Ña Casiana no tiene dudas: el pensionista Uranga, especializado en técnicas de embellecimiento, "es el propio Mandinga". La vieja curandera se lo ha dicho a Ña Paula, su comadre, dueña de la pensión y madre de Lucre. La joven, que se siente fea, ha accedido someterse a una cirugía estética. Uranga se propone embellecerla, para así conocer "Güenos Aires". La convertirá "en una hermosa flor de sierra, temblorosa de rocío, rutilante de colores, con perfume agreste" "Y estas paisanitas, cuando dentran a ser feas, en poco tiempo, se iénan de arrugas", dice uno de los personajes. Lucre es ahora una criatura preciosa, pero su voluntad ya no le pertenece. Esquiva a Venancio, su eterno novio, y siente que el supuesto "Malo" ejerce sobre su ánimo una influencia perversa. "¡Me ha cambiado por fuera y por dentro! ¡Las uñas, coloradas como picos de pájaros! ¡La cara, lisa, de mármol! ¡Oigame el habla: distinta, desconocida! ¡Ió no soy la de antes!"
Así transcurre Mandinga en la Sierra, comedia en cuatro actos estrenada en Buenos Aires en 1937 y que contó con un electo de excepción: Luisa Vehil, Gloria Ferrandiz, Guillermo Battaglia, Homero Cárpena, Florindo Ferrario y Santiago Gómez Cou, entre otros. Escrita por el médico Arturo Lorusso y por el periodista Rafael José De Rosa, amigo de Armando Discepolo, la acción transcurre en la Sierra Grande, Córdoba. "No hay ferrocarril ni luz eléctrica, ni teléfono felizmente y el camino nacional de automóviles está bastante lejos", dicen los autores.
Acabados tipos camperos se suceden en esta notable composición. Ño Pancho, más que centenario; la misma Casiana, "una bruja idiota del tiempo de ñaupa"; Morales, jefe del Registro Civil, el sargento y un comisario, y hasta Perkins, "aquel que viene todos los años, que se hace el inglés y es más criollo que un zapáio".
El último acto presenta a Lucre y a Venancio dispuestos a casarse. Morales, representante de la ley, preside la escena. Uranga, secretamente enamorado de la joven, resigna su papel. Pero ella no da su consentimiento. "Lo que hay es que la moza se ha güelto fina como muñeca e tienda", exclama el desdichado novio. Ña Casiana reúne a los paisanos que han acudido al patio de Ña Paula y los arenga contra el Mandinga: "¡Muchachos, aiúdenme a prender juego a la covacha! ¡Pa que se ahogue! ¡Pa que se muera achicharrao!" Pero es tarde. Uranga decide dejar la pensión y se marcha. Enloquecida, Lucre corre tras de él y se sube al automóvil. "¡Nos ganó la partida, comagre!", se lamenta Casiana. "¡Déjenla, que es pa pior!", indica uno de los presentes. Nada quedaba de aquella simple niña que solía aturdir a su madre con la tan conocida canción de Magaldi, Noda y Lorusso: "¡Mama! ¿Sabís una cosa? / Otra vez el güerto / se vistió de rosa".
La versión cinematográfica de Mandinga en la Sierra fue dirigida por Isidoro Navarro, el film fue estrenado en 1939 y contó con las actuaciones de Nicolás Fregues, Luisa Vehil, Pilar Gómez, Lalo Bouhier y Pedro Quartucci.
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