En el mundo de las comunicaciones, fibras ópticas, e información en tiempo real, la toma de decisiones de los agentes económicos ante estímulos y noticias es inmediato. Por lo tanto, la conectividad es crucial.
La misma conexión instantánea se da entre los oferentes de mercaderías y los demandantes a través del sistema de precios a nivel global.
Las políticas agro argentinas crean interferencias artificiales ente las señales de precio que el mundo nos envía día a día a través de las pantallas de las cotizaciones. Sabemos que los lácteos a nivel internacional son muy demandados y vemos cómo los precios aumentan en el mercado, como así también los de las carnes, granos y oleaginosas. La demanda grita. La demanda necesita, la demanda exterioriza el faltante. Los mercados ansiosos publican vía el sistema de precios las necesidades de recibir productos que la Argentina es capaz de generar. Pero esos precios al igual que con una mala conectividad, no llegan nunca, y cada día se alejan más de la tranquera del productor argentino.
El precio es el mensaje que incorpora dentro de si toda la información necesaria para la toma de decisiones. El precio es el faro que orienta, sobre cuánto, cuándo y para quién se puede producir. El precio es la señal.
Cualquier distorsión de esa señal confunde a los receptores cuando deliberadamente se la interrumpe o se la distorsiona. El precio como indicador, está dirigido a quienes son los que pueden tomar decisiones para aumentar las cantidades producidas y capturar esos valores equilibrando oferta con demanda global. Cuando se corta adrede la señal, se dan descargas, estática y también intercepciones no amigables.
El producto de este tipo de cortes hacen que ese precio emitido de manera cristalina desde los centros de demanda llegue solo una grotesca caricatura del valor real al productor argentino. Quien limitado, no puede reaccionar ante la demanda internacional desplegando todo de lo que es capaz de producir. Y de lo que puede producir justamente ahí, al lado de su casa, en el potrero.
El hecho de intervenir las cantidades para la exportación y encorsetarlas vía “volúmenes de equilibrio”, caso carne, trigo y maíz, es la más abrupta manera de cortar la “fibra óptica” por la cual se trasladan los datos de los precios. Se interrumpe la señal. Repartiendo (a posteriori) paquetes de datos solo a quienes pueden y saben cómo moverse ante un gobierno donde es posible sacar alguna tajada sectorial dentro de la confusión. Saben que están frente a un gobierno que a todas luces está desorientado y da palos al aire creyendo que de esta torpe manera va a controlar la inflación.
Los “acuerdos de precios” también alejan a productores de los valores reales, y como siempre retraen inversiones y frenan la posibilidad de aprovechar una buena racha de cotizaciones, rachas que no son tan frecuentes.
Del valor internacional de la soja, llega solo una vez franqueadas esas malas conexiones y diques de contención, un tercio del valor internacional. El resto se pierde vía DEX (retenciones), brecha cambiaria y otras distorsiones como el “fideicomiso aceitero” y el “diferencial aceitero”, hechos a medida y diseño entre el Gobierno y parte minoritaria del sector privado.
Del trigo y maíz apenas llega un 40% de esa preciada “señal” al productor a través de una espesa niebla que nada permite ver con claridad. Desorientando y paralizando así la iniciativa de miles de productores argentinos.
Podemos seguir jugando a este juego en busca de esconder los precios reales, por ejemplo, con la creación de otros “fideicomisos” para otros productos o bien promoviendo alguna pomposa ley como la que impulsa lo que quedó de lo que fuera el CAA (Consejo Agroindustrial), que con un “buen lejos” y títulos atractivos viciados de referencias circulares se ocupan en la misma letra del proyecto de inactivar las mismas “desgravaciones” que prometen en renglones anteriores.
Y, por supuesto, con la omisión programada para eludir deliberadamente actuar sobre todos los puntos de interferencia entre el precio internacional y lo poco que llega al productor. Lógicamente quienes esto impulsan saben que corriendo para el lado que corre el gobierno se pueden obtener prebendas sectoriales.
Como Sting en los ochenta, los productores a falta de comprensión y buena conectividad lanzan un mensaje en una botella, con la esperanza que llegue a quienes deciden, y se contemple que, para producir más, traer divisas y crear empleo, la llegada del precio a la tranquera es la señal que activa todo el resto.
El autor es productor agropecuario
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