Desde que empecé a trabajar como coordinador en el Modulo Periurbano de la Experimental de Marcos Juárez, allá por el 2012, entendí e hice extensión de la idea que ese espacio de transición entre las áreas productivas y urbanas tenían que pensarse como un “lugar de encuentro”.
La ideologización permanente de todos los temas, y este no es la excepción, lleva a una discusión estéril entre “ultras productivistas y ambientalistas”. Así hay divertidísimas discusiones sin avales científicos y sin nada de autocrítica desde los dos sectores, generando una puja de intereses muy palatables para todos menos para los que participan directamente del conflicto creado.
Primero, el propietario de esas áreas tiene que entender que posee una porción de campo con restricciones productivas, independientemente que posea un ambiente productivo sin limitantes, porque las limitaciones son sociales y por ende bastante más difíciles de abordar que las otras. Es por eso que recorrimos y participamos de gran parte de los protocolos elaborados en las distintas comunas y municipios de nuestra región. Con premisas bastante sencillas como generar un encargado de recibir, chequear y controlar las aplicaciones, que las recetas contemplen las recomendaciones establecidas por la ley respecto de distancias de aplicación, productos y condiciones ambientales en los momentos de aplicar.
De esta manera se genera una acción que beneficia a los tres actores involucrados en el conflicto, ya que el municipio da respuestas a su población respecto de los controles necesarios, la población urbana se siente protegida ya que se controlan las aplicaciones y el productor cumple con su deber y puede seguir trabajando en esa porción productiva.
En todos los lugares donde no existieron acuerdos y se decidió por abandonar productivamente esas áreas la solución fue un gran problema, generándose áreas de alto abandono donde el enmalezamiento e incremento de plagas urbanas tomó esa zona, incrementándose la problemática sanitaria existente.
Es un problema que pone a prueba el poder de generar “acuerdos” de una sociedad: si en este conflicto hay un ganador que no sea lo mejor para el pueblo o ciudad en su conjunto perdieron todos. Hoy existen herramientas que contribuyen a buscar soluciones integrales y en las cuales se viene trabajando muy bien desde INTA y sus módulos periurbanos. Módulos como el de Marcos Juárez que por su ubicación estratégica dentro del periurbano de la ciudad le tocó vivir no solo las dificultades productivas que propone sino también con la presión y la mirada externa de sus pobladores.
En equipo y con proyectos
Hoy sigue trabajando desde hace tiempo un equipo liderado por Melisa Defagot que está generando estrategias productivas en esas áreas incorporando cultivos, fechas de siembra, distanciamientos, coberturas, estudios de dinámica de insectos, enfermedades y malezas, uso de herramientas para el control de malezas, gestión económica, etc.
También a través del Proyecto Local de Periurbanos se conformó una Red de municipios y comunas donde se intercambian las distintas problemáticas de los departamentos Unión y Marcos Juárez con la intención de trasmitir lo que se viene haciendo en el módulo desde hace casi una década.
Soluciones que abarcan estrategias productivas posibles para cada caso, ya que no hay recetas generales debido a que no todos los periurbanos comparten las mismas limitantes. También se ofrecen estrategias de abordaje al conflicto que contemplan desde encuestas a pobladores hasta armado de protocolos de acción esas áreas.
Queda bastante por aprender, hacer y mejorar en materia productiva, pero los módulos avanzan para demostrarnos que es posible trabajar en generar soluciones y no en utilizarlos como nicho de conflictos que solo contribuyen a que cada vez estemos menos de acuerdo.
El autor es coordinador de las Plataformas de Innovación Territorial del Este de Córdoba del INTA
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