Los maestros del campo son muy importantes para el país y lo que hicieron en el siglo XX fue asombroso; ellos solitos fueron muchas veces el Estado, la bandera , la patria en lugares tan lejanos desérticos, olvidados, su huella nunca se borrará.
El canto y la guitarra de Víctor Velázquez de la obra de don Luis Landriscina sobre los maestros de campo hace rato que han llegado a la opinión pública del país sensibilizándola.
Landriscina es un gran destacador de muchos aspectos de nuestras grandes cosas nacionales y lo ha hecho sin atacar ni molestar a nadie.
La educación nacional que fue asombro del mundo, sin monumento aun, fue el semillero de los maestros, que llegaron a todos los rincones de la enorme geografía argentina como la flor del cardo, mejor dicho como la semilla del cardo. Tan importante fue esto para la argentinidad, para nuestra nacionalidad.
Nadie dijo algo tan grande sobre los puntanos como Domingo Faustino Sarmiento al comparar a los maestros con los viejos patriarcas de la Biblia. Estuvo un tiempo con su tío José de Oro, gaucho, sabio, cura presbítero, que fue maestro y mentor del prócer, tan a gusto estaba el joven que tuvo que venir a buscarlo el padre, que era bastante gaucho y cuidaba al hijo en sus primeras peligrosas andanzas. En el billete de $ 50 se ve a Sarmiento en esas vivencias, maestro, dando clases siendo adolescente, practicando una suerte de retiro, seminario y preparación para lo que fue. La escuela rancho existe.
Acaso desde el espíritu de Sarmiento, San Luis llevó la luz a los lugares más lejanos de la Argentina del siglo XX a través de los maestros puntanos, expresión que nomina a varias calles del país, hasta Córdoba (La Docta) tiene una escuela que lleva ese nombre; no son solo los maestros nacidos en la ciudad de San Luis a los que les corresponde esa denominación, sino a los egresados de todas las escuelas de la provincia. Es asombroso que en Villa Mercedes cuando tenía escasísimas población se erigieran escuelas tan grandes como la Escuela Normal Superior doctor Juan Llerena, de dos manzanas con una imponente fachada que corta una calle. Los sacrificios que los maestros puntanos hicieron en muchos casos estuvieron a la altura de los curas misioneros del siglo XVI. Si parece exagerado aconsejo leer Donde la Patria no Alcanza, de Polo Godoy Rojo.
Así, San Luis contribuyó en este aspecto con nuestro país como lo había hecho ya en las grandes causas nacionales.
El argentino que visite o vaya al "pago tranquilo de buenos amigos" como se llama a San Luis sabe que la pasará bien, a su vez el puntano es recibido en todas partes, pues la educación nacional, de la que ya hicimos mención logró que en las escuelas del país "millones de argentinitos vestidos como de nieve", como dice la canción, durante 100 años aprendieran quiénes fueron los granaderos puntanos y quisieran a Juan Pascual Pringles.
Y como se ve hasta en esto tuvo que ver el maestro, especialmente, el de campo, pues sus enseñanzas tuvo en el niño de campo una tierra muy fértil.
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