Las muy buenas cualidades edáficas y climáticas de las llanuras pampeanas no son razón suficiente para justificar cómo el campo argentino sobrevive cobrando por sus productos un 60% menos que el resto de los agricultores del mundo. No solamente por efecto de las retenciones. Sumemos atraso cambiario, brecha entre el dólar oficial y real, diferencia entre el dólar comprador y vendedor, impuesto al cheque, diferencial de IVA entre los productos primarios y los insumos. Esto, por añadidura a un sistema impositivo voraz y maquiavélico, y valiéndose tranqueras afuera de una infraestructura pública que atrasa un siglo.
Varios son los factores que hacen que hoy, aunque lejos de su potencial, el sector sea increíblemente eficiente. Si comprendemos con objetividad cuáles son esos factores, y los potenciamos sin ideología, podemos transformarnos en la locomotora que saque al país de su larga decadencia. Aclaro previamente para no ofender a nadie que describo un paisaje. Sé que existen muchas realidades que escapan o contradicen el análisis. Rindo homenaje a esos heroicos chacareros que aún viven en el campo, produciendo eficientemente sin importar su escala, y pelean la buena batalla contra la ingratitud y la indiferencia. Pensar es exagerar decía Ortega y Gasset y ahí vamos.
1- A diferencia de otros países, la Argentina tiene muy pocos chacareros en granjas de agricultura familiar. Y muy poca población rural en relación con su superficie laborable. No es el objetivo analizar aquí ni las razones ni la justicia en la distribución de las tierras. Pero mismo en las mejores zonas más subdivididas, poca gente habita en ellas y mucha viven de ellas. Lo que hace pocos años lamentábamos, hoy es una gran ventaja productiva. Permite economías de escala imprescindibles para el uso de la tecnología y eficiencia en los planteos productivos. Y una gran libertad para adaptar los sistemas a criterios económicos y no sociológicos. Hoy en el mundo la inmensa mayoría elige la vida urbana o cerca de la naturaleza, pero suburbana.
2- Tenemos tecnología que desarrollamos juntos con investigadores, técnicos, industriales y productores para cultivar con esquemas sustentables cuidando los suelos. Y también la industria proveyó maquinaria sofisticada que pide escala, y que produjo un enorme salto en la productividad. Mucha rapidez y eficiencia con un bajo uso de energía y mano de obra. Una sembradora hace ahora en una pasada el trabajo de cuatro. Reemplazó al arado, al disco, el rastrillo, rabasto y rolo, multiplicando la capacidad operativa de los contratistas. La simplicidad y protocolización de los planteos evitan errores y fracasos.
3-Una ventaja comparativa no menor es que para lograr ese salto productivo no se necesitaron grandes inversiones. Al contrario, la simplicidad provoca que la infraestructura en lugar de ayudar, molesta. Vimos enterrar cascos enteros con retroexcavadoras más que construirse nuevos. Hoy el campo gasta más dinero en desalambrar que en alambrar, ya que éstos molestan para trabajar por ambientes y quitan rendimiento a los equipos de trabajo, amén de ser refugio de plagas y malezas.
4- Otro factor que torna eficiente al sistema es que no queda una hectárea sin trabajar. Está muy claro el rol de cada actor involucrado y funciona aceitadamente. Los rentistas en general rematan el arrendamiento de su campo al mejor postor, alegres de recibir beneficios razonables y a valor producto por su capital, sin riesgos ni preocupaciones productivas. Los arrendatarios tratan de lograr cada vez más escala para aumentar ganancias que atraiga a potenciales inversores que provienen de cualquier sector. Esto abrió la posibilidad a participar del negocio agropecuario a quienes no eran propietarios de tierras. Pelean por cada metro y suelen ganar los que mejor se adaptaron al modelo argentino. Y no es una batalla que ganaron los grandes pools; hoy, hay gran cantidad de empresas de todo tamaño desparramados en la geografía nacional.
5- Hay un inmenso universo de contratistas muy trabajadores con enorme sacrificio, vocación y amor por lo que hacen, Tal vez sean los menos favorecidos, y a quienes las tecnologías ponen cada a vez más a prueba para seguir el tren con costos que no logran transferir. Pero muchos crecen y se transforman en arrendatarios o propietarios imprimiéndole gran movilidad social al sector.
6-El productor agropecuario argentino es muy diferente al granjero de cualquier otro lugar del mundo. Primero, porque es más empresario que chacarero, no importa la extensión de la superficie que trabajen. Tienen en general más estudio, hay profesionales universitarios, algunos han viajado y muy pocos no disponen de su tiempo a voluntad sin estar atados a la biología de la granja. Asisten a congresos, exposiciones y a talleres técnicos tanto sobre temas agronómicos como empresariales. Dominan los temas financieros, pueden hablar de igual a igual con banqueros, inversores, contratistas, tractoristas o camioneros. No tienen ni prejuicios ni ideologías que los ate. Tan abiertos para adoptar tecnologías nuevas, aman las tradiciones pero no las mezclan con el negocio. Pueden invertir en trigo, una startup o un camión si les parece más rentable. Escuché granjeros en el mundo que ante una sugerencia de cambio repiten que ellos no van a cambiar la forma que su abuelo le enseñó a su padre y este a él, que lo trajo con éxito hasta acá, que si no tienen tiempo para vacaciones menos para un curso. A lo sumo, dirigidos por un técnico, cambian a un nuevo agroquímico, o modernizan una máquina que hace mejor lo que ya hacía la anterior. En la edad de esos granjeros vemos que sus hijos ya están lejos de ese destino. Nuestro agro está lleno de jóvenes compitiendo y buscando nuevas alternativas para sobresalir con buena onda. Y es un destino vocacional elegido.
