El cultivo de maní ha trascendido su clásica área del centro cordobés, extendiéndose a otras provincias como La Pampa y San Luis y más recientemente al noroeste bonaerense, donde predominan los suelos arenosos. Su cultivo lo realizan en general empresas integradas en producción y exportación, las cuales pagan alquileres muy por encima de los valores medios zonales.
Por sus características, el maní presenta algunas consideraciones a tener en cuenta: la flor se entierra y el fruto debe ser cosechado removiendo el suelo, lo cual, implica riesgo de erosión. Ha sido frecuente ver lotes con fuertes voladuras de su estrato más fértil, por cultivar maní sin un plan de manejo sustentable.
Los antecedentes son claves. La Pampa, por un manejo inadecuado del cultivo, legisló su siembra a fin de proteger al suelo de la erosión eólica. Algo similar sucedió en San Luis. Es que cualquiera de las producciones tradicionales pampeanas, con un manejo inadecuado, pueden degradar el ambiente, incluso la ganadería, que se la presenta como recuperadora de los suelos.
La monocultura sojera no va muy atrás en este sentido. Siempre que no se tienen en cuenta las buenas prácticas agronómicas, cualquier suelo o recurso natural sufre impactos negativos. Al respecto, el INTA formula una serie de recomendaciones de Buenas Prácticas Agrícolas para minimizar los riesgos de erosión:
- El maní debe formar parte de una rotación de varios años de cultivos, donde las gramíneas juegan un rol muy importante (frecuencia del maní en la secuencia agrícola no menor a 4-5 años).
- Determinar el riesgo potencial de erosión teniendo en cuenta la textura del suelo; las lluvias cuando el suelo queda descubierto, y en julio, agosto y septiembre la dirección e intensidad de vientos predominantes, etc. Cuando estos cuatro factores se conjugan dan lugar a pérdidas importantes por erosión eólica. En algunas zonas se ha comprobado que en tres de cada 10 años estos cuatro factores generan potencial erosión. Donde el riesgo es alto es necesario utilizar cultivos de maíz o sorgo en franjas alternando con maní a fin de proteger el suelo y neutralizar el proceso erosivo.
- No utilizar los residuos de cosecha para henificar o pastoreo con animales.
- Fertilizar para mantener y/o reponer nutrientes que se cosechan durante la instalación de este, como de cualquier cultivo.
El primer interesado en que se hagan las cosas bien debe ser el dueño de la tierra. Sería perjudicial tentarse solamente por los valores ofrecidos y desentenderse de cómo se lo cultiva. Debe exigir el uso de buenas prácticas agronómicas. Por otra parte, es imperioso que finalmente la Argentina tenga una Ley de uso, manejo y conservación suelos, como existen en países vecinos. Hoy la degradación de los suelos de buena parte del país es preocupante.
Es paradójico, que el principal recurso natural que tiene nuestro país, donde trabajan miles de productores y sus familias, generando los alimentos que consumimos y gran parte de las divisas que necesitamos, no esté protegido por un marco legal moderno que induzca a producir en forma sustentable. La demanda de nuestra sociedad como también mundial, exigen cada vez con más fuerza transitar esta senda. Esto forma parte de los deberes pendientes de política pública asociada a este tipo de sistemas, en los que debe demandar la sociedad en su conjunto.
Con la colaboración de Walter Miranda, Cristian Álvarez y Alberto Quiroga, del INTA
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