Mientras SanCor agoniza, el gobierno de Mauricio Macri y Atilra, el gremio de los trabajadores de la industria láctea, subieron al ring para protagonizar la pelea de fondo. La primera respuesta que tuvo Atilra a la intención del Gobierno de discutirle el aporte “solidario” de 3868 pesos por empleado que cobra de las industrias fue el paro nacional dispuesto esta semana como parte de “un plan de lucha que dejará a todo el país sin leche”, tal como afirmaron en un comunicado. Pero el paro duró sólo 24 horas. La segunda respuesta del gremio fue sentarse en el Ministerio de Trabajo para acceder a una reducción del aporte en cuestión. El acuerdo destraba los 450 millones que el gobierno tenía destinados para el salvataje de SanCor que serán auditados.
Lo cierto es que hace tiempo que el Gobierno y Atilra se vienen midiendo. Es un secreto a voces que Mauricio Macri tiene entre ceja y ceja a Héctor “Etín” Ponce, el secretario general del sindicato. Con la crisis final que está padeciendo SanCor, el Gobierno entendió que había llegado el momento de enfrentar al gremio que viene sometiendo desde hace por lo menos diez años a toda la industria láctea a su arbitrio. Atilra es una expresión cabal del “vamos por todo” kirchnerista. Creció de la mano de matones y del chantaje permanente a la industria que elabora un producto tan perecedero como la leche. Y el Estado que manejó el kirchnerismo lejos de ser un freno a los excesos de todo tipo fue un excelente compañero de ruta gracias a la plena sintonía que mantuvo Atilra con el ex ministro de trabajo Carlos Tomada.
Las declaraciones del presidente Macri en su visita de esta semana a la ciudad de Santa Fe dejaron en claro que le preocupa la situación de SanCor, pero que le preocupa aún más la del resto de la industria láctea. Entre los muchos errores cometidos en los últimos años mencionó “un pésimo convenio laboral casi inviable para la industria”. Se refería al aporte “solidario” de 3868 pesos que aseguraba al gremio un ingreso de más de $ 100 millones por mes si se tiene en cuenta que son 27.000 los trabajadores que abarca el convenio colectivo.
La forma que Atilra obtuvo esta caja en 2009 es muy poco clara. El CIL y Atilra negociaron un aporte fijo y no actualizable de 100 pesos de carácter extraordinario, por sólo tres meses, y solidario para paliar la crisis financiera que sufría el gremio. Pero lo acordado no fue lo que se terminó firmando en el Ministerio de Trabajo. ¿Qué pasó? Los industriales consultados no lo explican con claridad. “En el CIL no somos veinte boludos que firmamos cualquier cosa. Tenemos que lidiar permanentemente con un gremio muy agresivo y una actividad muy sensible al boicot. Preferimos siempre un mal arreglo al conflicto”, confiesa un industrial exasperado ante la pregunta. Vale aclarar que este aporte “solidario” que se renegoció en las últimas horas se suma a otros dos aportes extraordinarios que están por encima de las cuotas sindicales y los aportes para las obras sociales que la industria no discute y viene pagando. Sumadas alcanzan el 6,5% del sueldo de cada categoría y representan 1625 pesos por empleado.
La cuestión es que el Gobierno no está dispuesto a seguir convalidando un modelo que afecta seriamente a la competitividad de la industria láctea. Ni tampoco a seguir tirando plata indiscriminadamente al buzón sin fondo que se convirtió SanCor en los últimos años. Es una operación riesgosa por los costos sociales que se pueden terminar pagando. Hay por lo menos 16 localidades y 4000 empleados relacionados a la suerte de la cooperativa en forma directa a lo que hay que agregar todo el entramado de servicios indirectos. “Sunchales mete miedo. Hay empleados jerárquicos que no cobran desde enero y dicen que ya no les calienta lo que pase con SanCor”, difundió un tambero que se fue de la cooperativa.
De las malas decisiones que llevaron a SanCor a esta situación terminal se destaca la de haber desestimado en 2006 la carta de intención de compra de Adecoagro. En cambio, el entonces presidente Néstor Kirchner y Alicia Castro –entonces embajadora en Venezuela– le encontraron un salvavidas que terminó siendo de plomo. Venezuela no sólo terminó siendo un mal pagador –le debe cerca de 70 millones de dólares–, sino que obligó a redireccionar la leche que se elaboraba para el queso y el suero a una commodity como es la leche en polvo. Esta decisión empeoró la situación de la cooperativa.La marcha atrás de Atilra con el paro evitó por el momento que SanCor se cayera al abismo.