En un encuentro organizado por la Regional 25 de Mayo de Aapresid, en el establecimiento Cruz de Guerra la familia Garciarena compartió sus experiencias con cultivos de servicio, doble cultivo y el manejo con la ganadería
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25 DE MAYO, Buenos Aires.- En pos de una agricultura que combine más producción con sostenibilidad, la adopción de nuevas tecnologías, la implementación de prácticas agrícolas más regenerativas y un manejo con responsabilidad de los recursos naturales es el camino a seguir. En ese rumbo, la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid) se muestra como punta de lanza en el sector. En este contexto, la Regional 25 de Mayo organizó en el establecimiento Cruz de Guerra, de la familia Garciarena, en este partido bonaerense, un encuentro con más de 200 productores para compartir la innovación y los ensayos que están realizando en el campo. Apuntan, por ejemplo, a vicia como cultivo de servicio; arveja como doble cultivo y prueban la camelina para opción de cultivo de invierno con renta. Todo con la necesidad de tener raíces vivas de manera permanente para el cuidado del suelo.
Para Ignacio Garciarena, el anfitrión, siempre el espíritu es compartir con el resto lo que se hace, abrir el juego a lo que se va probando, descubriendo y generando resultados locales, con premisas como el suelo siempre verde y con raíces todo el año e incorporando carbono y nitrógeno a ese “ser vivo que es el suelo”.
“La idea es compartir qué hicimos bien, qué hicimos mal, sin pretender ser profesores, sino inspirar a otros y que los otros nos inspiren a nosotros, con sus dudas, con sus preguntas, con sus consejos”, dijo a LA NACION.
En este sentido, explicó que el eje de probar nuevas cosas en su establecimiento productivo tiene que ver con los desafíos que enfrenta el sector agropecuario. Por esto, parece que esa inicial siembra directa quedó corta y fue necesario sumar técnicas como ser cultivos de servicio para mantener el suelo verde permanentemente y rotación de cultivos, entre otros.
En la actualidad, también esto quedó escaso para las necesidades productivas y medioambientales. Por lo que se buscaron técnicas como doble cultivo, cultivos de servicios con renta, con por ejemplo pastoreo de la hacienda.
“Cruz de Guerra es un campo mixto y lo que hacemos es pastorear los cultivos de servicio para poder recuperar alguna ración, sin poner en riesgo el beneficio original del cultivo de servicio para la agricultura. Es como que la agricultura le vende alguna ración a la ganadería y la ganadería le saca un provecho (una sola comida)”, describió.
En cuanto a los nuevos cultivos, arveja y camelina, detalló que con la arveja comenzaron hace cinco años porque calzaba muy bien en la rotación, siendo una alternativa para llenar un espacio vacío durante el invierno.
“Hay todavía una frontera agrícola que todavía no está del todo abordada ni explorada. Y la arveja es una excelente herramienta con los beneficios que te dan cultivos de servicio pero con renta, con un margen bruto de ese doble cultivo (arveja-maíz) verdaderamente bueno. La idea es jugar con las rotaciones para intensificar. Es buscar sacarle al recurso suelo un mayor provecho y al mismo tiempo cuidarlo”, aseguró.
Fue así que, en una de las estaciones, Andrés y Tomás Garciarena comentaron detalles del cultivo de arveja. Contaron que hoy en día, si bien no es considerada un commodity, hay un mercado importante en China, India, Pakistán y también en Sudamérica para este producto, que en el caso de la arveja amarilla se utiliza tanto para consumo humano y animal.
“Hay referencias de precios en el mercado local de arveja verde. La tonelada de la arveja verde está en aproximadamente US$350 y la amarilla en US$250. Los rindes rondan entre 3600 y 1000 kilos por hectárea; donde 2500 kilos es un rinde que es lograble. El 80% de la arveja que se produce en el mundo es amarilla, pero en la Argentina es la verde la que más se produce. Una cuestión importante es que existe una logística en el país alrededor de la arveja”, dijeron.
“Como doble cultivo, si se loga esos 2500 kilos de arveja, con alrededor de 8000 kilos del maíz tardío, el margen bruto es muy bueno y logra reemplazar al maíz temprano. Es una buena alternativa. En el norte, si se puede cosechar antes del 15 de noviembre, muchos productores están haciendo arveja-soja”, agregaron.
En tanto, con prudencia por no saber si es algo sostenible y sólido en el tiempo, este año en nueve hectáreas los Garciarena comenzaron con la camelina, otro cultivo de invierno. Uno de sus usos es la producción de biocombustible para aviones.
“Hubo cultivos speciality que tuvieron mucho furor inicial pero que todavía no hicieron pie en el mercado. Estamos probando a ver qué onda con la camelina. Le estamos dando la posibilidad de que nos demuestre de que vale la pena tenerla en cuenta también como doble cultivo”, señaló Ignacio Garciarena.
