El presidente del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) alertó que eso haría “mucho daño” y podría generar “frenos a la producción” y “más hambruna a nivel mundial”
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ROSARIO.- Manuel Otero, el director general del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), es una voz autorizada para hablar de los desafíos que enfrentan los productores agropecuarios de América Latina, donde mencionó que hoy la agricultura pasa por ser más competitiva y sustentable. Por ende, advirtió que el continente no debería permitir la imposición de nuevas barreras no arancelarias, porque harían mucho daño y podrían generar frenos a la producción y motivar una hambruna.
“Tenemos que hacer un esfuerzo con el deterioro de los suelos, conservar la biodiversidad, el ciclo del agua y oxígeno para las futuras generaciones, porque hay una gran presión ambiental y necesidad de aumentar en un 60% o 70% la producción de alimentos hacia el 2050. Esto pone a la agricultura al tope de la agenda global. Hoy, todos los países están muy preocupados con la agenda de la seguridad alimentaria y la sostenibilidad ambiental del planeta”, resume.
Este instituto tiene el mandato histórico de trabajar por el desarrollo agropecuario rural desde Estados Unidos hasta Chile, incluyendo a la Argentina o cualquier isla del caribe anglófono. Además, intenta generar cercanía entre los gobiernos y la ruralidad. “En estos 80 años el IICA ha evolucionado y siempre hay que estar a tono con lo que está pasando en el escenario mundial”, advierte.
—¿En qué políticas productivas están trabajando en este momento?
—Hay muchas iniciativas donde se apoya a los productores, de menor escala de LATAM, sobre la carne o leche en zonas extremadamente vulnerables a los climas. Hay que estar permanentemente apoyando. La Argentina en ese sentido puede y debe apoyar y está cumpliendo un rol de transferir esa tecnología, sobre todo para pequeños productores en Centroamérica y el Caribe, dado que necesitamos seguir aumentando la productividad. Las demandas son muy fuertes y nuestro continente tiene que consolidarse como el garante de la seguridad alimentaria nutricional y la sostenibilidad del planeta.
—¿Hubo algún punto de quiebre por el que se comenzó a hablar de sostenibilidad?
—La sostenibilidad es un proceso evolutivo; a través de las escuelas se está hablando más de los temas ambientales, quizás nos gustaría también que se hable más de la agricultura, porque hay un fenómeno creciente de urbanización, donde una mega ciudad es la que tiene 10 o más millones de habitantes, y esas megaciudades requieren un abastecimiento diario de 1000 toneladas de alimentos. Eso viene de las zonas rurales, para disfrutar de los croissant necesitamos que haya productores de trigo, molinos harineros, pero necesitamos una ruralidad que esté viva, porque la robotización y la inteligencia artificial podrá hacer algunas cosas, pero necesitamos que haya productores con rentabilidad para poder mantener una buena calidad de vida. Por eso insistimos tanto en los puentes entre las zonas rurales y las urbanas. Hay una agricultura intensiva en conocimiento y necesitamos una nueva generación de productores, jóvenes hombres y mujeres, que son los que van a transformar esas tecnologías a mayores rindes, siempre respetando el recurso natural, porque un productor en definitiva toma prestado ese recurso suelo y lo que tiene que hacer es pasárselo a las futuras generaciones de la misma o mejor manera. Frente a todos esos desafíos, el IICA tiene una agenda técnica y política muy fuerte.
Del 3 al 5 de octubre se van a reunir todos los ministros de agricultura de América Latina en Costa Rica, para definir una alianza continental. En tanto, la COP 28ª se realizará a fines de noviembre en Dubai para participar de las negociaciones ambientales. “Necesitamos que la agricultura forme parte de las negociaciones ambientales, nunca más afuera. La agricultura es parte de la solución, acá hay algunos que acusan a la agricultura de ser destructora del medio ambiente. Esto es erróneo e inadmisible, porque yo no conozco a ningún productor agropecuario que quiera destruir el recurso suelo, puede ser que por falta de rentabilidad o apoyo alguno se equivoque, porque todos nos equivocamos en esta vida, pero los productores son fundamentales para cualquier estrategia”, aclaró.
—Respecto de lo que pasa en otros países, ¿cree que el Estado argentino apoya al productor agropecuario?
