuvo menor impacto en la pérdida de producción de forrajero con un 17% respecto al promedio, principalmente en alfalfa y llorón.
La zona sudeste sufrió una pérdida del 30% respecto al promedio, afectando por igual a los CN (campos naturales) y pasturas consociadas. La zona sudoeste vio disminuida su producción en un 23% con mayor impacto en pasturas consociadas y campo natural y un menor impacto en las pasturas de gramíneas.
El uso de este tipo de tecnología nos permite tener una evaluación más cabal del impacto de la sequía en los sistemas ganaderos, que sin duda se verán afectados en los índices de parición y las posibilidades de recriar. La producción ganadera argentina se encuentra en un equilibrio muy ajustado en lo que se refiere a la oferta de forraje, para poder no solo crecer sino mantener una producción media estable a través de los años.
De acuerdo al trabajo de potencial de producción de carne vacuna realizado para la Fundación Producir Conservando, podemos llegar a producir 5 millones toneladas: solo será posible alcanzar esos niveles si hay un aumento considerable de la producción y el uso del forraje producido, no menor al 40% por sobre la actual producción. Para seguir creciendo es necesaria la revolución del pasto. Corroborando esto hicimos una hipótesis de cuánto pasto y cuánta carne se puede producir. Hay tecnología disponible para poder hacerlo y solo es necesario un horizonte de previsibilidad.
Tenemos antecedentes de que ello ocurrió en la década del 70 a partir del Plan Balcarce donde a través de un crédito del Banco Mundial y la FAO, con asesoramiento técnico y el apoyo del INTA, en una alianza público-privada se logró aumentar la superficie de pasturas en un 120%, incrementar la carga de vacas en un 40%, lográndose a través de la alimentación, la sanidad y el manejo cambiar el perfil productivo de 35 partidos del centro sur de la provincia de Buenos Aires. Los caminos de crecimiento de la oferta forrajera pueden ser varios, a utilizarse según las necesidades y posibilidades de cada zona y establecimiento, algunos ejemplos serían:
- Mejora del manejo y aprovechamiento de los campos naturales.
- Incorporación de mayor área de pasturas perennes cultivadas.
- Mayor división de los potreros mediante boyeros eléctricos para lograr un mejor manejo.
- Incorporación creciente de fertilizantes para mayor desarrollo de las especies e incorporación de leguminosas en gramíneas puras para regenerar nitrógeno del ambiente.
- Gestionar el pastoreo mediante la planificación de una cadena forrajera a través del balance forrajero.
- Incremento en la cantidad de agua disponible para el ganado para mejorar el uso y manejo de los pastos.
En fin, todas y cada una de ellas en conjunto o por separado contribuirán al aumento de la producción de forraje, el principal camino a tomar para aumentar la producción de carne. El impacto de la sequía no lo podemos soslayar o desconocer, será necesario planificar el futuro forrajero de cada campo, así como las necesidades nutricionales de los diferentes rodeos y ello preverlo en las siembras de forraje del 2023 y 2024.
A título de ejemplo, en un trabajo realizado por nuestra consultora sobre 35 departamentos/partidos, de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, se determinó a través, de la información disponible que hay 11 millones de has ganaderas, y tomando dentro de esa área los suelos IV, V, VI y VII, o sea suelos no agrícolas, por la información evaluada se podrían sembrar 3,7 millones de hectáreas de pasturas cultivadas produciendo un 77%, en una región que está el 31% del rodeo nacional.
Los resultados del estudio permiten proyectar que pueden producirse 10,6 millones de toneladas más de materia seca que implicaría un incremento de 1,2 millones de equivalentes vacas más, o sea un 15% más de la carga actual.
Este tipo de trabajos de ambientación y estudio del potencial productivo a través del cambio de la realidad actual es posible hacerlo para un campo, y de esa manera ajustar su producción al máximo posible. La tecnología está disponible y es de uso habitual para quienes estamos trabajando en modificar las realidades de la producción y uso del pasto.
Como decíamos antes, no solo la siembra de pasturas, sino un paquete integral y diverso asociado a la realidad productiva de cada región y cada campo traería aparejado el incremento del pasto necesario para el gran cambio en la producción de carne.
Este aumento de la producción de carne es totalmente amigable con el ambiente, en base a la información más reciente, analizando no solo la emisión de carbono de los rumiantes sino el secuestro del mismo a través del proceso natural de fotosíntesis, a través de las pasturas. Podemos afirmar que es un crecimiento de balance positivo para el carbono, se secuestra más que lo que se emite.
Balance
Estamos ante un mundo demandante de carne vacuna en forma sostenida y permanente en el tiempo. La Argentina es uno de los pocos países con posibilidades de crecer. Ese crecimiento solo será viable en la medida que aumentemos la oferta de pasto siendo el recurso más barato para alimentar al ganado.
Todos los antecedentes nos indican las amplias posibilidades de aumento de producción que tenemos, utilizando las tecnologías disponibles. El 2023 y 2024 serán claves para diseñar las estrategias forrajeras de cara a esta demanda y el crecimiento posible.
A este escenario se le suman los cambios de política económica que se avecinan a partir diciembre de este año, recordando que del 2015 al 2019 la Argentina más que cuadriplicó su nivel de exportaciones de carne vacuna, pasando de 200.000 toneladas a más 800.000. Estamos ante el preludio de una nueva época, seguramente en el peor año de los próximos por venir.
La producción de pasto es un regalo de la naturaleza para que, a través del proceso de la fotosíntesis, lograr fijar carbono y producir el recurso más barato. De esta forma las únicas máquinas de la naturaleza que son los rumiantes produzcan proteínas de alto valor biológico. Van de la mano la tecnología de insumos (pasturas, verdeos y campo natural) y de procesos (gestión del pastoreo y cadena forrajera) para potenciar la producción de carne por hectárea. La gran revolución del pasto que podría alcanzarse a través de un nuevo plan de desarrollo y crecimiento semejante al realizado en los 70.
El corolario de esta suma natural positiva es que, en el caso de nuestro país, puede traer este aumento de producción más carne: llegar a 5 millones de toneladas, más divisas a US$10.000 millones y mayor demanda de mano de obra, con 200.000 puestos de trabajo extras.
Las tecnologías están disponibles para dar este gran paso, solo hace falta el gran cambio macroeconómico para retomar el camino del crecimiento por el bien de toda la Argentina y desarrollar en todo su esplendor la cadena de la carne vacuna, generadora de trabajo, arraigo y divisas a lo largo y a lo ancho de todo el país.
Los autores son integrantes de la consultora Conocimiento Ganadero
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