Con el comienzo de la Exposición Rural de Palermo vuelve al primer plano la excelencia de la ganadería que la Argentina puede exhibir ante el mundo, pese a las enormes dificultades. Así como en 1875 un grupo de pioneros que inauguró la primera muestra creía que la ganadería y la agricultura podrían ser el motor del desarrollo futuro del país hoy ese desafío se vuelve a potenciar. Los tiempos han cambiado, es cierto, pero el reto sigue siendo el mismo: compartir conocimientos, desarrollar tecnología, innovar y explicar que el campo es imprescindible para el país.
Esta idea es también la que predominó en uno de los acontecimientos de la extensa agenda de Palermo: la presentación del documento “Agrobioindustria, aportes para un país diferente”.
El trabajo, que lleva la firma de 12 entidades y fue apoyado por otras 40, fue elaborado por los expertos Roberto Bisang y Santiago Felici tras una serie de talleres, consultas y discusiones que llevaron varios meses de análisis. Básicamente, sostiene que el agro podría incrementar un 55% sus exportaciones de granos, carnes y leche al 2031 y generar divisas extra por US$28.800 millones. Si se suman las economías regionales, se añadirían unos US$12.000 millones. Según la estimación del trabajo, se generaría un millón de puestos de trabajo en todo el país, como mínimo.
El documento suma en esa proyección a otra red de producción que ya está exhibiendo sus logros: la bioeconomía, que va desde la producción de energía y los bioplásticos hasta los servicios ecosistémicos y los alimentos funcionales, entre otros. “Este trabajo sostiene que la bioeconomía como modelo de desarrollo es una alternativa superadora –de las restricciones actuales– y abarcadora –de los avances previos– en el rearmado de la estructura productiva local. Con el soporte de la biotecnología, consiste en la captura de energía libre, su transformación en biomasa y posterior industrialización integral de todos los productos, subproductos y desechos con especial cuidado por el medio ambiente”, explica.
Claro que para alcanzar semejantes cifras, que son una proyección, deberían darse ciertas condiciones de estabilidad económica, un marco institucional adecuado, una reforma laboral e impositiva que incluya la eliminación de las retenciones y otros tributos distorsivos y una estrategia de infraestructura moderna. También propone hacer hincapié en la educación, con el apoyo de las instituciones de ciencia y tecnología, y la consolidación del funcionamiento de los mercados, entre otros puntos.
Las entidades que encabezaron el documento son la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), la Asociación Forestal Argentina (Afoa), la Fundación Barbechando, la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), Coninagro, Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (CREA), Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA), Federación Agraria Argentina (FAA), Fundación Producir Conservando, la Asociación Maíz y Sorgo Argentino (Maizar) y la Sociedad Rural Argentina (SRA) que prestó su casa para que se presentara.
Trabajos como este o los del Consejo Agroindustrial Argentino, en el que participan varias entidades que elaboraron el informe, dan cuenta que el agro es capaz de presentar una propuesta sólida sobre lo que hay que hacer y para dónde ir. Para esto, muchas veces hay deponer egos, como recordó el presidente de la SRA, Nicolás Pino, de acuerdo con lo que transmitió el exsenador Esteban Bullrich, hoy un luchador por la vida, durante una reunión reciente con los ruralistas.
Además, el interrogante que se abre es si habrá una fuerza política que sea capaz de tomar estas ideas, discutirlas, mejorarlas y llevarlas adelante. Pasado mañana, la jornada con precandidatos presidenciales que se hará en Palermo será un buen test para medir la voluntad política de los postulantes a la Casa Rosada.
Mientras tanto, el Gobierno sigue embarcado en la política de los parches, como el dólar agro. La evidencia reciente para el caso de las economías regionales como la lana y la vitivinicultura demostró que el tipo de cambio diferencial sirvió de poco para mejorar la situación de ambas actividades. En el caso de los granos, además, provocó distorsiones en los costos de otras cadenas como la láctea o la porcina. Las urgencias macroeconómicas prevalecen sobre la mirada de mediano plazo que necesita la actividad y, fundamentalmente, el país.
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