Martín José de Altolaguirre compró una chacra en el pago de la Matanza donde trasladó su vocación de botánico. Fue en su época un notable cultivador de plantas exóticas que aclimató en su quinta de Recoleta. Inició los ensayos con cáñamo y lino y se vinculó a Manuel Belgrano, quien estaba detrás de esos experimentos. Instaló una noria para obtener agua y regar los sembrados y un molino para extraer aceite del fruto de los olivos que también había plantado.
Fue una figura patricia y de linaje colonial. Nació en Buenos Aires en 1736. Estudió con los jesuitas en el colegio San Ignacio quienes despertaron en él, el entusiasmo por las ciencias exactas y por la naturaleza. Desempeñó varios cargos durante la dominación hispana. Pasó momentos difíciles cuando su sobrino político, Santiago de Liniers, fue ejecutado en Córdoba porque se había expresado en contra de la Junta de Gobierno en defensa del Virrey Cisneros. Eran tiempos de transición, donde se mezclaban los ideales criollos y se unían los sueños y los odios.
Los antecedentes dominiales de la chacra Los Tapiales surgen cuando el gobernador Hernandarias entregó en 1615, merced real con frente al Riachuelo- Matanza. Después de sucesivos dueños, se sacó en subasta pública el 1775 y fue adjudicada en 3229 pesos de plata acuñada a Altolaguirre.
El comprador solicitó que antes de dársele en posesión "se mensurasen, deslindarse y amojonarse los terrenos". Esto dio un largo pleito judicial que finalizó en 1781 cuando se escrituró la venta. Tenía tres mil seiscientos varas con frente al río Matanza por tres leguas de fondo, llegaba hasta El Palomar actual. Se colocaron 140 mojones de piedra.
Estaba delimitada por cercos vivos, una costosa inversión de tapias de tierra apisonada revestidas a ambos lados con tunas, una planta indígena, abundante en la zona, de ramas retorcidas, y espinosas. Una barrera infranqueable para hombres y animales que formaban un tapial y de ahí su nombre que se mantuvo en el tiempo: Chacra Los Tapiales. Su dueño le puso la impronta progresista, donde desarrolló una gran plantación de árboles, cultivos de lino, cáñamo, olivares y 100 hectáreas de nogales, transformando ese áspero paraje virgen en una tierra próspera.
Juan C. Garavaglia, un estudioso de la agricultura colonial rioplatense define a estas unidades productivas como "estancias de cercanías", que abastecían al mercado local porteño. Tenían vocación productiva mixta, agrícola-ganadera, con producción triguera, lechera, cárnea (vacuna y ovina).
Altolaguirre se jubiló en 1787 de su empleo oficial por enfermedad en la vista y por cansancio. En 1789 había valuado la chacra en 55.287 pesos. En 1806/7 fueron tiempos difíciles, por las invasiones británicas y las grandes sequías. Pudo venderla recién en 1808 en 32.000 pesos a Francisco Ramos Mexía. En la escritura de venta intervino el escribano Mariano García de Echaburu, (Registro N°3):
"Sea notorio como yo Don Martín José de Altolaguirre, Por la presente otorgo que vendo y doy en venta por juro de heredad desde ahora para en todo en tiempo y para siempre jamás a Dn Franco Ramos Mexia, natural y vecino de esta Ciudad una chacara cita en el pago de la Matanza incluso todos sus aprovechamientos como son "leña cortada, sus casas, Orno de ladrillos, arboledas seis esclavos negros, ganado, aperos, I hallándome presente a este otorgamiento, yo el comprador Dn. Franco. Ramos Mexía digo- Que aceto esta escritura de venta echa mi favor me obligo, y amis herederos aque dare y pagare..."
En el inventario se detallaba el precio unitario de las: "53 bacas lecheras a 3 ps, 124 obejas a 1 real, 18 yeguas de manada, 4 reales, 4 potros, 8 reales, 51 caballos mansos, 2ps, 110 Bueyes mansos a 5 ps." (8 reales aprox. un peso)
Altolaguirre falleció en diciembre de 1813 y en el testamento realizado ese año acusaba: "que tiempos han sido contrarios y los bienes han sufrido decadencia". Merece una evocación, fue un meritorio precursor del desarrollo agrícola-tecnológico en los albores de la Patria.
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