En Ramallo, a Matías Larriera, puestero y pequeño productor, le faenaron cuatro animales y está desesperado
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“Con este último golpe me terminaron de noquear por completo”. Ese fue el doloroso mensaje de Matías Larriera, puestero y pequeño productor de la zona de Ramallo, tras sufrir la semana pasada la faena de cuatro de sus 37 animales, que cuida en una cañada alquilada, cerca de la ruta 9.
Es que desde hace tiempo que en los partidos bonaerenses de San Pedro, San Nicolás, Pergamino y Ramallo, los productores están a merced de los delincuentes y este panorama parece acentuarse día tras día. El hecho ocurrió el martes pasado después de las 20 luego de que Larriera fuera a la chacra de nueve hectáreas que arrienda hace poco tiempo para darle de comer a sus animales. Como todos las tardes, cortó con una motoguadaña el pasto que encontró a la vera de la ruta, lo cargó en un carro y se lo llevó a sus vacas para que coman dentro de un piquete y “así produzcan leche para amamantar los terneros”.
“Desde que alquilo, todos los días, después de que termino mi jornada laboral como puestero, dedico unas tres horas para cortar pasto ya que el campo donde tengo ahora mis animales está pelado. A la tardecita los junté en el piquete que armé con unos boyeros. Los encierro por precaución porque tengo miedo de que se vayan a la ruta 9 que está muy cerca y haya un accidente”, cuenta a LA NACION.
Pero, aunque sabía que no estaba ajeno a la inseguridad rural que sufre la zona, cuando al otro día llegó al lugar y se encontró con ese escenario, su desconsuelo fue desgarrador. “Fueron años de esfuerzo, de estar los 365 días sin descanso para que ahora me suceda esto. Me carnearon cuatro terneras de 230 kilos que había dejado para reposición como madres, pero lo más doloroso es que me robaron las ganas de seguir y el futuro de mis hijos”, se lamenta.
Para Larriera, todo se derrumbó en un abrir y cerrar de ojos: ”“De la seca feroz a un Gobierno con sus políticas en contra del campo que me hizo perder una gran parte del capital, se suma ahora esto”. Con 41 años, la vida de pequeño productor comenzó, casi por casualidad, cuando el dueño de un campo le ofreció para que viva en la casa que había construido en el establecimiento y que tenga un par de vacas y ovejas. Mientras trabajaba como chofer de una trafic de un frigorífico de la zona, también cuidaba junto a su mujer el rodeo del propietario.
Sin embargo, las constantes inundaciones que hubo años atrás que le dificultaba salir por el camino rural todos los días lo llevó a tomar una gran decisión: renunciar tras 15 años de trabajo y con el dinero de su arreglo salarial comprar más hacienda y acrecentar su rodeo.
“Fue una decisión difícil porque yo estaba muy bien en el frigorífico pero no quería fallar con inasistencias. Así que decidí ser productor y criar con mucha dedicación unas vacas de cría y, de vez en cuando, engordar a pasto algún que otro novillo. Pero este año, mi patrón vendió toda su hacienda y decidió alquilar el campo, por lo que yo no pude tener más mis vacas ahí y tuve que rebuscarme en otro sitio. Lo que encontré disponible fue esta cañada que no tenía alambres ni nada pero era lo que había. Cuando vendí la zafra de terneros machos, aproveché para no descapitalizarme y pagué por adelantado más de tres meses de arrendamiento”, describe.
El productor siente que lo han “invadido” en lo más profundo de su ser y que se metieron con lo más sagrado que tiene: sus tres hijos. “La gente que hace esto no entiende del laburo y del esfuerzo que hay detrás de los que criamos animales: además de la plata invertida, está el sacrificio diario. Esto lo hacíamos con mi mujer como un extra para mis chicos. El mayor ya tiene 12 años y pronto va a terminar la secundaria y tenía ganas de ir a la universidad y para esto eran nuestras vacas. Con mi señora, era nuestro sueño darles una educación superior a los hijos y, si sobraba algo, para mejorar mi jubilación el día de mañana”, relata.
Aunque realizó la denuncia correspondiente y que la patrulla rural se mueve todo el tiempo, no cree que se llegue a nada en concreto. Hoy solo hace números “como loco” para ver qué hacer ante un contexto de inestabilidad total.
“No puedo salir a alquilar ningún campo, no tengo los medios para hacerlo. No puedo seguir donde estoy porque los delincuentes están cebados y, como no pasa nada, van a regresar y me van a volver a carnear otros animales y voy a seguir perdiendo más capital. Así que, con el dolor en el alma las tengo que vender, de hecho ya están a la venta. Solo me voy a quedar con dos vacas que nos regaló un vecino y que con la familia las criamos de guachas y mis hijos se han encariñado con ellas”, detalla.
Por último, Latierri reflexiona y dice: “Soy peón de campo y es mucho lo que logré en este tiempo. Es muy difícil y lo hice pero esta gente lo tiró abajo en un ratito”.
Para Raúl Víctores, dirigente de la Sociedad Rural de San Pedro, si bien no es como un tiempo atrás, donde la zona era “tierra de nadie”, ha habido un aumento enorme de la inseguridad rural en la región: “Es bueno que se sepa porque hay mucha gente que no denuncia. Nos enteramos de muchos casos de abigeato por casualidad pero nadie quiere ir a la policía. No es culpa de la patrulla que trabaja todo el día y por la noche con los medios que tiene. La Justicia también trabaja, pero no alcanza”, dice.
En este escenario, Víctores detalla que esta situación llevó a que “la gente que vive en el campo ya está armada”. Indica: “Esto es un problema y nos preocupa porque los pocos que quedan en el campo ya están armados. La inseguridad es incontenible y se va a complicar cada día más. A la falta de caminos y de conectividad se suma la inseguridad, es un combo tremendo. La Argentina está devastada y lo más triste es el acostumbramiento de todos a vivir en este caos. En este contexto, la política es un factor fundamental para que esto deje de pasar pero mira para otro lado”.
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