Tal vez "El Sur" sea el más conocido entre los cuentos de Borges referidos al campo argentino. Y la historia de Juan Dahlmann, ese hombre de ciudad un tanto soñador, lector del Martín Fierro, que tras un serio accidente viaja en uno de aquellos trenes al decaído casco de estancia que había heredado en el Sur, es posible que ya forme parte de la memoria cultural de los argentinos, como sin duda forma parte con otros cuentos de Borges de la mejor literatura.
La primera parte del relato es muy autobiográfica, por la descripción del personaje y su mundo, y porque el accidente que le ocurre a Dahlmann es idéntico al que en la vida real sufrió Borges al golpearse la cabeza con el filo de una ventana, y lo puso varios días entre la vida y la muerte, en un estado de inconciencia y ensoñación.
Y el cuento puede leerse como un relato directo, según se suceden los acontecimientos que van llevando a Dahlmann, inexorablemente, hacia su destino. Pero extrañamente, también puede ser otra cosa, ya que en cambio podría interpretarse descubriendo que desde su estadía en el hospital o desde el viaje en tren los demás hechos pueden no haber ocurrido nunca, y solo existirían en el estado de somnolencia en que se halla Dahlmann.
Y Borges deja ambiguamente la duda al lector, inspirándose posiblemente, opinamos, en el también ambiguo relato inglés llamado Otra vuelta de tuerca. ¿Es un cuento directo o una ficción dentro de la ficción? Borges mismo dijo alguna vez que se puede leerlo como una directa narración o de otro modo.
También se puede deducir, con una mirada política, que además es una metáfora de la famosa alternativa de Sarmiento entre civilización y barbarie planteada en el libro Facundo, que Borges admiraba. Una metáfora que asimismo se vislumbra en otro cuento magistral suyo situado en el campo profundo, "El evangelio según Marcos". Y no faltó quienes dijeran que habría alusiones a las circunstancias del país cuando escribió esos cuentos, y que él las veía como incorregibles, y por eso no son precisamente esperanzados.
Por todas esas facetas y los interrogantes que provoca, más allá del interés del relato y de su notable y rara descripción de las sensaciones, la ciudad, el viaje y aquel campo primitivo, "El Sur" ha dado materia para la interpretación. Como suele ocurrir en los relatos de Borges, en los que siempre se encuentra algo nuevo.
Y para culminar, el final puede considerarse incierto. O evidente, según se piense. ¿O imagen de alguna otra cosa? Y aquí le deja la palabra última al lector.
La vigencia continuada de la disyuntiva de Sarmiento lo convierte en un cuento argentino simbólico. Y hay un matiz más: aún en la actualidad, el lector tal vez haya sufrido o imagine sufrir circunstancias similares a las que cercan a Dahlmann en los penúltimos párrafos de "El Sur".
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