Nadie tiene la culpa de que no llueva. No podemos culpar a ningún gobierno por una inundación o una sequía. Pero sí creemos que la ola de calor y la sequía que esta viviendo la Argentina, nos está demostrando algunas cosas.
La sequía nos muestra nuestra permanente falta de previsión. Los mecanismos de emergencia agropecuaria funcionan demasiado lentos cuando aparecen estos problemas que requieren una solución urgente. Con cada sequía se repiten los pedidos de fondos, ayudas extraordinarias y perdones impositivos, que nunca se resuelven en tiempo y forma. Ni las normas ni nuestras instituciones reaccionan bien cuando el clima nos juega una mala pasada.
Esta nueva sequía demuestra que no podemos perder más tiempo; necesitamos discutir y aplicar un Plan Nacional de Manejo del Agua y de Obras de Riego. Nuestros ríos expulsan millones de litros de agua dulce por día al mar. Los efectos del cambio climático hacen que los eventos climáticos extremos sean más fuertes y se repitan con más ocurrencia.
Ante esta situación, es necesario racionalizar nuestro uso del agua y de manejo de las cuencas hídricas. El agua que en algunas zonas sobra puede poner en producción otras tierras. Las obras de riego así, como la mejora tecnológica en el uso del agua pueden generar un verdadero boom productivo, minimizando así el impacto negativo del clima. Incluso deberíamos pensar un plan de manejo de aguas y cuencas a nivel regional y sudamericano, para aprovechar mejor los recursos.
La sequía nos demuestra que nuestro esquema impositivo cruje. Cuando estamos en etapas de bonanza el Estado recauda bien y los productores parecen olvidar sus reclamos de rebajas impositivas. Pero cuando el clima no ayuda, muchos quedan con la soga al cuello, la rentabilidad en vastas áreas se esfuma, y hasta las cuentas fiscales tiemblan, dejando a todos con poco margen de acción. Un esquema de impuestos regresivo, pro cíclico, y muy complejo es un mal aliado en los buenos tiempos, pero en las crisis se transforma en un ancla que nos hunde aún más. Ni que hablar de nuestro sistema crediticio: no hay que esperar a esta situación para buscar mecanismos de financiamiento que apunten realmente a los pequeños y medianos productores, herramientas que no son frecuentes ni de fácil acceso en la Argentina de los últimos 15 años.
La situación actual nos demuestra que en el campo no existe el novedoso concepto de renta extraordinaria, sino que más bien se aplica la milenaria frase de las épocas de vacas gordas y vacas flacas. Los productores están acostumbrados a que cuando les va bien, se ahorra para sostener las cuentas cuando las épocas no son buenas.
El clima se empeña en enseñarnos conceptos elementales de sustentabilidad ambiental, pero también algunas reglas sencillas, pero aún así vigentes, de sustentabilidad económica.
La sequía demuestra también que la innovación y la tecnología valen, y mucho. Los campos con buen manejo y bajo siembra directa tienen más posibilidad de capear la falta de agua. Y que decir si tuviéramos velocidad para aprobar eventos que resistan a sequías prolongadas.
Casi como conclusión, nos animamos a decir que la sequía demuestra que necesitamos más unidad, entre entidades, productores, contratistas, profesionales, y toda la agroindustria. La falta de agua nos afecta a todos y las respuestas a la crisis las debemos explorar entre todos. Es hora de dejar de buscar soluciones parciales y de coyuntura.
Los autores son asesores de los partidos Unión Celeste y Blanco y Coalición Cívica, respectivamente
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