GENERAL ALVEAR, Buenos Aires, Argentina—Desde que el presidente Mauricio Macri asumió el poder hace un año, sus políticas de mercado no han impulsado la alicaída economía argentina. El producto se está contrayendo, el desempleo sigue siendo alto y la producción industrial está por los suelos.
No obstante, la historia es diferente en las verdes pasturas que hicieron rico a este país. Los aclamados cultivadores de granos de Argentina, atados de manos durante más de una década por los controles de precios internos y los altos impuestos a las exportaciones, están plantando a un ritmo récord este año, a medida que Macri elimina esos obstáculos.
La agricultura podría propulsar una expansión económica de 3,5% en 2017, un giro radical frente una contracción que se estima llegará a 2,5% este año, dice Fausto Spotorno, economista jefe de Orlando J. Ferreres & Asociados, una consultora de Buenos Aires. “Los agricultores se están convirtiendo en el primer motor de la recuperación económica”, señala Spotorno.
Los predecesores de Macri, Cristina Fernández de Kirchner y previamente su esposo, Néstor Kirchner, elevaron los impuestos a las exportaciones para ayudar a financiar los populares programas contra la pobreza y la contratación de 300.000 empleados públicos, según el centro de estudios Cippec en Buenos Aires.
Aunque los precios de las materias primas se dispararon, los impuestos disuadieron a los agricultores de elevar la producción en casi todos los cultivos excepto la soya, la cual, pese a un gravamen de 35% a sus exportaciones, el más alto, siguió siendo rentable debido a que la robusta demanda de China impulsó los precios.
Cuando los agricultores grandes y pequeños protestaron, Cristina Fernández de Kirchner salió en la televisión estatal y los catalogó de oligarcas y golpistas.
“Los agricultores pasaron la última década prácticamente escondidos debajo de la alfombra”, dice Ricardo Baccarin, vicepresidente de Panagrícola, una corredora de commodities con sede en Buenos Aires. “Aprendieron a vivir en modo de subsistencia”.
Macri eliminó la mayoría de los impuestos y todos los límites de precios en diciembre como parte de su campaña para poner fin a las políticas populistas de Kirchner.
“El 60% de la población mundial será de clase media para 2030 y por lo tanto comprará más alimento”, predice Ricardo Negri, secretario de Agricultura y Ganadería del Ministerio de Agroindustria. “Queremos estar bien posicionados para exportar más”.
Hay riesgos y no sólo relacionados con el clima. Macri necesita que la economía despegue pronto para evitar perder escaños en el Congreso en las elecciones del próximo año. El mandatario ha expandido los programas sociales, lo que ha evitado las protestas y ha despedido sólo a 11.000 trabajadores estatales. No obstante, un aumento del gasto, sumado a un descenso en los ingresos, ha llevado a un déficit fiscal de 7% del Producto Interno Bruto.
Aunque la inflación se desacelera, sigue siendo una de las mayores del mundo, al llegar a 45%, lo que mantiene altos los costos del financiamiento. El desempleo se encuentra en 8,5%.
Macri apuesta a que el crecimiento económico ayudará a reducir el déficit el próximo año. Sin embargo, después de reducir el impuesto a la soya a 30%, ha retrasado planes para nuevos recortes.
No obstante, los cambios tuvieron un impacto inmediato en el campo de 2.200 hectáreas de Federico Stange en esta localidad, donde se han vuelto a trazar planes a largo plazo mientras el ganado angus y hereford pasta.
“Antes, nunca se sabía cuánto se podía exportar o cuándo dejarían hacerlo”, cuenta Stange, elevando su voz para ser escuchado entre el mugido de las vacas. “Ahora, la perspectiva se ve muy clara y eso nos ayuda a predecir el crecimiento para que podamos invertir conforme a ello”.
Los inversionistas extranjeros también apuestan al sector, que produce suficiente comida para 400 millones de personas al año.
El mes pasado, Mitsui & Co., una de las casas de corretaje más grandes de Japón, acordó comprar dos millones de toneladas de alimento de soya para ganado durante los próximos cinco años mientras que Victoria Capital Partners, una firma de inversión argentina, unió fuerzas con la Corporación Financiera Internacional, perteneciente al Banco Mundial, para invertir US$100 millones en Grupo Los Grobos, una empresa agrícola local, con la esperanza de duplicar sus ventas anuales a US$1.000 millones en cuatro años.
Coca-Cola, con sede en Atlanta, que ya compra US$875 millones de productos alimenticios argentinos al año para abastecer sus operaciones globales, podría incrementar sus compras e inversiones, dijo el presidente ejecutivo, Muhtar Kent, en un reciente foro de inversión en Buenos Aires. Kent dejará el puesto en marzo.
A medida que los agricultores aumentan sus inversiones, otros sectores cosechan los beneficios. Las ventas de camionetas Toyota Hilux, una de las favoritas de los productores, han subido 17% este año, según Acara, una asociación de la industria. Las órdenes de Pauny, un fabricante de tractores argentino, también han aumentado 20%, señala el presidente de la empresa Raúl Giai Levra.
En cierta forma, Argentina está poniéndose al día. El país era el tercer exportador de carne hace una década. Los topes de precios y cuotas de exportación de los gobiernos Kirchner causaron una caída en la producción, llevando a 138 frigoríficos a la quiebra y a numerosos agricultores a abandonar la ganadería y pasarse a la soya, según la Sociedad Rural Argentina, el grupo agrícola más antiguo del país.
Las existencias de ganado bovino cayeron 20%, a 48 millones de cabezas, indica el Instituto de la Promoción de la Carne Vacuna Argentina. Los orgullosos gauchos vieron con disgusto cómo Uruguay y Paraguay los superaron como proveedores globales de filete.
Ahora, tanto la ganadería como la agricultura son más rentables, dice Emilce Terré, directora de investigación de la Bolsa de Comercio de Rosario.
Los agricultores ya han vendido US$1.200 millones en contratos futuros de maíz y trigo para la próxima cosecha, frente a US$285 millones hace un año, según las últimas cifras del Ministerio de Agroindustria.
Los ganaderos dicen que la producción de carne se expandirá 15% durante los próximos tres años. Aunque las proyecciones indican que la producción de soya, el producto agrícola más lucrativo, puede reducirse 3% a medida que los agricultores se pasen a otros cultivos, el país se mantendrá como tercer mayor productor mundial del grano después de Estados Unidos y Brasil.
Santiago del Solar, un agricultor y productor de lácteos, consideró los cambios como “un nuevo inicio para nosotros”.
“Antes, con todos esos impuestos, estábamos en desventaja con los granjeros estadounidenses y australianos”, cuenta. “Pero ahora estamos compitiendo en igualdad de condiciones”.
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