Con el concepto de agregado de valor y diferenciación, los Sigstad desarrollaron una marca propia y elaboran derivados para la industria
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La finca de Juan Sigstad está en La Cocha, al sur de Tucumán. En suelos molisoles del Pedemonte de la provincia, en 320 hectáreas desarrolla cultivos de limón (80% de la superficie), naranja (10%) y mandarina (10%). El 60% de esa superficie recibe riego presurizado, por goteo o microaspersores, al tomar agua del embalse del río San Ignacio, que nace en Catamarca. Sigstad también incursionó en el cultivo de caña de azúcar convencional y orgánica, y en la producción de paltas.
Hasta aquí no habría gran diferencia con un buen productor de la región. Pero este inquieto empresario agrega valor a la producción primaria con dos herramientas: realiza el acondicionamiento y empaque de la fruta fresca y la vende con marca propia garantizando la condición orgánica del producto.
Sigstad destaca que la humanidad viene incorporando rápidamente el consumo de alimentos orgánicos. “Hay una demanda significativa y cada vez más la gente busca productos con menos impacto ambiental durante la producción y de menor contaminación sobre la salud humana”, resalta y menciona como ejemplo que en el hemisferio norte varias cadenas de supermercados ya han instalado góndolas de productos orgánicos.
Cítricos orgánicos con marca
En 2008, luego de producir citrus con manejo convencional durante muchos años, Sigstad, con su esposa, Claudia Mercedes Jalil, y sus hijas, Carolina, Sofía y Virginia, decidió dar un golpe de timón y empezar a ofrecer un producto sin químicos, porque veía que la demanda se orientaba a alimentos con mínima o nula carga de residuos. También puso en marcha el acondicionamiento de la fruta producida, para tener autonomía comercial, llegar más cerca del consumidor y evitar los vaivenes de precio que genera la cadena comercial a lo largo del año.
En el caso del limón, en Tucumán, en promedio, el 30% de la producción se destina a fruta fresca y el 70% a industrialización. Normalmente, en una finca solo un tercio se cosecha sin daños y puede ser ofrecido para venta tal cual para consumo humano; los dos tercios restantes generalmente tienen algún daño producido por una plaga o durante la cosecha o transporte, y se orientan a la producción de jugos, aceites y otros productos industriales.
Juan vende la fruta fresca como producto orgánico con su marca principalmente al mercado interno y una parte menor la exporta a Canadá. “Los embarques al exterior no aumentan porque hay una falta de regulación de normativas para ingresar a Estados Unidos y Europa, por escaso interés de las autoridades en este tipo de producciones especiales”, se queja Sigstad. Internamente, los productos Biotuc se pueden ver en las góndolas de un hipermercado líder y también son comprados por Tallo Verde, una huerta de Open Door que entrega productos orgánicos certificados a domicilio. La fruta es acondicionada en su planta de empaque, que además presta servicios a terceros.
El resto de la fruta se vende a una industria local con la cual Sigstad tiene un convenio de compra, que produce y comercializa luego el producto final, como el jugo o el aceite esencial. La industria del limón es la segunda en importancia en Tucumán luego de la azucarera. Un litro de jugo concentrado requiere 17 kilos de fruta fresca para su fabricación. Un litro de aceite esencial exige 200 kilos.
“Con la venta de un producto orgánico logramos más estabilidad en los precios a lo largo del año, ya que este limón no es un commodity; es una especialidad, algo distinto, y los consumidores de estos productos -personas o instituciones- no se fijan en el precio; quieren alimentos sanos y los pagan. El limón convencional, en cambio, sufre fuertes caídas de precio de mayo a agosto y recién se valoriza en octubre-noviembre” diferencia el empresario.
“El sobreprecio por la condición orgánica puede ser del 20 al 60%, según momentos, porque depende del juego de la oferta y de la demanda”, explica Sigstad. Y agrega: “en la Argentina, el mercado de citrus orgánicos se está desarrollando gradualmente, sigue siendo un mercado chico, porque se trata de un país en el que el poder adquisitivo es bajo”.
Para asegurar la condición orgánica, Sigstad no usa insecticidas ni fungicidas químicos en los frutales. Para controlar plagas insectiles -como cochinilla, trips y áfidos- utiliza productos biológicos comerciales a base Bacillus thuringiensis y Bauveria sp. Como fungicidas biológicos se emplean Bacillus subtilis y Trichoderma sp. También tiene permitido utilizar cobre como fungicida. La base de todo el manejo del suelo es con Microorganismos Eficientes, tecnología desarrollada por Teruo Higa, en Okinawa, en la década del 80.