“Lo mágico está en la mejora continua, donde nunca se va a llegar al final, eso es lo interesante, lo desafiante y lo que genera adrenalina en el sector. No sabemos cómo termina el cuento porque el cuento nunca termina. Ese es nuestro espíritu”, agregó.
Con un escenario desafiante, para Marcelo Torres, presidente de Aapresid, los productores están preocupados, replanteándose los modelos productivos. “Por eso, con un clima bastante hostil, un panorama local e internacional cambiante, están en la búsqueda de esquemas más diversos de producción y más defensivos, ajustando la rentabilidad en la producción. Una suerte de poner los huevos en varias canastas”, dijo.
En esa línea, Tomás Oesterheld, vicepresidente de la entidad, recordó la época de la “sojización”, donde luego hubo que volver a los sistemas diversos, a las rotaciones: “Ahora estamos entrando en una nueva etapa, donde todavía necesitamos más. Hay que meter más cultivos en los campos”.
Para Torres, hay una agenda pendiente que es el agregado de valor: “Lo que se hace hoy en los campos tiene mucha tecnología, genética e inversión por detrás, pero con la creatividad que tenemos podemos seguir agregando valor en la cadena. Existe todo un mundo nuevo como el de los biocombustibles y biofertilizantes. Como perspectiva, tenemos que ver qué podemos hacer para agregar valor”.
Con ese eje, sacando a la cuestión política, el reto hacia adelante tiene ver con los servicios ecosistémicos que genera la agricultura, como ser la captura de carbono y la menor emisión. “Hablemos de un diálogo entre privados, donde uno pueda vender sus granos a la industria y que tenga un mayor valor. Pensando en el futuro, estaría bueno seguir incrementando la producción de alimentos, impactando menos el ambiente. En este sentido, sería lógico que el mercado empiece a reconocer en forma diferencial los granos que tienen menos huella de carbono”, dijo Torres.
Para esto, el primer camino es digitalizar la producción porque, si uno no tiene el lote georreferenciado, no tiene capas ordenadas de información, difícilmente pueda llegar a algo más complejo como la huella de carbono. “Hoy muchos productores tienen la tecnología y lo hacen sin esperar nada a cambio. Una vez que tengamos mucha de esa información, más masa crítica y aprendamos más de eso, vamos a poder generar un mercado. En cuatro o cinco años habrá un volumen considerable para conseguir un diferencial por esos granos trazados. Pero hoy es incipiente”.
En este sentido, Oesterheld indicó que la digitalización viene avanzando mucho más en las maquinarias que en el uso y la adopción efectiva: “Casi todas las máquinas que están arriba de nuestros campos generan datos pero en muy pocos casos estamos pudiendo evaluar y utilizar como corresponde. En la medida que vayamos avanzando juntos los productores y las cadenas en el aprovechamiento de todo lo que eso genera, las oportunidades van a ir apareciendo solas. Se empiezan por las oportunidades productivas y van a terminar en las comerciales. Lo comercial es un bonus track”.
Torres completó: “Primero, estos sistemas tienen ventajas productivas inmediatas como estabilización de rendimiento, más rendimiento. menos insumos, siembra directa, rotación de cultivos, uso cultivos de servicio, mejor huella ambiental. Y ahora también capturar ese valor. La digitalización ya trae ventajas de una agricultura específicamente. Además permite entrar en ese mundo de tener indicadores y poder capturar más valor. Estos sistemas ya son más competitivos”.
Pastoreo
En busca de intensificar su producción, en Cruz de Guerra, un establecimiento mixto, los Garciarena decidieron dar una vuelta de tuerca y darle un beneficio más a los cultivos de servicio, pastoreándolos. Por supuesto, sin perder la esencia del cuidado del suelo.
Martín Garciarena destacó la importancia de esta técnica usada en el invierno. Con una carga de seis novillitos por hectárea de un cultivo de centeno o avena (80 kilos por hectárea voleada por avión).
“La avena, que por palatabilidad le gusta más a los animales, dio buen resultado, de entre 40 y 50 raciones. Siempre dejando un remanente, es una pasadita nomás, no una raspadita”, indicó y explicó que, de otra manera, no sirve el sistema como recurso forrajero.
“La idea es pensar en la agricultura, donde la ganadería viene a ser un complemento. Hay que dejar las plantas de entre 15 y 20 centímetros de altura. Tampoco hay que armar el sistema muy rígido porque a veces puede fallar”, contó. Aseguró que no todo cultivo de servicio es viable de pastorear, porque, además, no todo establecimiento tiene la infraestructura para hacerlo: “En muchos campos agrícolas ya no existen ni aguadas ni alambrados y, hacer una inversión para sacar 50 raciones por año, no tiene sentido”.
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