Los problemas que viene enfrentando el bioetanol no son insalvables. Todavía se puede destrabar el desarrollo de esta industria, con la mira en que la normativa vigente expira en 2021. Es preciso empezar a pensar desde hoy una nueva ley de Biocombustibles, que incluso proyecte un corte de naftas con 27,5% de etanol, como ocurre en Brasil.
Pero esa no es la única ley necesaria . Seguimos sin tener una ley de Semillas que respete los derechos de propiedad intelectual. Durante el año pasado, gracias a un trabajo mancomunado entre el sector público y el privado, se alcanzaron consensos para poder modificar la ley vigente, de 1973.
En noviembre, la Comisión de Agricultura de la Cámara de Diputados emitió un dictamen a favor de la posibilidad de modificar parcialmente la ley 20.247, que tiene estado parlamentario hasta fin de año. Resulta clave trabajar en el tiempo que resta para alcanzar los acuerdos políticos necesarios y que finalmente la Argentina pueda contar con una nueva ley de Semillas que promueva la investigación y el desarrollo, tanto público como privado, fundamentales para incentivar las inversiones que el sector necesita.
Necesitamos también una ley de Fertilizantes, que contribuya a mejorar el sistema productivo, a reducir las brechas entre los rendimientos reales y potenciales y a aumentar la productividad de los suelos, y es posible tenerla con un costo fiscal cero. Se trata de una iniciativa de larga data y prácticamente sin oposiciones, quizá poco interesante en un año electoral como el actual, pero que sin dudas producirá grandes beneficios al país en el mediano y largo plazo.
Además de las leyes, la cadena maicera puede crecer aún más con obras de infraestructura, promoción de los mercados de futuros, diseño de herramientas de cobertura con seguros y derivados climáticos y una moderna ley de emergencia agropecuaria.
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