Idas y venidas, regulaciones que se repiten y países que tienen un rumbo claro pese a las turbulencias políticas son algunas de las imágenes que proyecta hoy el agro.
La nueva postergación de la puesta en marcha del troceo en carnes a la salida de los frigoríficos, que permitiría comenzar a darle otro perfil a la actividad, da cuenta de la dificultad para encarar los cambios en el negocio del ganado y las carnes. Matarifes y faenadores del consumo interno resistieron la medida con el argumento de que no están dadas las condiciones operativas y financieras para ponerla en marcha, además de que objetaron aspectos instrumentales. El anuncio de un lock out, la gestión personal con el ministro de Economía, Sergio Massa, que incluyó a Alberto Samid, liberado por la Justicia en abril pasado en el marco de una condena por asociación ilícita y evasión impositiva, y la presión de los gobiernos provinciales fueron los factores que se conjugaron para decidir una nueva demora. A su vez, los exportadores se lamentaron por la decisión de Agricultura de trasladar al 15 de enero la instrumentación de ventas por trozos de hasta 32 kg.
Con el trigo, en tanto, el Gobierno decidió postergar por 360 las DJVE de los exportadores para embarques entre el 1ro de diciembre y el 28 de febrero debido a que la sequía que afecta al cereal no asegura que haya mercadería disponible. Mientras que hubo productores que alertaron por el efecto bajista que tiene en los precios y el riesgo de cartelización de los compradores, los exportadores pidieron una norma específica para lo ya pactado con los productores.
En un esquema distorsionado por los cupos, llamados en la jerga oficial “volúmenes de equilibrio”, para un mercado que ha demostrado sus mejores virtudes cuando había un libre juego de la oferta y la demanda, esta medida es una mancha adicional. El riesgo que se presenta con las intervenciones, como ya se comprobó en la década pasada, es que el trigo deje de ser una opción productiva, especialmente en las zonas menos favorables al cereal.
Otra señal de alerta que se presenta para el mediano plazo son los países competidores. Un ejemplo de ello es Brasil. Roberto Rodrigues, exministro de Agricultura de ese país, en un diálogo público que mantuvo esta semana con el productor y empresario agroindustrial Gustavo Grobocopatel, destacó que el socio mayor del Mercosur se propone convertirse en un exportador del cereal, con unos cinco millones de toneladas, para 2030. Faltan apenas siete años.
En contraste con el estancamiento argentino, Grobocopatel recordó los números extraordinarios del crecimiento productivo brasileño de las últimas décadas. Hace diez años la cosecha de granos llegaba a 150 millones de toneladas, ahora se acerca a los 300 millones de toneladas.
Rodrigues, tercera generación de ingenieros agrónomos, docente y líder social, señaló que en la década del setenta Brasil importaba en alimentos el 30% de lo que consumía y explicó tres claves sobre el crecimiento sostenido de la producción. La tecnología, con el aporte del Embrapa; el emprendedurismo de sus productores, que desde distintas regiones comenzaron a trasladarse a la región central del país para aumentar su escala, y las políticas públicas que permitieron avanzar sobre los Cerrados, con innovaciones técnicas y de organización como la creación de cooperativas. Así fue como crearon un polo de desarrollo regional donde no había producción.
Este crecimiento no solo fue en los granos sino también en las carnes, con tasas de aumento de producción de ciento por ciento en la ganadería vacuna, 300% en porcina y 500% en aviar, desde la década de los años noventa hasta la actualidad. Este proceso ocurrió a pesar de los vaivenes políticos que tuvo y todavía tiene, con gobiernos de diferente signo ideológico.
¿Son todas rosas? No. Rodrigues dijo que necesitan desarrollar la infraestructura y la logística, que tienen que firmar acuerdos comerciales con mercados grandes, que deben mejorar las políticas de crédito, solucionar los problemas de titularidad de tierras, mantener la defensa sanitaria y apuntar a la sostenibilidad. “Los agricultores profesionales están en contra de la deforestación, ilegal o legal”, dijo.
Rodrigues fue ministro durante la gestión de Lula da Silva, pero no se privó de elogiar a la exministra de Agricultura de Jair Bolsonaro, Tereza Cristina. “Logró firmar una gran cantidad de acuerdos comerciales”, destacó.
En definitiva, más allá de las turbulencias internas, Brasil tiene una dirección.
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