Como ocurre en otros países productores, en la Argentina también avanza esta tecnología; las claves de un proceso que no tiene vuelta atrás
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Vacas que se ordeñan solas. Voluntariamente. Sin necesidad de que el personal de un tambo se levante a las dos de la mañana para realizar el primer ordeño. ¿Sueño o realidad? Algo palpable, real. Es el ordeño robótico, que cobra cada vez más difusión en el país, a semejanza de lo que sucede en el mundo.
La tecnología consiste en la incorporación de un equipamiento que permite extraer la leche con menor intervención humana en esta tarea y más tiempo en la gestión del sistema. Se utilizan equipos con tecnología de lectura láser y 3D, que permiten colocar y retirar automáticamente las pezoneras. Las vacas van a las instalaciones de ordeño voluntariamente, en el momento que lo deciden, sin horario fijo.
Los robots de ordeño se ubican en boxes individuales en un tinglado o en un espacio dentro de los establos. Una vez que una vaca se instala en un box, donde se le provee alimento concentrado, se extiende un brazo -semejante a los que hacen soldaduras en las líneas de fabricación de autos- que, mediante un láser “lee” los pezones y “dibuja” la ubre al robot, para que se guíe en la colocación de las pezoneras.
“La primera vez que se ordeña la vaca, el robot memoriza lo que leyó”, explica el consultor lechero Juan Monge. Posteriormente, intenta colocar las pezoneras con la información que dispone, auxiliado por el vacío que produce. De ahí en adelante, detecta el flujo de leche y comienza a ordeñar grabando esas posiciones. En el siguiente ordeño, con la información disponible, el robot ya conecta más fácilmente las pezoneras. Y la tercera vez ajusta mejor todavía los movimientos del brazo.
Los robots de ordeño son equipos que emplean algoritmos que van “aprendiendo” a medida que más veces se ordeña la vaca. Se pueden complementar con una cámara 3D ubicada por encima del animal, que “lee” cuando se mueve y le “avisa” al brazo para que se adapte a esa nueva posición. Otros sistemas ajustan físicamente el espacio del box según el tamaño de la vaca que entre a cada ordeño.
Con el ordeño robotizado no hacen falta dos o tres turnos para el ordeño. Habitualmente, las vacas van voluntariamente a los robots a cualquier hora del día, con mínima necesidad de presencia del personal en las instalaciones para la tarea del ordeño. Con ese criterio de libertad para los animales, se puede conseguir más producción de leche por mayor descanso, menor estrés por los arreos, etc. “Los sistemas convencionales de ordeño exigen 45 a 60 minutos para la operación, entre arreo, extracción de leche y vuelta del lote por cada ordeño; con equipamiento robótico la operación demanda 6 a 15 minutos por ordeño. Los movimientos que se ahorran permiten que las vacas se echen y descansen más tiempo, que fluya más leche a las ubres y que aumente la producción”, indica Monge.
Las vacas se dirigen voluntariamente a los robots principalmente en búsqueda de alimento. De acuerdo con el sistema que se implemente, pueden tener tránsito libre o guiado. El primero define que la vaca puede ir de su lugar de descanso a la ración, al agua o al robot según ella lo defina; en el segundo, el animal debe seguir un circuito para acceder a la ración y al agua, que generalmente la induce a pasar primero por el robot. La frecuencia de ordeño varía con el tiempo de lactancia determinando que la vaca que más lo requiera más se ordeñe y, por lo tanto, reduzca la presión en la ubre.
Las razones para implementar un cambio hacia el ordeño robótico son varias. “En muchos casos, se incorpora cuando hay necesidad de una renovación de la sala de ordeño, que está en malas condiciones o resulta obsoleta”, afirma Monge. “Supone un cambio de paradigma, un aggiornamiento que permite un trabajo menos esforzado del personal e impulsa el aumento de producción láctea”, agrega.
