Sufrieron la mayor caída interanual entre los principales competidores por las heladas y la sequía; también influye la pérdida de capacidad exportadora
Tras una década de permanecer cerrado por cuestiones fitosanitarias, Chile acaba de reabrir su mercado a las naranjas argentinas.
La noticia es muy buena: la producción y exportación de esta fruta vienen en caída, Chile paga bien y está pegado al noroeste argentino (NOA) -la segunda región productora después del nordeste argentino (NEA)-, donde las economías regionales se vienen quedando fuera de competencia por el costo de los fletes.
No obstante, las heladas y la sequía del año pasado impactaron muy duro en la cosecha de cítricos (limón, naranja, mandarina y pomelo), al punto que la Argentina caería este año al 11° lugar en la producción mundial, desde el 8° que ocupó en 2013: de 2,83 a 1,67 millones de kilos, de acuerdo con un relevamiento de Federcitrus. Ningún otro país, de los primeros 20 del ranking mundial, tuvo una caída interanual tan pronunciada, y varios, incluyendo Brasil y Uruguay, aumentaron su producción, lo que lleva a pensar que los factores económicos agravaron el impacto de los daños climáticos.
Más allá de lo climático, la exportación argentina de naranjas viene en caída desde 2007, cuando alcanzó casi 200.000 toneladas. El año pasado se despachó menos de la mitad, 88.600 toneladas, y en los primeros diez meses de este año, alrededor de 66.300 toneladas.
Algunas de las razones de la debacle son exógenas. La crisis económica impactó en la demanda europea, el principalísimo destino de las naranjas argentinas.
Pero además, y sobre todo, está la cada vez mayor y mejor oferta de Sudáfrica, que tiene la misma latitud que Entre Ríos y Corrientes y compite en las ventas en contra-estación al Hemisferio Norte en el mismo momento. El país africano llevó adelante en los últimos años una política firme de exportación de esta fruta, a la que incluso se sumaron inversores argentinos, como la enorme citrícola San Miguel.
El año pasado, con 860.000 toneladas de naranjas cosechadas, la Argentina representó el 4,31% de la producción del hemisferio sur, y el 5,65% de la exportación, según Federcitrus.
Pero también hay culpas propias. Además de los grandes costos de fletes, las empresas afrontan desde hace más de un lustro alzas en insumos, mano de obra y servicios, y un fuerte atraso cambiario que complica a los exportadores, además de la demora en los reintegros impositivos y el IVA.
El mercado chileno se vuelve así más auspicioso. De acuerdo con el Ministerio de Agricultura del país trasandino, el año pasado importó 2268 toneladas de naranjas, por un valor de 2,88 millones de dólares, en una tendencia que viene en alza.
Un bien regional
En la Argentina hay unas 46.000 hectáreas plantadas con naranjas, entre el trópico de Capricornio y el paralelo 35 Sur. Más de tres cuartas partes se ubican en el NEA (Entre Ríos, Corrientes y Misiones, en ese orden), mientras que el NOA (Jujuy, Salta y Tucumán) abarca otro 18 por ciento. El 6% restante se reparte entre Buenos Aires, Catamarca, Formosa y Chaco.
En producción, en cambio, las proporciones son distintas, en parte porque el clima subtropical del NOA permite a veces hasta duplicar los rendimientos del Litoral. Así, las tres provincias del Noroeste abarcaron más del 25% de la producción el año pasado, mientras que las del NEA concentraron el 68 por ciento.
Si bien todavía hay una fuerte dependencia del mercado europeo, que acapara más del 67% de las exportaciones de naranjas, la crisis ha forzado a las empresas a buscar nuevos destinos, y en lo que va del año ya más de un 5% de los despachos se encaminaron a plazas no tradicionales, como, Lituania, Islandia o Qatar, entre otros.
Más allá de las cuestiones económicas, hay cambios que tienen que ver con nuevos hábitos de consumo. Mariano Winograd, presidente de la ONG Cinco al Día, lo sintetiza así: "En el mundo se va a la mandarina. Lo fácil de pelar es para consumo en fresco, lo difícil va para jugo".
En esta línea, mientras las exportaciones de naranjas han ido cayendo, y las de mandarina se han incrementado, pese a que la Argentina produce casi dos veces y media más naranjas, y que hasta 2007 se exportaba más del doble de estas que de mandarinas. Luego esa brecha se empezó a afinar, y desde 2012 se despachan más mandarinas.
El año pasado, según el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), el país despachó 88.000 toneladas de mandarina (principalmente a Rusia), y 80.000 de naranjas (sobre todo a España, Paraguay y Holanda). En lo que va de 2014, la brecha se agrandó: se exportaron casi 90.000 toneladas de mandarinas, 36% más que las naranjas.
Así, las mandarinas -que se producen básicamente en el NEA- ocupan el 4° lugar en el volumen de exportación de frutas, detrás de las peras, los limones y las manzanas. Las naranjas cayeron al quinto.
Consumo interno, para atrás
La naranja, cuyo nombre nos llega del sánscrito n?ranga (desde el cual pasó casi sin alteraciones por el persa, el árabe y el árabe hispánico), sigue siendo el cítrico más producido en el planeta: unos 50 millones de toneladas en 2013. Fresca o como jugo, su consumo se mantiene por su sabor, pero también por su valor nutricional.
En el país, su consumo como fruta fresca viene cayendo, pero el mercado interno se fortalece como principal destino ante los crecientes problemas de competitividad externa, y se queda con dos tercios de la producción. Considerado por habitante, el consumo interno de naranjas es de 13,69 kilos anuales, contra 4,3 kilos de mandarina y 0,9 de pomelo.
Según Federcitrus, la exportación en fresco de los cuatro cítricos más relevantes generó en 2013 divisas por 338 millones de dólares.
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