Junio de 1872, llega el invierno a Buenos Aires. Llega también nuevamente a la ciudad don José Hernández, en plena flor de su madurez, con 38 años, aureoleado ya por su fama de la prosapia gauchesca. Estanciero, gran periodista, patriota, luchador y gran poeta.
Llega también una carta para él de un joven poeta gauchesco uruguayo, residente en Buenos Aires, en aquellos dorados tiempos en que los amigos se carteaban. Es de un poeta en plena flor de su juventud, 24 años, que le envía su obra ya terminada y dedicada, donde narra las viscisitudes que sufrieron en la revolución del general Aparicio, en Uruguay, los tres gauchos orientales: Julián Giménez, Mauricio Baliente y José Centurión, apartados de su amada vida de gauchos, para afrontar la guerra como improvisados y patriotas soldados.
Inmediatamente después de haber leído la obra cuyos fragmentos conocía, Hernández envía a su joven amigo una calurosa felicitación, aconsejándole que prosiga siempre en la línea de esa valiosa contribución a la exaltación del gaucho. Ambas cartas las consigna Horacio Jorge Becco en su obra "Antología de la poesía gauchesca".
Mientras los tres amigos conversan, entre mate y mate y algún trago de caña para refrescar su garganta y su mente, se hace patente todo lo que han sufrido durante su patriótica intervención como combatientes en la revolución del general Aparicio, sin perder su índole de gauchos valientes.
En la mente genial de Hernández, y en su corazón de gaucho, la inspiración de poeta enciende una idea: ¿y si en lugar de referirse a un hecho histórico particular que comentan los tres gauchos orientales, un payador gaucho arquetípico cantara con su "Viguela" los dolores y las injusticias que sufren todos los gauchos?, y así, se pusieran en evidencia la nobleza de su conducta y la obligación de las autoridades para concederles los derechos de que son privados, porque "debe el gaucho tener casa, escuela, Iglesia y derechos". ¿Acaso este payador podría mover los corazones, modificar las ordenanzas injustas y devolver al gaucho a su vida tan necesaria para la grandeza de nuestra Patria?
La obra de José D. Lussich, el poeta gauchesco uruguayo, es un hito que indica el comienzo de la reivindicación del gaucho, que en la época sufría la injusticia de ser obligado a prestar servicios de todo tipo en los fortines de la frontera con los indios pampas, que eran bruscamente separados de su hogar. Desesperado y enconado con la sociedad que tanto lo había maltratado, perdido su hogar, no es de extrañar que llegara a embriagarse y a cometer un crimen. Sin embargo, su nobleza no le hacía perder su fe en Dios ni la esperanza de llegar algún día a recuperar su sencilla felicidad.
En la inspiración de José Hernández, todas estas circunstancias sin duda se hicieron presentes y le dictaron las sextinas que canta su payador para atestiguar su alegato. "...que al gaucho que lo desvela/ una pena estrordinaria / como la ave solitaria / con el cantar se consuela"...
Son los últimos tiempos de primavera que anuncian el verano. Aparece la edición más que modesta, en papel de periódico, casi con apariencias de folleto, de una obra... es El gaucho Martín Fierro y la firma don José Hernández.
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