El sistema de ordeño robótico incorpora indefectiblemente mediciones individuales de salud y de producción de los animales. Los robots tienen sensores que miden a la velocidad de ordeño, el flujo de leche, la temperatura, las células somáticas, etc. Con todos esos datos se pueden anticipar problemas sanitarios e implementar medidas preventivas. Con la ayuda de collares también se pueden detectar las vacas en celo. “Si bien las salas convencionales pueden contar con mucha de esta información, el robot suele ser la excusa para ese salto tecnológico”, observa Juan.
El ordeño robótico no se recomienda para empresas que no han alcanzado un nivel de eficiencia mínimo en el manejo de la alimentación o que tienen indicadores productivos deficientes en general. “Antes de pensar en un cambio del sistema de ordeño habría que eficientizar el sistema productivo para producir más leche, con alta eficiencia de conversión de alimento en producto”, aconseja el experto.
Al contrario de lo que mucha gente cree, la escala no es factor que limite la adopción del ordeñe robótico. Un robot puede ordeñar 60 vacas y esa es la cantidad mínima para incorporar un equipo. De ahí en más, no se conoce el límite superior. En Estados Unidos hay tambos con 40 robots y en Chile, con 64. En el país hoy hay robots para el ordeño de tres marcas: Lely, De Laval y GEA. Las dos primeras, con mayor número de robots vendidos en el mercado argentino. El costo promedio del ordeño robótico es del orden de 2500 dólares por vaca.
Adaptación
No todas las vacas se adaptan al ordeño robótico con facilidad. Hay animales que se plantan y deben ser obligados a ir a ordeñarse, mientras otros aceptan sistema con facilidad, como las vacas Jersey. También hay diferencias en la velocidad de ordeño. A igual producción, el tambero preferirá quedarse con un animal que se ordeña en seis minutos frente a otro que demanda diez por tener menor flujo de leche. Se puede seleccionar por ese carácter.
La conformación de la ubre es otro factor por considerar. Son preferibles animales con cuartos simétricos y homogéneos. En ese sentido, Juan Pablo Martinengo, asesor técnico en Leche de Select Sires & Juan Debernardi, dice que “independientemente del sistema de ordeño, la ubre debe tener una buena conformación”. Agrega que “no existe discusión con respecto a las inserciones de la glándula mamaria: debe tener una firme inserción anterior, bien adherida al abdomen, con capacidad, como así también un adecuado ligamento medio fuerte”. Con estas características se consiguen ubres más funcionales y saludables, y vacas con mayor longevidad.
Es muy importante tener en cuenta que la forma y posición de las diferentes partes de la ubre y la fuerza con que se sostiene a través de las inserciones son muy heredables. Por ello, con la selección genética se puede modificar su posición y su estructura anatómica.
“Las ubres más funcionales tienen forma simétrica y con profundidad adecuada. Lo ideal es alrededor de cinco centímetros de distancia entre el piso de la ubre y el garrón en vacas adultas, con una firme inserción de los ligamentos suspensorios, que la mantienen adherida fuertemente el abdomen, lejos del piso, que puede ser fuente de contaminación o de lesión de las ubres muy descolgadas”, define Martinengo. La solidez de estos ligamentos es fundamental para que la ubre soporte altas producciones y dure la mayor cantidad de partos posible.
Por otro lado, los pezones tienen que ser de un largo adecuado (cinco a seis centímetros) y deben estar ubicados bien por debajo de cada cuarto de la ubre, con forma homogénea. Cuando se tiene este tipo de pezones, las vacas se van a ordeñar de forma correcta, sin dejar residuos de leche y sin problemas de mastitis, que es la principal causa de pérdida económica en la cadena láctea estadounidense.
La capacidad de la ubre debe ser la suficiente para producir y almacenar gran cantidad de leche. Con ese propósito es muy importante que tengan una excelente textura, con una ubre posterior muy alta y muy ancha. Si se mira la vaca desde atrás, el tejido secretor de la ubre debe comenzar lo más alto posible, cerca de la vulva, con suficiente ancho para que le dé capacidad de producción. Hay que considerar que los cuartos posteriores producen, aproximadamente, el 60% del total de leche.
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