Los videos impactan y se hacen virales con facilidad. Tal vez porque nos habíamos desacostumbrado. Pero las mangas de langostas que pueden llegar a destruir cultivos y acabar con la pastura de la hacienda han sido una constante en la Argentina. En los últimos meses, se encendieron alertas por casos en el norte del país. Se estima que hoy hay entre ocho y diez mangas activas a las que se está siguiendo con mucha atención. La lucha para combatirla tuvo distintas etapas y herramientas a lo largo de la historia. Desde preparados caseros y diversos productos químicos hasta barreras y lanzallamas.
Entre los registros históricos, la primera gran plaga se menciona en septiembre de 1896. Los diarios publicaron la noticia de que los árboles de Plaza de Mayo quedaron pelados por el paso de la plaga. Unos días antes se habían publicado informes de Santa Fe que decían: "La ciudad quedó sumida en la oscuridad por una inmensa nube de langostas". En simultáneo, se recibían reportes de los estragos causados en San Nicolás y Baradero.
Por este motivo se creó la Dirección Nacional de Defensa Agrícola. Antes, según se puede leer en los informes históricos del Senasa, en 1891 se había formado una Comisión Nacional de Extinción de Langosta.
Los distintos métodos en la historia
En 1903, LA NACION publicó un extenso informe sobre una novedosa fórmula norteamericana para combatirla. Por medio de una aguja de platino, se inyectaba a la langosta con un hongo y se la volvía a mezclar con el resto. Según se explicaba, el contagio acababa con el acridio en apenas 24 horas.
Pero la campaña más agresiva se realizó a partir de 1946. Para el campo argentino, fueron momentos dramáticos. Las zonas adyacentes a los caminos y las vías férreas, terrenos secos y duros, fueron un área fértil para la reproducción del insecto. Cada langosta puede poner entre 80 y 120 huevos. Tal fue la magnitud de las mangas que llegaron a interrumpir el pasos de locomotoras. Así lo explicaba un informe desde Córdoba, publicado por LA NACION el 19 de diciembre de 1946: "Algunos trenes sufrieron entorpecimientos para desplazarse y debieron detenerse por la invasión de la saltona".
El personal ferroviario y de vialidad fue capacitado por la Dirección Nacional de Acridiología en los 40. Les enseñaban a fabricar barreras de chapas que podían tener hasta varios kilómetros. También a maniobrar los lanzallamas con los que se atacaba a las langostas que quedaban detenidas en las barreras (en sus etapas de crecimiento, no pueden volar). "Los pobladores del Delta, una de los lugares más afectados, recibieron 40 lanzallamas, 100 máquinas para espolvorear a mano, 60 equipos protectores, 1500 kilos de polvo langosticida y 2000 de gasoil", decía la nota.
El método del lanzallamas provocó múltiples accidentes y varias personas sufrieron quemaduras de gravedad. La herramienta se utilizaba luego de que los insectos quedaran atrapados en la barrera. Pero incluso más peligrosa fue la utilización de plaguicidas por parte de los trabajadores que, sin conocimiento sobre la gravedad del tema, aplicaban los productos sin ningún tipo de protección.
Hoy el programa nacional tiene equipos que siguen las mangas para combatirlas. Se los conoce como los "langosteros".
"La pandemia también nos complicó en la búsqueda este año. Un equipo de langosteros que venía siguiendo una manga desde Santiago del Estero, no pudo entrar en Salta porque no los dejaron pasar", se lamentó una fuente del Senasa.
Un campeón olímpico, contra la langosta
El director Nacional de la campaña contra la langosta en 1946 fue el ingeniero agrónomo Arturo Jaime Rodríguez Jurado, más conocido como el Mono. Campeón Olímpico de boxeo en peso completo en Amsterdam 1928 y jugador de la selección de rugby, cuando aún no había sido bautizada como los Pumas.
Fue él quien contrató, a través de una recomendación de la embajada de los Estados Unidos, los servicios del especialista norteamericano, el doctor John Parker, que aportó su conocimiento para la campaña. Juntos recorrieron el interior de Buenos Aires, Arrecifes, Rosario, Venado Tuerto, La Carlota, Río Cuarto, Villa Mercedes, Villa María, Paraná y San Nicolás, sitios en los que los cultivos de maíz y girasol fueron los más afectados. La campaña se prolongó durante más de un año y en 1947 se utilizaron por primera vez cinco unidades de la aviación naval para la fumigación.
Se hicieron cebos langosticidas a gran escala, con un producto a base de hexacloruro de benceno, que no resultaba tóxico para los humanos ni para los animales de sangre caliente, la fórmula del Doctor Parker.
La efectividad de los cebos podía observarse al día siguiente, cuando los peones juntaban las langostas muertas y las acumulaban en enormes montículos. Aunque no hay registros que muestren que se lo usó contra la langosta, por esa época comenzó a utlizarse, también, el DDT, un plaguicida que en 1990 fue prohibido en la Argentina ante la alerta por sus efectos secundarios sobre la salud, como producir daños en el sistema nervioso e inmunitario, cáncer y desórdenes reproductivos.
En la actualidad, el Programa Nacional de Langostas y Tucuras, a cargo del Senasa, tiene amplia información para la prevención y la lucha contra la plaga.
La noticia en La Nación
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