El sector, con su innovación permanente y sus exportaciones, ya da mucho para que el país pueda estar mejor
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Son más que evidentes las pruebas de que nuestro país necesita imperiosamente exportar cada vez más y, dentro de esas exportaciones, las relacionadas con la producción de productos primarios, agroalimentos, más todo tipo de manufacturas de origen agropecuario, son las que el Gobierno debería priorizar a través de herramientas y, sobre todo, a partir de un trabajo estratégico, lógico y ordenado que lamentablemente no se ve ni ahora ni en un horizonte por lo menos cercano.
Leímos estos días notas con números muy claros sobre la importancia de lo que la agroindustria argentina aporta, y uno de los datos más relevantes es, por ejemplo, que en los últimos 20 años el agro aportó divisas para pagar dos veces y media la deuda externa argentina (es decir que el sector agroexportador ingresó al país US$632.000 millones en las últimas dos décadas).
Si seguimos buceando en la información, podemos ver que un organismo internacional, la FAO, nos dice que la demanda mundial de carne aumentará 14% promedio, como mínimo, en el mundo en la próxima década, y el incremento del consumo será liderado por nuevos consumidores que serán de Asia y África. La demanda aumentará 80% hasta 2050.
Podemos seguir buscando y vemos que el mundo necesita proteína animal y vegetal –que la Argentina puede proveer - cada vez más presente en alimentos de valor, y esto debería venir de las producciones donde se cumplan a su vez con los modelos sustentables de producción, donde las Buenas Prácticas Agropecuarias (BPA) existan y se cumplan, donde el cuidado de los recursos y el medio ambiente y el control de gases invernaderos y huella de carbono se haga en serio, donde la seguridad agroalimentaria, la trazabilidad y el compromiso con el cambio climático se perciba realista.
Podemos producir mucho biocombustible para muchos países, además del nuestro. Y cada vez más trabajar en el crecimiento de las bios: biotecnología, bioeconomía, bionegocios, bioinsumos, buscar trabajar en conjunto la educación, la agroindustria y la salud en forma integral y federal. También, en los últimos 17 meses, el mundo salió a comprar alimentos por más de un 12-15% más que 2019, antes de la pandemia.
O vemos que cada vez hay más empresas o proyectos en la Argentina que tengan que ver con la tecnología e innovación relacionada con la agroindustria, empresas de las llamadas AgTech, creación de plataformas que hacen más eficiente la gestión de los agronegocios.
Aparecen nuevos unicornios buscados por fondos del exterior para hacer crecer esos proyectos. Vemos que en el mundo existen hoy fondos por más de US$800.000 millones que escuchan y están atentos a apoyar proyectos de innovación, donde el agro tiene mucho para dar, ofrecer, y mostrar. Todo esto que cuento pasa hoy, en países cercanos, en el mundo en general.
A contramano de todo esto vemos que desde el Gobierno se traban exportaciones de carne, existen de hecho mercados de granos intervenidos, hay mensajes no claros de posibles intervenciones de otros mercados como los lácteos, no se despejan los fantasmas de aumento de impuestos –hasta algunos candidatos del Gobierno para las próximas elecciones hablan de eso y después se desdicen o arrepienten -, no se aceleran los acuerdos con otros bloques, por ejemplo Mercosur-Unión Europea, ni siquiera se trata de estar bien y con proyecciones de mejora en el propio Mercosur.
Hay incertidumbre permanente sin reglas claras, ni seguridad jurídica en el principal motor de la economía del país que es la agroindustria -principalmente en el primer eslabón de la cadena que son los productores-. Se aprueban leyes como la de biocombustibles que es un mamarracho y que atrasa.
Si entraron más divisas al país en estos últimos tiempos no fue por algo que el Gobierno haya hecho para beneficiar al agro sino solo por los precios de los commodities que están de estables a altos. Vivimos en un país donde el Estado se lleva más de $60 sobre $100 de la renta agropecuaria. Los impuestos agobian en todos los niveles y en la producción. El Gobierno presenta al sector planes que no son implementables o se diluyen con burocracias en el tiempo.
Salvo excepciones como Venezuela, Cuba y algún país de Asia o África también, el mundo entero busca producir más y mejor. Adopta y apoya la innovación y las distintas tecnologías que ayuden a desarrollarse y crecer. No hay país en el mundo que regule las exportaciones o gobiernos que les digan a su sociedad que van a controlar sus exportaciones para que “el precio de algunos alimentos bajen”.
¿Por qué en la Argentina no aplicamos e implementamos las cosas que nos van a hacer bien a todos? ¿Por qué siempre miramos para atrás y nos gusta fracasar? ¿Tan difícil es hacer lo que hay que hacer y ver alrededor y hacia adelante? Nos sobra talento individual y colectivo y la mayoría de los argentinos que se van al exterior triunfan en lo que hacen o les va bien.
¿Queremos seguir expulsando a nuestros jóvenes e hijos mostrándoles que acá no pueden desarrollarse? Creo que nadie quiere eso. Yo no lo quiero para mis hijos. Ni para mí. Se pueden hacer las cosas mejor si se piensa en serio en el país y en lo que mejor puede aportar para el país.
La agroindustria con su innovación permanente y sus exportaciones puede y ya lo hace. Da mucho para que este país pueda comenzar a estar mejor.
¿El Gobierno lo ve? ¿Lo quiere ver? ¿Lo valora? ¿Lo fomenta? Creo que no, o por lo menos no lo demuestra. Siempre se está a tiempo. En estos días en los cuáles se recuerda a San Martín y a lo que él quería para nuestra Argentina sobre la libertad, el Gobierno debería recordar que “libertad” es eso. Libertad también para crecer, desarrollarse, producir, exportar sin límites, innovar con herramientas que acompañen, tener una visión estratégica expansiva, simplemente eso. Innovación y exportaciones, la agroindustria las garantiza, miren y escuchen.
El autor es director general de CONFIagro. Fue ministro de Agroindustria de la provincia de Buenos Aires (2015-2019)
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