Casi al mismo tiempo se fueron dos próceres del folklore argentino. Uno el eterno Vitillo, el último de los Hermanos Abalos que quedaba vivo, en octubre de 2019 a los 97 años, y otro nada menos que el alma de Los Chalchaleros, el gran Juan Carlos Saravia, en enero de 2020, a los 89. Como marcando los acordes finales de una época incomparable de nuestro folklore.
Durante más 60 años, desde 1938, los santiagueños Hermanos Ábalos fueron el otro yo de la más bien nostálgica música folklórica, con su ritmo juguetón y su alegría contagiosa. Se hicieron famosos en 1942 con el Carnavalito quebradeño, en la película La guerra gaucha. Machingo, Adolfo, Roberto, Vitillo y Machaco, nombrados "en orden de cigüeña" como decían ellos, los cinco hermanos eran una unidad inseparable, cada uno con habilidades propias. El piano de Adolfo, tres guitarras, bombo y cinco voces, a lo que agregaron quenas, charangos y pinkuyos. Los Ábalos, que empezaron en el patio de la casa natal, siguieron con sus canciones, danzas y zapateos y llegaron hasta el Colón. Duraron hasta el año 2000, en que murió Machaco. Eduardo Falú dijo entonces lo que se puede aplicar a cada uno de ellos: "tu obra está presente en todos nosotros y en el alma del pueblo". Después Vitillo hizo él solo El patio de Vitillo Ábalos y siguió, incansable "bombisto" hasta el fin.
Los Chalchaleros nacieron en Salta, ¿dónde si no? Se presentaron en 1948, con la formación de tres guitarras y bombo que inventaron y se hizo tradicional. Y Juan Carlos Saravia, que tenía 18 años, estaba entre esos cuatro fundadores, como estuvo hasta la última presentación en 2003. En total se sucedieron diez integrantes diferentes, pero Saravia siempre permaneció, marcando el estilo y la personalidad del conjunto, con su tono pausado y su "adén?".
Dijo don Atahualpa Yupanqui que "a las canciones de Los Chalchaleros, la última sílaba la pone el pueblo, y por eso somos todos Chalchaleros". Así anduvieron por el mundo, enriqueciendo las mayores obras del folklore, de músicos y poetas como Atahualpa, Jaime Dávalos, Polo Giménez y tantos creadores. Llegaron a ser, sin duda, parte del alma nacional. Y Juan Carlos fue su mentor y guía irremplazable.
No estaría completa esta semblanza sin mencionar al "rival" de Los Chalchaleros, el otro gran conjunto nacional, Los Fronterizos. En el auge máximo del folklore se repartían los partidarios, que tenían el fervor de los hinchas de fútbol pero con una diferencia: se podía ser de uno o de otro, pero se quería a los dos. Más que una competencia se podría decir que era un contrapunto. Su integrante más representativo fue el legendario "Negro" Gerardo López con su voz broncínea, quizás la mejor del folklore argentino, que nos dejó hace unos años.
Felizmente, a todos podemos seguirlos disfrutando en sus grabaciones inolvidables. Y evocándolos también recordamos aquí a tantos otros conjuntos, y cantores y cantantes, que llenaron de emociones nuestras vidas y las de varias generaciones.
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