Los palomares aparecieron en el país con los primeros inmigrantes europeos que fueron llegando a fines del siglo XVIII, ingleses, irlandeses, franceses, españoles, que se fueron radicando en campos de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos.
¿Que son los palomares? Como su nombre lo indica, construcciones rurales con forma de torreón, cuyo fin era la cría de palomas aquerenciadas para consumo humano.
Se levantaban en el centro de un potrero o lote, lejos de árboles y construcciones ya que solían ser lugares de ruido alborotado y mal olor. Sus formas variaban, podían ser de planta cuadrada, octogonal, hexagonal o circular, de un diámetro de aproximadamente tres metros y hasta seis de alto. Construidos de ladrillo macizo, estos se trababan de forma que adentro de estas construcciones quedaran configurados pequeños nichos donde palomas silvestres o domésticas pudieran anidar. Una puerta de chapa o madera protegía el ingreso de extraños y una escalera interna permitía el acceso a los nichos o nidos más altos.
Podían estar revocados o ser de ladrillo visto. Su altura y cornisamiento evitaban el ingreso de depredadores como iguanas, gatos, comadrejas y ratones. A veces se blanqueaban con cal para lograr mayor higiene. Algunos, si bien no fue muy común, tuvieron techo con aberturas laterales. La boca a cielo abierto de los palomares no impedía el ingreso a aves rapaces (caranchos, chimangos, etc.) en cuyo caso había que ahuyentarlos.
Los propietarios de los palomares los visitaban periódicamente y recogían los huevos y pichones con fines gastronómicos. Alguna vez inclusive se usaron para tiro al pichón y también hubo quien recogía el guano para usarlo como fertilizante. Los inmigrantes contaban con una gran cultura culinaria con respecto al uso de aves para consumo. Estofados, guisos, revueltos, asadas, en conserva, en escabeche, etc. fueron algunas de las recetas de la época que sirvieron como opción a la monotonía del asado campero preferido por el gaucho, con la ventaja que se disponía de estos productos todo el año.
Esta costumbre de criar así palomas viene del Viejo mundo, llegando hasta la época del Imperio Romano donde fue habitual y se expandió hacia la península ibérica donde existen muchos ejemplos muy bien conservados como patrimonio arquitectónico. También los hay en Francia e Inglaterra donde fueron representantes de poder feudal en el medioevo.
La localidad de El Palomar en la zona oeste del Gran Buenos Aires, recibe su nombre del palomar histórico del lugar, hoy ubicado y con una muy buena restauración, dentro del terreno del Colegio Militar de La Nación. Originalmente propiedad de Diego Casero, data del siglo XVIII, es de gran tamaño, de planta circular y de tres pisos concéntricos.
Aún hoy se ven algunos que perduran con los años. En la ruta provincial 31 que une la RN7 y la RN8 (partidos de Salto y Rojas), se ve uno desde el asfalto a la altura de la ciudad de Salto. Aún recuerdo el de mis abuelos (hoy demolido) en el partido de Pergamino, de ladrillo visto y planta circular.
La gradual desaparición de los palomares de los campos se debió a varias circunstancias: higiene (las palomas como portadoras de virus o enfermedades) plaga, (son consumidoras de semillas de siembra), moda (ya no está vigente esta forma de cría tan silvestre), falta de mantenimiento, baja rentabilidad (sistema muy básico, obsoleto y poco eficiente) baja demanda de esta carne y a veces la necesidad de contar con dicha superficie para siembra o ganadería. Incluso, las palomas en el campo se han visto frecuentemente desplazadas por las cotorras, cuyo crecimiento exponencial va de la mano de la modificación de las condiciones de la tierra por parte del hombre.
Considero que se debería apoyar la recuperación de los palomares que aún quedan, ya que son testimonios, patrimonio y vestigios de nuestra rica herencia cultural de campo.
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