En la finca de Sigstad se aplican las normas Global Gap, de Buenas Prácticas Agrícolas, aceptada por todos los supermercados del mundo, y NOP y AR/UE para asegurar la condición orgánica. En el empaque, las normas establecidas son Haccp, NOP, NOP-Canadá y AR-UE.
Un tema por considerar son los rindes de los cultivos de citrus orgánicos. Al no utilizar agroquímicos protectores, teóricamente tendrían menor expectativa de productividad. Sin embargo, este hecho debe confrontarse con los menores costos de producción, un factor de peso en años de precios bajos.
Por ejemplo, en la campaña pasada, el costo de producción de un cultivo convencional de limón en Tucumán fue de 3200U$S/ha aplicando 200 milímetros de riego. El orgánico requirió mucho menos, según Sigstad: 1200U$S/ha. En la misma campaña, con un rinde de 70t/ha de limón y un precio de 45-50U$S/t pagados por la industria, un productor convencional perdió 100U$S/ha. El orgánico, en cambio, vendió su fruta fresca a 100U$S/t y obtuvo margen positivo.
El azúcar orgánico, a la vista
El cultivo de caña de azúcar se realiza en alrededor de 360.000 hectáreas en el NOA y es desarrollado por 8000 productores, generalmente pequeños. Veinte ingenios la industrializan y producen de 2 a 2,5 millones de toneladas de azúcar. El consumo interno absorbe 1,6-1,7 millones de toneladas y el resto se exporta en un mercado complejo. La producción de bioetanol es de 500.000 metros cúbicos por año. La caña genera 54.000 puestos de trabajo directos y 140.000 indirectos.
Juan Sigstad participa de esta actividad al cultivar 220 hectáreas de caña convencional y otro tanto de caña orgánica. “La diferencia que hay entre una y otra es básicamente nutricional: para la convencional se utilizan fertilizantes químicos y para la orgánica se hacen aplicaciones con Microorganismos Eficientes y Azospirillum, un género de bacterias promotoras del crecimiento vegetal”, distingue. También se usa compost de vinaza (subproducto de la producción de alcohol) y de cachaza (subproducto de la producción de azúcar).
En el control de malezas también hay diferencias: en caña convencional se aplican herbicidas y en la orgánica se realiza control mecánico. Respecto del combate de insectos, la principal adversidad es el barrenador de la caña, pero no resulta rentable su control. Por otro lado, en cultivos orgánicos de muchos años, con equilibrio nutricional y suelo sano, se produce un fortalecimiento de los tejidos que hacen más fáciles de controlar los ataques de plagas. Gran parte de este comportamiento vino de la mano de cambios en el manejo del cultivo: años atrás se cosechaba e inmediatamente se quemaba el rastrojo, lo que también quemaba la vida del suelo. Ahora se consiguen cultivos más fuertes al mantener la actividad edáfica sin disturbios.
La caña producida por Sigstad –convencional y orgánica- se destina a Arcor. La segunda está certificada con normas internacionales que permitirán que la empresa industrial ofrezca azúcar orgánico próximamente.
En la caña orgánica producida por este empresario no se advierten diferencias de rendimiento con respecto a la media de Tucumán (60t/ha). Por otro lado, la condición orgánica da estabilidad de precio y atenúa la fluctuación de valor a lo largo del año que sufre el commodity azúcar.
Radiografía del limón
- Según datos de Ferdercitrus, desde 2009 a 2017, la producción de limón promedió 1.447.000 toneladas por año en la Argentina, con un mínimo de 950.000 toneladas en 2014 y un máximo de 1.750.000 en 2011
- La principal provincia productora es Tucumán, con 1.300.000 toneladas. Le siguen Salta (240.000), Corrientes (60.000) y Jujuy (47.000). En la Argentina, toda la cadena del limón da empleo a 44.000 personas
- El consumo per cápita de limones frescos en la Argentina es de aproximadamente 3 kilos por habitante y por año. Los limones que van a industria producen aceite esencial que se usa como saborizante de bebidas sin alcohol y como aromatizante en la industria cosmética.
- Otro subproducto es el jugo concentrado, que se utiliza para condimentar carnes y ensaladas o para la producción de bebidas gaseosas y alcohólicas, aguas saborizadas, dulces y helados.
- De la cáscara deshidratada del limón también se obtiene pectina, que es un aglutinante utilizado en la industria alimenticia y farmacéutica que, luego de varios procesos industriales, se vende en forma de polvo.
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