El éxito de un sistema que logre dominar el problema de malezas reside en una estrategia conjunta y coordinada de un sinfín de prácticas. Los especialistas brindan algunos consejos que pueden ser de gran ayuda para alcanzar este objetivo
Detrás de toda buena estrategia siempre se esconden algunos secretos que aseguran la efectividad del proceso. Y esta premisa no escapa al caso del manejo integrado de malezas, una práctica que ha demostrado prevenir y contener el avance de esta problemática que aqueja la productividad del suelo argentino y del mundo.
En primer lugar, se impone conocer qué tipo de maleza se encuentra en el lote y su forma de crecimiento, lo que técnicamente se denomina su dinámica poblacional. Se necesita saber qué requerimientos necesita para su germinación y para producir sus semillas. Con esa información es posible diseñar una acción concreta y específica contra cada especie. Y además, se debe descartar la política de “apagar incendios” y optar por una mirada más a largo plazo, aplicando diferentes prácticas e integrándolas en un esquema coordinado.
“Se aconseja utilizar e integrar todo tipo de prácticas agronómicas, y no pensar únicamente en el uso de herbicidas. Aunque no los excluyo, sí se debe contribuir a mejorar su eficacia y otorgar una mayor sustentabilidad a los recursos”, explica Julio Scursoni, profesor de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires. Y en su opinión, la madre de todas estas batallas se encuentra en la rotación de cultivos.
“Si en el lote hay una maleza como avena negra, que crece en el mismo tiempo que el trigo, al próximo año deberíamos probar sembrando girasol, por ejemplo, porque cultivar el mismo producto favorece el crecimiento de la avena negra”, grafica el especialista. Dicha práctica implica además la rotación de herbicidas ampliando el espectro de los modos de acción y debería realizarse no sólo en la etapa de barbecho sino durante el ciclo de cultivo. Sobre todo en el caso de los herbicidas residuales.
Pero el uso constante de herbicidas trae aparejada otra problemática: la persistencia fitotóxica o carry over, que puede llegar a impactar negativamente en los cultivos e incluso contaminar el agua subterránea. En ese sentido, el profesor de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Francisco Bedmar, brinda algunas estrategias para impedir o atenuar la residualidad de los herbicidas. Al planear aplicaciones, hay tener en cuenta tanto las condiciones climáticas como cuáles serán los cultivos futuros. También es indispensable sembrar cultivos tolerantes y evaluar la posibilidad de realizar un laboreo para diluir el herbicida. A su vez, es de utilidad realizar bioensayos o análisis químicos del suelo.
También hay toda una serie de prácticas que pueden aplicarse con el objetivo de utilizar dosis de herbicidas por debajo del rango permitido o al menos con una mayor eficacia. Por ejemplo, en la medida en que se incrementa la densidad de siembra del cultivo o se disminuye la distancia entre surcos, las malezas se vuelven más sensibles al herbicida debido a su pequeño tamaño. Otra posibilidad es sembrar el cultivo luego de haber realizado un barbecho químico sobre los manchones de malezas. De esta manera, se evita la competencia inicial entre el cultivo y las malezas, que tienden a aparecer en mucha menor cantidad.
La limpieza de los implementos y cosechadoras (que pueden llegar a ser una gran fuente de diseminación de distintas especies) es otro ítem a tener en cuenta en el manejo integrado, junto con las precauciones que se deben tomar a la hora de la cosecha. “Muchas veces, gran parte de las semillas de malezas vuelven al suelo luego del zarandeo de los granos en la máquinas. O sea, por un lado se cosecha el cultivo pero paralelamente también se dispersa el problema”, se queja Scursoni. Su recomendación es tratar de minimizar este impacto mediante algún dispositivo adaptado a la cosechadora (como se realiza en otras partes del mundo) que permita la correcta separación de los granos y retenga o enfarde las semillas de maleza.
Pero el concepto del manejo integrado de malezas también tiene sus límites y requieren de una mirada más amplia. “Si una persona alquila un lote por un año, es probable que tenga muchas menos intenciones de hacer un buen manejo que si lo alquila por cinco”, afirma Scursoni, quien reclama más rigurosidad de las autoridades controladoras y premios para aquellos que desarrollan estrategias de producción sustentables y conscientes. Por su parte, Bedmar señala que se debe prestar particular atención en los convenios de alquileres y aconseja que antes de arrendar un campo se debe recabar información sobre las aplicaciones de herbicidas residuales que se hayan hecho anteriormente.
En definitiva, los especialistas insisten en que se debe dejar de apostar a una mirada cortoplacista y adoptar una serie de medidas estratégicas y coordinadas que permitan entender el problema en su conjunto.
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