—Hay una relación que va dependiendo de las épocas que haya menos o más cercanía, lo que sí veo en la Argentina son productores agropecuarios altamente tecnificados; es uno de los países donde hay mayor avidez por incorporar tecnología. Esto hace que el productor sea muy respetado a nivel continental y, además, logramos que el país tenga un gran stock de tecnología para compartir con el resto del continente.
—¿Qué reflexión hace de lo que sucede con la producción en Brasil?
—Brasil tuvo un periodo inseguro en cuanto a la producción agropecuaria allá por los 80 y ahora se está convertido en una potencia mundial. Cuando tenés políticas de largo plazo, das previsibilidad y señales a los productores que hay un camino para producir más y mejor, y les provees acceso al crédito a la tecnología. Las universidades van mejorando y entonces creas un círculo virtuoso en donde los productores, en el caso de Brasil, que se sienten contenidos por el Estado a través de políticas de largo plazo. Todos los años en la sede del gobierno en Brasilia se anuncia el Plan Safra donde se dice cuánto dinero va a haber disponible para los productores, cuánto gastar en créditos, en seguros, cuáles son las políticas diferenciadas para los agricultores familiares. Entonces, creas una red de contención donde los agricultores tienen la posibilidad de producir en un ámbito de previsibilidad. Brasil tiene otra particularidad que tiene el frente parlamentario agropecuario, del grupo de legisladores que representan a la ruralidad de ese país y actúan como un bloque realmente importante. Cualquiera que sea el tema que se discuta, siempre hay una visión desde lo rural y las pruebas están a la vista. Tienen tierras, recursos hídricos y han desarrollado Los Cerrados. Hay toda una discusión de lo que va a pasar con la región amazónica, donde sí hay que conservar produciendo. Hay una serie de políticas que han marcado y han dado mucha fuerza a un Brasil que produce y exporta. En el 1973 se creó el Embrapa [Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria] con apoyo del IICA. Ahí se generó una política de largo plazo de ciencia, tecnología e innovación. Eso rinde frutos siempre. Acá en la Argentina se tiene que invertir más y mejor en estos institutos de investigación.
—Mencionó recién la palabra previsibilidad y en la Argentina no hay, ¿cómo es en el resto de los demás países?
—Si bien en la Argentina no hay previsibilidad, expreso mi admiración por los productores agropecuarios, porque ante cambios que ocurren cada tanto en las reglas de juego se ha creado una raza de productores que como hay cambios en esos marcos de políticas, siempre enfrentan la adversidad y tienen un único camino que es seguir incorporando tecnología, ante la incertidumbre, apuestan a la agricultura porque saben aprovechar la frontera del conocimiento. Apuestan a la modernización, la prueba está en que hay un proceso de transformación importante acá.
—Conociendo todo esto, ¿cómo queda América Latina respecto de Europa en la producción?
—Europa es importadora de alimentos, pero tienen algunas cadenas productivas que son muy importantes. Es una región que ha pasado varias hambrunas producto de los conflictos bélicos, pero tiene la particularidad que siempre fija las reglas del juego en cuanto a cómo debe tratarse el tema a nivel multilateral. Europa fue el que planteó esto de los sistemas agroalimentarios que nos parecen bien, sobre todo cuando se une producción con consumo. Lo que no nos parece bien es cuando se pretende poner a la agricultura en el banquillo de los acusados. Lo que se dice es que los sistemas agroalimentarios están rotos y no lo están, como todos necesitan reparar algunas cosas. Evidentemente, los sistemas agroalimentarios en el continente gozan de buena salud. Si bien hay problemas macroeconómicos de acceso a los alimentos, no tanto la oferta. Con Europa hay alguna preocupación ante algunas medidas que en el ámbito de este programa del Green Deal, como el Farm to Fork Strategy, podría ser que algunas de estas medidas se transformen en barreras no alimentarias. En la Argentina se produce sin subsidios. Después de las prácticas de la siembra directa el tema de la deforestación debe ser abordado, pero no transformado en un nuevo obstáculo para la producción y exportación de alimentos. Todos tenemos la misma preocupación porque en esta parte del mundo hay países en vías del desarrollo. Hay relación de diálogo y cordial, pero el continente no debería permitir la imposición de nuevas barreras no arancelarias porque nos harían mucho daño y podrían generar frenos a la producción, por consiguiente, más hambruna a nivel mundial.
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