Ante una necesidad diferente respecto del cereal de siembra temprana, hay que considerar la función de cada nutriente para lograr el objetivo esperado
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La adopción de maíz tardío en las rotaciones, visto como escape a déficits hídricos resignando potencial de rendimiento, ha llevado a estrategias conservadoras en el uso de recursos, que suelen traducirse en dosis más bajas de fertilización, lo cual aleja los resultados productivos de los potenciales alcanzables. Pero el maíz sembrado en forma tardía no deja de ser maíz, una especie de elevados requerimientos; por lo tanto, no precisa menos nutrientes por tonelada producida que su par sembrado temprano.
Sin embargo, a pesar de ser la misma especie, la expectativa de rendimiento de los cultivos tardíos es diferente. Esto es importante para el manejo de los nutrientes cuya dosis es definida principalmente por su demanda, condicionada a su vez fuertemente por el rendimiento objetivo. Entre estos nutrientes que funcionan respondiendo a demanda se encuentra el nitrógeno, que es el elemento que más influye sobre la producción de cereales como el maíz.
Un trabajo de la Unidad de I&D del CREA de 2023 muestra con claridad que el aumento de la dosis de nitrógeno en distintas zonas, además de estabilizar los rendimientos, aumenta significativamente la producción de maíces tardíos. El azufre es otro de los nutrientes que funciona a demanda, por lo que su aplicación debe estar condicionada, en primer lugar, a la expectativa de rendimiento del cultivo; orientativamente, un cultivo de maíz requiere unos cuatro kilogramos de azufre por cada tonelada de grano producida.
El caso del fósforo, un nutriente de vital importancia que sólo puede ser aportado a gran escala a través de la fertilización, es diferente: responde mucho menos a la oferta que a la demanda. Cuando la oferta es baja, los cultivos responden al agregado de fertilizante fosforado, independientemente del rendimiento. La pregunta entonces sería cuándo la oferta de fósforo es baja. Para ello, se han desarrollado numerosos modelos empíricos que buscan contenidos mínimos o “umbrales” por debajo de los cuales son probables las respuestas a la aplicación de fósforo. En la Región Pampeana, estos umbrales se ubican en el rango de 15 a 20 partes por millón de fósforo extractable. La definición de la dosis luego depende de la eficiencia esperada del fertilizante fosforado, de la relación de precios entre el grano y el fertilizante, y de la estrategia general o filosofía (suficiencia, mantenimiento, reconstrucción de los niveles de fósforo, etc.) al momento de decidir la aplicación.
Otros nutrientes que se absorben en bajas cantidades, los micronutrientes, aparecen limitando el rendimiento del maíz tardío en muchas zonas, como el zinc, cuya relación entre disponibilidad y rendimiento es muy reconocida. También debería considerarse en este grupo el boro, cuyas deficiencias en maíz empiezan a aparecer, pero que a contenidos medios también puede ser fitotóxico, lo que demanda mejoras en su diagnóstico. Un avance importante en este sentido se encuentra en un trabajo publicado este año por Pablo Barbieri y colaboradores destacados, que informa un nivel crítico de boro en suelos de la Región Pampeana (0,78 partes por millón), por debajo del cual se detectaron respuestas en el rendimiento del maíz al agregado de este elemento.
Construcción
Más allá de cada nutriente en particular, la aplicación de una fertilización balanceada en nutrientes permite lograr, y especialmente cuando este planteo se repite en la rotación, una estabilización de los rendimientos del maíz tardío. Este efecto estabilizador se relaciona con la construcción de un nivel nutricional mayor y un mejor ambiente físico y biológico general. En los hechos, la fertilización opera como un seguro para obtener rendimientos mínimos aceptables en años climáticamente adversos, y permite expresar todo el potencial genético en los años con condiciones ambientales óptimas.
Finalmente, debe quedar en claro que no es posible el uso de recetas únicas para la nutrición de los cultivos de maíz tardío en un año en que el manejo agronómico va a ser clave, en una coyuntura de números finos y un contexto desafiante.
Los autores son directora ejecutiva de Fertilizar Asociación Civil y docente de la Facultad de Agronomía de la UBA, respectivamente
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