Cada vez falta menos para el comienzo o de la próxima campaña y los productores, calculadora en mano, ajustan los números para determinar qué cultivo podrá brindar los mayores márgenes de rentabilidad. Una toma de decisiones que se da además en un contexto enrarecido, producto de una economía global aún golpeada por la pandemia y un clima que no parece ayudar con la falta de lluvias.
"Todavía queda un largo camino por recorrer, pero las perspectivas son buenas en términos del precio de la soja, que en los mercados de futuro estaría rondando los 230/235 dólares por tonelada", adelanta Gonzalo Agusto, de la Bolsa de Cereales de Córdoba (BCCBA). Sin embargo, el economista advierte que hay que estar atentos a diferentes variables que puedan tirar un poco hacia abajo las estimaciones.
"Estamos siguiendo muy de cerca lo que está pasando con la cosecha en Estados Unidos, que se encamina a tener una mayor producción a la esperada. Por otro lado, también hay una gran expectativa por la posible producción récord de Brasil, que estaría rondando las 130 millones de toneladas , agrega.
En tanto, el dato alentador proviene desde China que parece estar dejando atrás la pandemia y apuesta por una rápida recuperación. "Es muy positivo el fuerte dinamismo que está teniendo la exportación de la mano de China, que es uno de los principales consumidores del poroto de soja. De los 160 millones de toneladas de soja que se exportan en el mundo, China se lleva casi 100 millones de toneladas", confirma Agusto. La situación difiere totalmente a la de Europa, donde para el economista el surgimiento de rebrotes de coronavirus hacen "temblar las perspectivas de crecimiento o salida de la crisis".
"En la próxima campaña de soja todo va a depender fundamentalmente del clima en un contexto de sequía. Porque hoy los precios no son los ideales, pero entre 230 y 240 dólares la tonelada sigue siendo un número que en zona núcleo y con márgenes brutos cierra bastante bien", acota por su parte el analista económico Salvador Di Stefano. Sin embargo, el director de Agroeducación advierte que cuando esta ecuación se proyecta a otras zonas del país o se incorpora el arrendamiento, los márgenes de rentabilidad son absolutamente desfavorables.
"El rinde promedio de cualquier campo en zona núcleo es de aproximadamente 40 quintales por hectárea, mientras que el costo del alquiler representa 16 quintales. Automáticamente el negocio arranca con un endeudamiento operacional del 40%. En comparación, en maíz ese mismo costo operacional baja al 26% por las menores retenciones que percibe ese cultivo", explica el consultor.
Son estos números los que hacen pensar a Di Stefano que los productores podrían optar por otras alternativas en lugar de soja. "En la campaña pasada se hicieron en el país 49,5 millones de toneladas de soja contra 50 millones de toneladas de maíz. Todo me hace pensar que en la próxima campaña va a pasar exactamente lo mismo", sentencia Di Stefano.
Agusto agrega al factor climático como un elemento clave que puede inclinar la balanza hacia uno u otro cultivo: "En Córdoba, en los años secos, el maíz suele adaptarse mejor que la soja y lograr mayores rendimientos". Pero para el economista también existen otros ingredientes que pueden definir la toma de decisiones, como las condiciones de financiamiento o el menor nivel de inversión que requiere el cultivo de soja. "Creo que el productor hará ajustes en su planteo técnico, fertilizando menos o invirtiendo menos en tecnología", añade.
Por último, ambos especialistas coinciden en que la mejor herramienta que tiene a mano el productor para intentar cubrirse y conseguir mejores negocios es la venta en los mercados a futuro. "En Argentina se utiliza poco porque se lo percibe como un costo, cuando en realidad debería verse como un seguro", apunta Agusto. En tanto, Di Stefano considera que desde el punto de vista financiero otorga una mayor previsibilidad, asegura precios, otorga una tasa de retorno mucho más alta y adelanta el cobro del negocio.
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