El campo en la Argentina ha subestimado el poder que genuinamente le da el hecho de ser un privilegiado productor de alimentos para el mundo. Se ha dejado llevar por delante por gobiernos de diferentes signos políticos y también, ha cedido valiosísimas posiciones en las instituciones del propio sector.
Una posible solución para recuperar el liderazgo que nunca se debería haber perdido, inclusive de cara al resto de la sociedad, sería crear una nueva "supraentidad" a la manera del American Farm Bureau, de los Estados Unidos. Con una plataforma escrita, que sirva de oferta de políticas para todo el sector y una sola cabeza. Un solo equipo negociador, legitimado con respaldo de toda la producción con representatividad en todas las provincias, en todas las actividades, y con recursos adecuados. Esta propuesta debe ser legitimada desde los valores, ya que no es suficiente detallar solamente los temas técnicos. La mirada debe ser mucho más profunda, porque el terreno a reconquistar es muy grande y tiene que ver también con que se entienda la posición del campo en el resto de la sociedad.
El problema aún irresuelto, ahora por casi doce años sobre el pago de la tecnología de la empresa Monsanto (como a otros semilleros) es una muestra de la pobre performance negociadora del sector. De poco sirven las congratulaciones entre el ministro y el ex secretario (comentadas en este suplemento el 16 de este mes) que parecería se ufanan de exhibir la cabeza de la empresa en una bandeja . ¿Coraje? ¿Valentía?¿ Respeto? ¿ De qué están hablando? ¿O no se dan cuenta de que en ningún país agrícola de la estatura de la Argentina un conflicto como éste podría haber estado tanto tiempo sin resolver? Seguramente tenemos el record internacional de bolsa blanca, es vergonzoso. Esto es un fracaso de todos, del cual nadie puede sentirse orgulloso. Castiga la competitividad de nuestra agricultura a la vez que es una clara manifestación del subdesarrollo institucional en el que nos hemos sumergido.
Si el campo estuviera organizado nunca hubiera permitido que se diezmara la producción ganadera y, con ello, saliéramos del mapa del mundo del comercio mundial de las carnes? por capricho. Un plan del gobierno anterior que desde el primer momento se catalogó con toda fundamentación como un fracaso cantado, lo que finalmente ocurrió, pero que el sector no supo cómo parar.
Las producciones del cerdo y avícola crecieron tremendamente al amparo de las retenciones del maíz, (y a la sombra de los altos precios de la hacienda) cultivo cuya producción cayó dramáticamente por falta de rentabilidad para el productor sin que hubiera poder de negociación alguno de parte del campo. Casi como que hubo que mirar de afuera cómo se destruía un cultivo de semejante valor agregado, junto con las diez millones de cabezas de ganado y la riqueza del suelo por falta de rotaciones.
En el sector de los granos, lo que hemos visto en la última década no tiene precedente en la historia granaria: la lisa y llana destrucción de toda transparencia en el proceso de la formación de los precios agrícolas, el pilar fundamental de la competitividad de nuestra agricultura. Un proceso que ha dejado completamente desprotegidos a los productores, mediante un movimiento "de pinzas" en el que se multiplicaron sin ningún control los acopios de las empresas compradoras, y al reducir fuertemente la actividad de los mercados de futuros el proceso de la formación de precios ha quedado en mano de los compradores, que ahora directamente manejan los mercados . Y pensar que todo empezó cuando unos pocos agricultores pensaron que hacían un buen negocio salteando al corretaje y al acopio...
El sector productivo, en el plano institucional, debe reorganizarse, legitimarse y ponerse nuevamente de pie. No contra nadie, sino por respeto a sí mismo, al trabajo de su gente y al poder que legítimamente ostenta.
El autor es productor agropecuario