Los programas de mejora genética apuntan a lograr soluciones a los nuevos problemas como la reciente expansión de Dalbulus maidis
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La difusión del atraso de la fecha de siembra ha sido de los cambios más importantes relacionados con el cultivo de maíz en los últimos años. Históricamente, las siembras de diciembre se concentraban en la zona norte del país, buscando principalmente ubicar el período de floración fuera de las altas temperaturas de diciembre y enero, comunes en la región. Sin embargo, en los últimos 20 años, la superficie de maíz con fechas de diciembre se ha extendido a prácticamente toda la región maicera, y alcanzó en la campaña 2022/2023 cerca de un 60% de la superficie total del cultivo.
Dentro de las principales razones, se encuentra la aprobación del evento transgénico MON810 en 1998, que incorporaba una proteína que otorgó resistencia al barrenador del tallo (Diatraea saccharalis), plaga de gran incidencia en fechas tardías. En segundo lugar, la mayor disponibilidad de agua en período crítico, ligada a las precipitaciones de febrero, disminuye el riesgo de muy bajos rendimientos por estrés hídrico. Finalmente, la disponibilidad en el mercado de genotipos adaptados al ambiente particular de siembras tardías trae como consecuencia que esta práctica resulte atractiva para una gran parte de los productores, que ven en muchos años mejores resultados en comparación con una siembra temprana.
No obstante, a nivel de los programas de mejora, el aumento de la superficie de la siembra tardía supuso (y supone) un desafío en la selección del germoplasma. Las condiciones de crecimiento demandan que los híbridos incorporen ciertas características vitales, como una mayor fortaleza de caña, necesaria para sobrellevar la removilización ligada a la baja radiación en llenado de granos, como también a la mayor persistencia del cultivo en el campo, ligada a una dinámica de secado de grano más lenta. A nivel de estrés biótico, los genotipos se exponen a una mayor presión de plagas, como el gusano cogollero (Spodeptera frugiperda) y enfermedades como el tizón común del maíz (Exserohilum turcicum).
Hoy, en el programa de ACA, los ambientes de fecha tardía son un objetivo de selección específico. En primer lugar, la Red Nacional de Evaluación de Nuevos Cultivares se ha rediseñado para cubrir los ambientes de fechas tardías donde las cooperativas tienen mayor frecuencia de este tipo de siembra. Sumado al incremento de la evaluación, se realiza una evaluación específica sobre la fortaleza de caña de los cultivares. Todos los años, más allá de la presentación o no de síntomas de quebrado, se pueden detectar localidades donde hay un debilitamiento de caña marcado en ciertos híbridos. Esta caracterización nos permite descartar híbridos que seguramente manifestarán a campo síntomas de quebrado en el futuro.
Finalmente, se realizan ensayos específicos en zonas y condiciones predisponentes para la aparición del tizón común del maíz (Exserohilum turcicum). Esta enfermedad es característica de siembras tardías y puede generar pérdidas considerables en aquellos años de aparición temprana y severa. Del mismo modo que con otras evaluaciones, año tras año los ensayos de tizón nos brindan información valiosa sobre la tolerancia de los híbridos y las líneas a esta enfermedad.
La reciente expansión de un nuevo vector, la chicharrita de maíz (Dalbulus maidis), y la consecuente aparición del achaparramiento en una buena parte de la zona de cultivo, supone un nuevo desafío para los programas. Para ello, tanto el establecimiento de ensayos que permitan hacer una evaluación precisa, como la identificación de fuentes de resistencia, serán claves en la velocidad con la que los distintos programas de investigación podrán responder a esta problemática.
El autor es breeder del Programa Maíz de la Asociación Cooperativas Argentinas (ACA)
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