Los productores enfrentan desafíos vinculados con la comercialización, el clima, los precios de los insumos, la presión impositiva y el manejo de la propia empresa
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Más allá de algunas señales recientes de acercamiento del Gobierno hacia el campo, vienen tiempos complicados para los productores argentinos. Hay por lo menos cinco riesgos que deben enfrentar en el corto y mediano plazos, y algunos pueden torpedear la buena situación que viven agricultores y ganaderos en 2021, como consecuencia de la suba del precio de los granos y de la hacienda.
Riesgo comercial
El primer riesgo es el comercial. Los altos precios agrícolas de los últimos 12 meses son producto de una combinación de varios factores, entre los que sobresalieron el derrumbe de los stocks, agresivas compras chinas, violentas irrupciones de los fondos de inversión y bajas en niveles de producción en Sudamérica.
En la campaña 2021/22 puede recuperarse la producción de cereales y oleaginosas del mundo, los fondos se están orientando hacia otros mercados y, si la demanda no crece, la variable de ajuste serán los precios, que inexorablemente serían menores a los actuales, como lo reflejan los mercados a término.
Chicago, por ejemplo, cotiza maíz a 208U$S/t para diciembre de 2021, cae a 201 para septiembre de 2022 y a 198 para diciembre de 2022. Este riesgo se puede atemperar bastante con coberturas de precios, mediante ventas forward, futuros y opciones. En este terreno, siempre es conveniente contar con la opinión de especialistas para seguir la evolución de la oferta y demanda mundial y local de granos e ir cerrando negocios cuando los márgenes proyectados aseguran suficiente rentabilidad.
En las actividades ganaderas no se puede descartar que la inflación vaya licuando los precios vigentes, de acuerdo a lo que ha pasado en otros momentos del ciclo ganadero, con picos y valles a lo largo del tiempo. Justificaría esta apreciación el hecho de que el consumo interno (70% de la faena) muestra inocultables síntomas de fatiga en las compras.
Riesgo climático
El segundo riesgo es el climático. Es conocido que la mayoría de los centros de pronóstico coincide en anunciar un evento La Niña para primavera y verano, lo que puede tener efecto depresivo sobre los rendimientos de los granos gruesos, unido a un otoño con lluvias que podría complicar la cosecha, y sobre todo, la calidad del producto.
Hay que considerar que los costos de producción aumentaron fuertemente –por ejemplo 40% en maíz en la actual campaña vs la anterior- y eso exige rindes de indiferencia altos –74qq/ha según la plataforma agbi.com.ar- para el cereal producido en campo alquilado de la zona núcleo. Este riesgo se puede atemperar con planteos defensivos que incluyan barbechos prolongados, reducción de la densidad de siembra y uso de genética con buen comportamiento en condiciones adversas, aunque no sean de máximo potencial de rendimiento.
Riesgos por los insumos
El tercer riesgo está vinculado a la tecnología y a la imposibilidad de desarrollar las actividades agrícolas 2021/22 al 100% por problemas en la disponibilidad de insumos. Por un lado, las exiguas reservas de dólares que tiene el Banco Central determinan que los operadores no reciban las autorizaciones para realizar importaciones de algunos agroquímicos o principios activos -por ejemplo, flurocoridona y metsulfuron- que no son fáciles de reemplazar en el lote. Por otro lado, se enfrenta un gran aumento de los fletes marítimos y la denominada “crisis de los contenedores”, que ha llevado a que las cargas aumenten hasta siete veces su valor. De alguna manera, esto incrementa los costos de los insumos puestos en un país tan austral como el nuestro, lo que indirectamente repercute negativamente en su competitividad.
También hay que considerar que algunos países están cerrando sus puertos a la exportación de insumos estratégicos. Por ejemplo, China interrumpió las ventas de fertilizantes fosfatados hasta junio de 2022 para privilegiar el consumo de sus agricultores. El gigante asiático representa el 30% del comercio mundial de este insumo.
Sin duda, estos riesgos en el abastecimiento de insumos se pueden atemperar con compras anticipadas de los productos estratégicos que se usarán a lo largo de la actual campaña y los preliminares para el siguiente ciclo. La planificación, como siempre, tendrá un valor enorme para las empresas, que de alguna forma luego se refleja en los flujos financieros.
Riesgos políticos
El cuarto riesgo es político. Frente un gobierno que exhibe fuertes internas en el manejo del poder, altísimo gasto público y necesidad de mejorar, de alguna manera, la situación de la población de cara a las elecciones de 2023, es casi imposible descartar la intención de proponer al Congreso un aumento de impuestos o de intervenir mercados de productos primarios. ¿Cómo se puede traducir eso en la práctica en el sector agropecuario?
La respuesta es simple: si luego de las elecciones de noviembre se produce una devaluación del peso, habrá gran tentación de compensarla con mayores retenciones a los granos y a la carne. Tampoco se puede descartar una intervención en el mercado de lácteos, para “asegurar la taza de leche a los niños de los hogares argentinos”.
No es fácil atemperar este riesgo que proviene de “tranqueras afuera”. En agricultura se puede pensar en ventas anticipadas de la producción para eludir aumentos de derechos de exportación. En carnes y leche se pueden instrumentar compras adelantadas de insumos estratégicos (alimento balanceado, semillas, semen etc.)
Riesgo micro
Finalmente, y como quinto punto aparece el denominado “riesgo micro”. En un contexto enrarecido de elevada inflación, créditos al 40-50% anual y aplastante presión impositiva, el empresario que no monitoree el tablero de control de su empresa y los factores claves de éxito de su organización, corre el riesgo de encontrarse con sorpresas desagradables, aunque alcance buenas producciones físicas. La indicación para enfrentar este riesgo sería tomar distancia de “la diaria”, delegar tareas operativas y canalizar mucho tiempo empresario a estos temas de planificación y análisis de escritorio.
En síntesis: los desafíos que las empresas agropecuarias deben superar se van a dar independientemente del resultado de las elecciones del 14 de noviembre. La primera recomendación, entonces, sería no paralizarse ni bloquearse en las decisiones hasta ese momento.
Por otro lado, a más largo plazo, hay que entender que el programa económico-político del actual gobierno no se orienta hacia la ortodoxia ni hacia el ajuste del gasto público. Por el contrario, es muy probable que aumente los gastos sociales en los dos años que quedan hasta el cambio de autoridades.
En ese escenario, la presión impositiva seguirá muy elevada y el ministro de Economía seguirá colocando en el presupuesto los ingresos provenientes de los derechos de exportación, IVA y otros tributos que paga el campo. Y las provincias harán lo propio. La suma de estas cargas configurará una mochila muy pesada en los egresos de las empresas y muchas cobranzas de productores van a tener como destino las arcas fiscales.
Para enfrentar correctamente ese desafío que se viene, habrá que considerar la empresa de manera global y ser muy eficientes en todas las áreas, no solo en la productiva. Ese propósito exigirá contar con un equipo capaz y motivado, y con excelente asesoramiento (agronómico, veterinario, etc.), para asegurar que los procesos productivos sean impecables. Por otro lado, hay que apoyarse en asesores financieros, contables e impositivos que ayuden a entender y a planificar cada actividad por realizar, al considerar que, en estas circunstancias, no es quien más produce el que sobrevivirá, sino aquel que tenga la mejor información para tomar las mejores decisiones en el momento oportuno.
No hay lugar para errores en estos dos larguísimos años que quedan hasta octubre de 2023.
El autor es director de AZ Group
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