El escritor entrerriano Eleuterio F. Tiscornia (1879-1945) dedicó gran parte de su obra al Martín Fierro y al género gauchesco. Miembro de la Academia Argentina de Letras, dejó un erudito artículo sobre los orígenes de la poesía gauchesca (1943) que vale la pena recobrar por su interesante contenido. Sostenía allí que la poesía popular argentina presentaba dos manifestaciones, la tradicional y la gauchesca. Ésta tenía originalidad propia, acentuada; ofrecía como escenario "el campo abierto", la llanura enorme que se extendía a ambas márgenes del Río de la Plata.
Sus orígenes debían remontarse al último tercio del siglo XVIII, precisamente cuando el Lazarillo de ciegos caminantes de Concolorcorvo brindaba la narración de aquellos campesinos llamados gauderios. "Estos rústicos, gozadores de la vida, cantan y se acompañan con la guitarra", entonando coplas aprendidas o coplas inventadas. "Un individuo anónimo, un gaucho típico, dotado de memoria, de inventiva y disposición para el canto, surge de la muchedumbre y asume el destino de avivarla, en todas partes, con el recuerdo de los hechos hazañosos o los infortunios de otros hombres y con las alternativas de su existencia personal".
"La estancia, la heredad criolla, es el centro humano de la familia campesina", apuntó Tiscornia. "En ella toda la vida de relación gira alrededor de la actividad del campo, de las faenas ganaderas y del porvenir social que de esto dimana", añadió. Y la literatura gauchesca extraía sus temas de esa realidad: a fines del siglo XVIII en esbozo dramático y más tarde en textos como El amor de la estanciera, sainete versificado obra de un español "renovado en el medio campestre, que quiere llevar al teatro el color local y la lengua de los paisanos".
El campesino colonial era jinete de potros, curtido en los peligros, "desjarretador de toros salvajes, contrabandista, cuatrero". El nombre de gaucho se le impuso y abarcó todas las cualidades de hombre diestro, fuerte y valiente. Esta voz, nos recuerda el autor, había pasado del habla oral a los documentos escritos. Los gauchos, en 1806, vinieron de Morón, Luján y Pilar para unirse contra el invasor británico. "Desde entonces andan en las páginas de la historia". Llegada la hora revolucionaria de 1810 aceptaron su destino de libertad y marcharon en primera fila arrostrando sacrificios en pos de aquella "cruzada libertadora" iniciada un lluvioso 25 de mayo.
El cambio social y político hizo que el gaucho asumiese una nueva categoría dentro de la poesía regional. Esta realidad inspiró a los grandes poetas gauchescos, desde Bartolomé Hidalgo a José Hernández. Tiscornia recuerda que gaucho y pueblero eran enemigos y que cuando el paisano bajaba a la ciudad se convertía en motivo de mofa por su chiripá, su poncho, sus botas de potro y su hablar. Las bodas de Chivico y Pancha, sainete de 1823, reproducía y enriquecía esas palabras gauchescas que todavía conservaban visible impronta de lo español.
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