Hojas achinadas y achicharradas, tallos sin crecer, pérdida de calidad y de productividad. Todos los años, entre noviembre, diciembre y enero, los productores algodoneros del norte del país dicen que se enfrentan a un mismo problema en sus lotes: la presencia de daños en el cultivo por la acción de la deriva con herbicidas hormonales utilizados para el control de malezas de hoja ancha.
Si bien cuando se aplica sobre lotes ajenos al algodón el herbicida es efectivo, los productores de regiones del Chaco denuncian daños en el algondón, pero también en el girasol y hasta la producción de tomate.
Para Héctor Linke, productor en Chaco y Formosa y presidente de la Asociación Argentina de Productores Algodoneros (AAPA), el problema viene de años por un incorrecto y atemporal uso de los fitosanitarios mencionados. "A fin de agosto hasta marzo está prohibida la aplicación del herbicida, sin embargo la gente lo aplica incluso hasta ahora. No se respetan las normas, sumado a que la planta del algodón es muy sensible y detecta los productos hormonales por más que se aplique a más de 20 kilómetros", remarcó.
Según precisó, este año las consecuencias son aún mayores. "Estamos complicados tanto en zonas de riego como de secano, porque los ríos de donde se toma el agua para regar los lotes están secos y, por otro lado, la falta de lluvia que afecta el norte complica las zonas de secano", dijo a LA NACION.
De acuerdo a expertos consultados, existen dos manera de que se afecte al cultivo: por deriva por efecto del viento o por volatilización, es decir que el fitosanitario pase de una fase líquida una gaseosa por el aumento de la temperatura. Cuando llega a la planta, el grado de daño será de acuerdo a la cantidad que alcance y en qué etapa de crecimiento se encuentra.
Mariano González es un ingeniero chraratense que tiene una empresa de servicios agrícolas, llamada Halgor. Trabaja unas 325 hectáreas en Charata y otras 1100 en Santiago del Estero, en campos de Quimilí y El Colorado.
Para el ingeniero, básicamente el daño directo es que se retrasa el cultivo y baja la calidad y productividad de las plantaciones y que, "si bien hay procesos para recuperarlas y reactivar el crecimiento, significa un costo adicional de 55 dólares por hectárea de dos o tres aplicaciones".
"Lo mejor es que llueva para hidratar de nuevo a la planta. Pero este año en la zona volvimos a los valores normales de 500 a 700 milímetros de precipitaciones, cuando los últimos tres años los 800 a 1000 milímetros era una ventana de ayuda al problema. Encima las enormes amplitudes térmicas de este año hace que los agroquimicos vuelen más", detalló.
González destacó que el problema tiene que ver con las malas prácticas donde el producto se debe aplicar bien en tiempo y forma y se deben buscar alternativas y controlar los sistemas ambientales: "El tema es la correcta aplicación de los fitosanitarios".
En este sentido, contó que muchas veces a los aplicadores o a los mismos productores los apremia el tiempo con otros contratos de trabajo y no tienen en cuenta todas las variables de viento, horarios y fechas. "Hay que ser cuidadosos y no echarle la culpa al producto. Entre todos, en un año complicado por la pandemia, debemos hacer una mea culpa", puntualizó.
La asociación algodonera compuesta por más de 170 productores de Chaco, Formosa Santa Fe y Santiago de Estero teme que si las normas no se respetan la producción algodonera tienda a comprometerse.
El sector está trabajando en un pedido al Gobierno y a las empresas semilleras para trabajar conjuntamente en el crecimiento del cultivo.
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