Pocos piensan en los días posteriores al paro agropecuario. La politización del conflicto le viene como anillo al dedo al Gobierno. Deja contento a su cliente interno, el kirchnerismo duro del Instituto Patria, y mantiene la épica del relato con un sector adversario. Solo la crisis sanitaria por el riesgo de expansión del coronavirus desplazó el foco de interés de la pelea.
Las soluciones que podría ofrecer a los reclamos de productores autoconvocados y a la Mesa de Enlace requieren de un esfuerzo de imaginación y decisión que no parece por el momento dispuesto a asumir. El oficialismo ya tiene voces propias que le señalan la necesidad de explorar otros caminos. No fue casual que el gobernador de Santa Fe, Omar Perotti, dijera en la jornada inaugural de Expoagro que había que "duplicar los esfuerzos del diálogo". Fue uno de los pocos puentes que se tendió en los últimos días entre uno y otro lado.
Según los analistas económicos, la negociación por la deuda externa será más dura de lo esperado a comienzos de año. Muchos creen que el default parcial se presenta más cerca en el horizonte. De allí que el aumento de los derechos de exportación a la soja no tendría un efecto neutro en términos fiscales como informó el Ministerio de Agricultura, sino que se necesitan más fondos para la caja. Si así fuera, el Gobierno volvería a cometer el error de ver a la agroindustria solo como un sector proveedor de recursos fiscales.
El límite a esa visión es la advertencia que vienen haciendo en las asambleas y concentraciones los productores autoconvocados y adheridos a las gremiales rurales. Sembrar menos, fertilizar menos, o aplicar menos porque crece la presión impositiva. La posibilidad de que un segmento importante de productores decida tomar ese camino a partir de la próxima campaña agrícola es cada vez más cercana. ¿El Gobierno se dará el lujo de desperdiciar los dólares que se originan en el campo? Si solo cifra su suerte en clima y en los precios internacionales de los granos, como sucedió durante el gobierno de Cristina Kirchner, el resultado ya se sabe cuál será.
"El COVID-19 suma presión bajista a los precios ya resentidos a partir de la disputa arancelaria entre Estados Unidos y China y a la Peste Porcina Africana", advierte un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR). China, país en el que se originó el virus, es el destino del 90% de los envíos de porotos de soja y el 70% de la carne vacuna de la Argentina, recuerda el trabajo, con un valor de US$5000 millones en 2019.
¿El Gobierno va a atravesar la turbulencia de los mercados internacionales peleándose con el campo? "Tiene que sentar a todos en una mesa", aconsejó la exministra de Producción de Santa Fe, Alicia Ciciliani durante la gestión socialista, alguien a quien no podría acusársela de "neoliberal".
Encontrar cómo hacerse oír y tener un lugar en la mesa de las decisiones es un desafío que se le presenta no solo a los dirigentes de la Comisión de Enlace o los autoconvocados, sino también a toda la cadena agroindustrial.
Suponer que de un posible acuerdo los productores puedan ser excluidos o que la industria procesadora de oleaginosas o de la maquinaria agrícola no tengan nada para aportar sería un error estratégico. Es precisamente la falta de unidad para construir el concepto de cadena agroindustrial que había nacido a principios de la década pasada una de las razones por las cuales el país no tiene una política agropecuaria de largo plazo, que trascienda los cambios de signo político de gobierno.
Es cierto que, muchas veces, contra los empecinamientos o visiones estrechas no se puede hacer mucho, pero la falta de la formación de una cadena agroindustrial que exhiba y demuestre cómo puede contribuir al desarrollo del país también impide que haya una política agropecuaria.
Algunos creen que cuanto menos intervenga el Estado es mejor, que alcanza con "no ponerle trabas al campo". Otros creen que el Estado debe hacer todo. La evidencia que muestran grandes potencias productoras de alimentos como Estados Unidos o Brasil refleja que una política agropecuaria de largo plazo, y coherente tiene efectos positivos.
Un claro ejemplo del potencial se vio esta semana en Expoagro con lo mejor de la maquinaria agrícola, las innovaciones en semillas, la evolución de los servicios y las innovaciones del mundo agtech son un hervidero de creatividad que da esperanzas para construir una Argentina diferente. Cuando pase la crisis sanitaria habrá mucho para debatir.
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