7- Las instituciones han tenido también un papel muy importante. El INTA, con históricamente buenos técnicos aunque a veces perdido en su dirección e ideología, pero con logros en muchos campos realmente encomiables. La red CREA fundamental, así como la de Aapresid para generar y difundir la tecnología de vanguardia que lideró el cambio de paradigma del campo argentino. Esta nos convirtió en un gran jugador en las ligas internacionales. E internamente nos ayudó a sobrevivir pese a ser esquilmados por una sociedad anclada productivamente medio siglo atrás. El populismo que nos maneja en los últimos 80 años dilapida fortunas ajenas, como lo hicieron con fortunas propias muchos terratenientes en los primeros años del siglo 20.
8-El último factor es el enorme estado que pagamos y sufrimos, pero muy lucrativo para quienes lo dirigen. Por suerte en su desordenada torpeza no logró nunca boicotear al sistema. Todo el poder de daño que tiene y utiliza, no fueron suficiente para limitar la libertad de los factores de producción para lograr sus objetivos. Aunque para ello los productores tengan que utilizar las rutas y muchas veces también la banquina. La clave para que tengamos futuro está en limitar el poder de daño de las ideologías que con sus santas intenciones son capaces de dinamitar todo el andamiaje productivo que hoy sostiene la Nación.
Más lento
Hasta aquí la descripción de las razones de nuestra competitividad. Pero la realidad nos muestra que no estamos creciendo a la velocidad de Brasil, ni la de Holanda, ni a la de Ucrania de preguerra, ni siquiera a la africana que arranca desde el subsuelo. Si queremos seguir siendo grandes jugadores debemos acelerar. E integrar tanta gente que hoy está fuera del sistema productivo, de los circuitos de consumo, y sobre todo sin futuro.
Si se le devuelve al campo la renta seguramente crecería la producción agropecuaria. Pero sabemos que no sería de forma proporcional. Demasiado capital se enterraría, cómo siempre ocurre en los países pobres acostumbrados a los saqueos. Y en lugar de servir para un despegue, el destino sería los colchones, los barrios cerrados, o tal vez Miami. Con este clima de desconfianza es inviable y suicida esa transferencia de ingresos. A menos que se direccionen esos fondos privados recuperados a inversiones inteligentes que beneficie a toda la sociedad. Podemos transformar muchos comodities en proteínas de alto valor, y ello favorecería a la economía circular, disminuyendo la minería. Todas esas inversiones y la ulterior puesta en marcha utilizará mucha mano de obra. Tendría un efecto federal y promovería la infraestructura pública. Las ganas, la tecnología, los conocimientos y el dinero están para hacerlo. Los mercados, afuera, están ávidos y nadie puede competir en costos con nosotros. Solamente una grieta mental nos separa del éxito.
Sobran oportunidades para invertir. Puede ser en la actividad ganadera cuya productividad atrasa un siglo. La inmensa superficie ganadera necesita una inyección de capital porque tiene un potencial increíble de crecimiento. Solamente con nitrógeno esa inmensa superficie de pasturas y pastizales naturales duplicaría la producción, disminuiría las inundaciones y se podría repoblar y activar esa zona que hace cien años atrás era muy próspera, como el NEA que antes de la Revolución de Mayo era la más desarrollada. Al ver el crecimiento del agro paraguayo da vergüenza y pena el estar del lado sur de la frontera.
Con mejores precios de los granos bajaría el rendimiento de indiferencia y habría más cultivos, mejor utilización del agua que dejaría de ser el castigo de los campos. Más actividad fotosintética hay, más sustentable es el sistema. Más excedentes en granos para transformarlos en proteínas de calidad que es el salto serio que hay que dar. Miles de galpones de cerdos y pollos para un mundo ávido de ellas.
Todo esto que aquí describimos para el sector agropecuario podríamos repetirlo con la minería, el petróleo, la pesca etcétera. Lo que más demanda el mundo, alimentos, energía, materias primas, litio, mano de obra joven, etc. nosotros lo tenemos en abundancia. Y además lo más difícil hoy de conseguir en el mundo: paz, a mucha distancia de los conflictos que amenazan el mundo. Y si no escapar, al menos sufrir menos el cambio climático. Acá, en el fin del mundo, en el hemisferio sur, pequeña lonja de tierra entre dos inmensos océanos que moderan el clima, sin extremos climáticos ni tornados o monzones catastróficos, en paisajes de ensueño, estamos en el mejor lugar geográfico del mundo para la producción agropecuaria. Claro que hay muchísimo por hacer, es el feliz desafío que nos mueve día a día y tenemos con que hacerlo. El mundo hoy nos ofrece una gran oportunidad. Sólo debemos poner manos a la obra. Ortega y Gasset sigue incansable con su prédica: “argentinos a las cosas”.
El autor es productor agropecuario
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