Tras el aumento del área sembrada en la campaña pasada, se espera un nuevo crecimiento que favorezca a distintas zonas del país
Los cambios en las políticas agropecuarias adoptados a partir de diciembre de 2015 tuvieron efecto en todos los cultivos extensivos del país, pero de manera particular en las gramíneas. En el caso específico del maíz, los nuevos incentivos impactaron de manera parcial en la campaña 2015/16, ya que se dieron cuando la ventana de siembra del cereal se encontraba promediando. Las variaciones positivas de área se concentraron en sectores de las regiones del NOA y el NEA, donde gran parte de la siembra se realiza durante los meses de verano.
Junto con una recuperación de superficie se dieron muy buenos rendimientos, impulsados en parte por un aumento en la fertilización debido a una muy buena relación insumo-producto (en particular en los fertilizantes nitrogenados). Pero como contrapartida, un otoño-invierno con gran cantidad de días lluviosos prolongó las labores de cosecha hasta entrado septiembre. Las características intrínsecas del cultivo permitieron que las pérdidas de producción no fueran tan elevadas como sí ocurrió en el cultivo de soja (que perdió 1,65 millones de hectáreas en 2015/16).
La respuesta del productor al nuevo esquema regulatorio alcanzó plena expresión durante la actual campaña (2016/17), cuando la superficie de maíz para grano comercial asciende a 5,1 millones de hectáreas, la mayor área de las últimas 16 campañas (el promedio de las campañas 2000/01 a 2015/16 fue 3,16 millones de hectáreas), con un aumento interanual de 32,5%. Este incremento está acompañado por un cambio positivo en la inversión por hectárea, con el productor apostando por planteos con mayor nivel de tecnología.
Parte del aumento de área se dio en regiones con gran peso productivo, como el Núcleo Sur y la provincia de Córdoba, por lo que el impacto en la producción total se debería a mayor superficie y mayor rinde. Otra región con gran recuperación de área es la de las provincias de Chaco, Santiago del Estero y Salta, donde el cereal tomó parte del área destinada a soja y, en paralelo, aumentó su participación en siembras de segunda ocupación sobre rastrojos de girasol.
El aumento de la superficie maicera no es importante sólo por el impacto económico que esta producción tiene en las distintas regiones del interior. La inclusión de una mayor superficie del cereal en las rotaciones es una herramienta fundamental para brindar sustentabilidad a los sistemas a través del aporte de carbono vía rastrojo y el control del complejo de malezas tolerantes-resistentes.
En cuanto al aporte de rastrojo a las rotaciones, es un aspecto fundamental en los planteos productivos del norte del área agrícola, donde la tasa de degradación de los residuos de cosecha es mucho más elevada que en el sur.
Luego de varias campañas con preponderancia de planteos tardíos, el actual ciclo marca una recuperación de las siembras tempranas en el centro del país. En general, estos planteos poseen mayor rinde potencial. Particularmente hacia la zona Núcleo Sur, se podría obtener un rinde promedio cercano a los 100 quintales, más de 8 quintales por sobre lo obtenido la campaña previa. En el otro extremo del área agrícola, la zona del NEA muestra un excelente potencial de rinde, consecuencia de las muy buenas precipitaciones registradas durante el período de definición de rendimiento.
Durante la actual campaña, las lluvias fueron condicionando el normal desarrollo de las labores en parte del país. Uno de los efectos fue una demora en la incorporación de lotes tempranos en zonas como el oeste de Buenos Aires y el sur de Córdoba, y en algunos casos se pospuso la siembra hasta diciembre. En los últimos meses, la falta de piso en las zonas que poseían napas a escasa profundidad y el mal estado de los caminos secundarios dificultaron la logística de la cosecha. A pesar de los excesos registrados, la estructura del cereal permitió mantener el cultivo en pie, minimizando las pérdidas pre-cosecha.
Intenciones positivas
Cuando falta poco para la campaña 2017/18, las intenciones de siembra son positivas en gran parte del país. Las lluvias mantienen las reservas hídricas de los perfiles en el centro de la Argentina, lo que permite acumular humedad para la siembra pero también dificulta algunos trabajos de barbecho. Los pronósticos de un año climático neutral con lluvias normales a algo superiores en buena parte de la región agrícola, junto con los muy buenos rendimientos que se vienen recolectando hasta hoy, renuevan las expectativas de cara a un nuevo ciclo.
En el mediano plazo, de mantenerse el actual marco normativo, la Argentina podría continuar con el camino iniciado durante la presente campaña, consolidando un crecimiento de la superficie con maíz que traería grandes beneficios para la sustentabilidad de nuestros sistemas agrícolas.
De acuerdo con las estimaciones de la Fundación INAI, la producción del cereal podría crecer un 64,4% durante los próximos 10 años. Este crecimiento trae consigo nuevos y renovados desafíos logísticos, productivos y comerciales. La infraestructura para mover la producción a costos competitivos, las negociaciones para conseguir acceso preferencial a los principales mercados del mundo, la transformación del maíz en las regiones donde se produce y la producción de etanol y otros productos bio-basados deben ser prioridad en la nueva agenda de políticas agropecuarias.
Números para crecer
Fue la suba del área sembrada en la campaña 2016/17.
100
QQ/HA
Es el rinde promedio que se podría obtener en la zona núcleo sur.
64,4%
Producción
Ese crecimiento podría tener el maíz dentro de diez años.
El autor es analista agrícola de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires