Obras como “Trenzas gauchas” y “El cuarto de las sogas” son material de consulta; oriundo de Chascomús también escribió sobre historia y arqueología
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Descendía de don Clemente, aquel que pobló una estancia en un rincón del Salado, que llevó después su apellido como marca de propiedad y que cerró el acceso sur con un zanjón profundo, con una empalizada, con puente y puerta de entrada, para proteger a los suyos ante probable avance del indio. Representaba a los hacendados ante el Cabildo porteño, cuando un malón en diciembre de 1783 atacó el lugar; con su hijo Andrés y un grupo de paisanos salió a defender a su familia, pero ambos murieron en el lugar y regaron con su sangre esa tierra que era un modelo de estancia. Su hija Agustina quedó al frente, y supo administrarla y hasta embarazada logró salir a caballo y parar rodeos, como lo recuerda su nieto Lucio V. Mansilla.
A esa estirpe pertenecía don Mario Aníbal del Carmen López Osornio, hijo de Silverio y de Dalmira Bordeu, que nació en Buenos Aires un 6 de setiembre de 1898; pero al fallecer su padre cuando tenía dos años, la madre se trasladó a Chascomús ya que descendía de los Casco, y la familia habitó la antigua casona que lleva hoy su nombre, frente a la Plaza Independencia y es la sede del archivo histórico local.
Le será grato sin duda al espíritu de don Mario, que la casa y ese patio de sus juegos infantiles, y de los sueños adolescentes albergue el patrimonio documental, ya que después de recibir su título de odontólogo volvió a esa ciudad y comenzó recopilar papeles, estudiar objetos e indagar en viejos edificios o simples ranchos y taperas material para sus futuros trabajos dedicados a rescatar la tradición histórica.
Con el material reunido logró en 1934 dar a conocer Trenzas gauchas que obtuvo el premio regional de la Comisión Nacional de Cultura, que volvieron a merecerlo al año siguiente El cuarto de las sogas, en 1938, Al tranco y Monografía sobre el lazo en 1940, que lo colocan entre los más reconocidos estudiosos del arte y los secretos del trabajo en cuero, tema nunca abordado con anterioridad.
Ya de por sí esto habla del inmenso trabajo de campo desarrollado al que continúa con Las boleadoras (1941) del departamento de Folklore editado por el Instituto de Cooperación Universitaria; un trabajo arqueológico Paraderos Querandíes (1942), auspiciado por la Asociación Folklórica Argentina; Esgrima criolla (1942) una de sus obras más divulgadas.
Conferencias
Su deseo de divulgar nuestras tradiciones lo hicieron incursionar también en la novela, con Punta de rieles (1946) y Amansados publicado póstumamente en 1951; a ello debemos agregar dos dramas Mamaitá (1941) y Teatro de Títeres (1942). En el estudio Oro nativo (1942) rescató las diversiones, la poesía popular y una antología del payador. Pensamos que su consultorio le daba motivo a no pocas conversaciones que nutrían sus fichas y también la función que ejerciera alguna de vez de juez de paz en Chascomús. Todo ello unido a la expresión del hombre de campo, le dieron material para una conferencia que se publicó con el título “Habla gauchesca” en 1945.
También incursionó en la historia y en forma novelada rescató la biografía de su antepasado materno don Vicente Casco en Un poblador de Monsalvo (1939) y por el lado paterno al fundador del apellido Don Clemente López (el abuelo de Rosas) (1950), y el folleto sobre los orígenes de la fundación de la localidad de General Lamadrid (1942).
Trenzas Gauchas y Esgrima Criolla han merecido su reedición y hace poco Viviendas en la Pampa lo ha logrado con el sello de Maizal Ediciones a setenta años de su primera y edición. Este libro de don Mario publicó además del detalle de las construcciones desde las viviendas de los querandíes, hasta las de la pampa, las del gaucho, la construcción del rancho, el horno, el pozo, estudios comparativos, etc.; por los dibujos como manual para levantar una casa, porque los horcones, parantes, esquineros, la forma de techarlo, puede servir a alguien con habilidad para emprender la tarea.
Mario A. López Osornio, falleció el 12 de setiembre de 1950, dejó algunas obras inéditas como una recopilación de documentos sobre las Islas Malvinas, la segunda parte de Oro nativo y De Tierra Pampa. Su legado que hoy evocamos en este rincón, no está arrinconado, sino que es un parante o una cumbrera en lo que hace al gaucho y su tiempo, porque con acierto sostuvo “nuestra historia no sólo está escrita con hechos militares, con convulsiones sociales o descubrimientos arqueológicos. Está también en el folklore, que nos da unidad de raza y conjunción de sentimientos”.