Lo que hace una década parecía una posibilidad muy lejana hoy ya es realidad: la producción de maíz en la Patagonia argentina gana hectáreas año tras año y alcanza los máximos rendimientos a nivel nacional. Pero esto recién empieza.
Si bien la información oficial es aún escasa, diversas estimaciones muestran que en los valles patagónicos hoy se siembran más de 20.000 hectáreas de maíz, frente a las 1550 hectáreas relevadas en 2005. Los principales y mayores desarrollos se ubican en el Valle Inferior y Medio del Río Negro y en el Valle del Río Colorado.
En estos últimos años, se viene avanzando también en el Valle Inferior del Río Chubut y en la zona del Alto Valle del Río Negro, donde el maíz empieza a ser una alternativa viable frente a la fruticultura, que viene acumulando varios años de crisis, o al menos resulta un complemento interesante, de la mano del crecimiento de la ganadería. Así, son todos emprendimientos maiceros que se dan en las provincias de Río Negro, La Pampa, Buenos Aires, Chubut y Neuquén. Para el desarrollo del cultivo en la región compartimos el enfoque de cadena productiva y de trabajo multidisciplinario que propone Maizar.
La funcionalidad del cultivo en estas zonas ya está largamente probada y los rendimientos alcanzados por algunos productores son realmente sorprendentes, al punto que superan los logrados en la zona núcleo de nuestro país. ¿Cómo se explica que los rendimientos en esta región sean superiores a los alcanzados en las pampas más fértiles?
Ocurre que el rendimiento potencial de cultivo de maíz (200 qq/ha) está determinado por las condiciones de radiación y temperatura del ambiente, y en los valles patagónicos de la Argentina estas dos variables registran valores cercanos al óptimo para maíz. Las altas temperaturas diurnas en verano, combinadas con noches frescas y una alta radiación (heliofanía), generan condiciones altamente beneficiosas para el crecimiento y desarrollo de este cultivo.
Vale aclarar que lo que hace que definitivamente estas regiones sean productivas es la cantidad y calidad de agua para riego disponible que, de no aprovecharse, termina salinizándose en el Océano Atlántico.
Respecto del manejo técnico del cultivo, Aníbal Cerrudo, de la Chacra Valles Irrigados del Norte Patagónico de Aapresid, expresa que la correcta elección de la fecha de siembra para el maíz en los valles patagónicos es clave. Si bien es un ambiente de mucho potencial, la latitud es muy alta, por lo tanto, al atrasar fecha de siembra, la tasa de crecimiento tiene una caída muy fuerte, mucho más que en el resto de las regiones productivas del país.
Por lo tanto, los altos rendimientos se obtienen con siembras tempranas durante el mes de octubre". A su vez, nuestra experiencia nos muestra que es necesario un correcto ajuste de la densidad de siembra en función del híbrido, que nos permita capturar esa gran oferta de recursos y lograr así rendimientos cercanos al potencial.
A nivel de campo se están obteniendo rindes entre 130 y 190 qq/ha, lo que significa un alcance de alrededor del 80% del rendimiento potencial del cultivo de maíz, valores en los que sería posible estabilizarse.
Uno de los pioneros en el Valle Medio del Río Negro fue Guillermo Costaguta, de la firma Hercos, en la localidad de Luis Beltrán, quien hace más de 15 años produce maíz bajo riego en la región, de la mano de Diego Albarracín, titular de Agrocultivos del Sur. En esta última campaña, alcanzaron rendimientos de 168 qq/ha.
En la misma localidad, el productor Luis Parra destina 250 hectáreas de su rotación al maíz y el 100% de la producción tiene como destino la transformación a carne vacuna dentro de su sistema ganadero de ciclo completo. Según el consultor Alfonso Callegari, los mejores resultados los lograron con híbridos de ciclo completo y altos niveles de fertilización en siembras tempranas. Según Parra, la superficie de maíz en la región crece de manera notable cada año, por la alta demanda del cereal debido al constante crecimiento de la ganadería, que llegó para quedarse.
La reciente apertura del mercado de Japón (uno de los principales compradores de alimentos del mundo) para la importación de carne de la Patagonia argentina genera mucho entusiasmo en los productores y promueve aún más la actividad ganadera en la región, que cuenta con la gran ventaja competitiva de ser zona libre de aftosa sin vacunación (condición necesaria para ingresar carne al preciado mercado nipón).
Nuestro país está frente a una gran posibilidad de desarrollo productivo y socioeconómico en la región norpatagónica, que cuenta con 1 millón de hectáreas potencialmente irrigables según el Estudio del Potencial de Riego en la Argentina (PROSAP-FAO). Actualmente se logra regar menos del 15% de esa superficie.
Resulta necesario el trabajo conjunto entre el sector público y el privado en la generación de infraestructura -rutas, canales de riego y plantas de almacenamiento-, para que la brecha entre lo potencial y lo logrado sea cada vez menor. Una distancia que, si hablamos de rendimientos de maíz en la Patagonia, ya hemos conseguido achicar.
La realidad y el potencial
En los valles Inferior y Medio del Río Negro y el valle del río Colorado están los principales desarrollos. En 2005 había poco más de 1500 hectáreas relevadas; en la actualidad hay 20.000, según se estima. La reciente apertura del mercado japonés para la carne de la Patagonia genera oportunidades para la ganadería.
El autor es coordinador de Excelencia Comercial de KWS Argentina
Santiago Felizia