El 2018 fue muy complicado para el sector. Lo comenzamos con una previsión de inflación del 17% y terminamos con el 45%. Comenzamos el año sin retenciones, solo para soja, y con un cronograma de descenso mensual, y terminamos con retenciones del 28% para soja, y del 12% para todas las exportaciones argentinas. Comenzamos el año con un dólar de $17 y terminamos con casi $40. Comenzamos el año con una tasa de interés del 24% y terminamos con el 65%.
La eliminación del déficit fiscal es un objetivo compartido y valorado, nadie puede vivir de prestado eternamente.
Estos parámetros afectan a toda la economía, no solo al sector agropecuario, la retracción del consumo afecta tanto a consumidores como a productores, el corset con el que se pretende eliminar el déficit y controlar la inflación lleva a la retracción de la actividad económica. Toda la actividad económica argentina esta en un proceso de ajuste y retracción.
Ahora bien, ¿porque entonces, sube el riesgo país y las señales no son lo optimistas que deberían ser?
El camino es el más duro pero es correcto, alguna vez la fiesta se acaba, se apagan las luces y hay que pagar.
La respuesta es porque hay un sector que sigue de fiesta, exacerbado ahora por una contienda electoral y no ha tenido, hasta ahora, la grandeza de dejar de lado las mezquindades partidarias y los apetitos de poder, a favor del país y de su gente. Ese sector es el de la política.
Hoy se le cuestiona a la Argentina su voluntad y su capacidad de pago de los compromisos contraídos con vencimientos en 2020 y 2021. Esto es grave e inédito, ningún país puede sobrellevar una crisis semejante, con tamaña desconfianza.
Si la Argentina aumenta sus exportaciones, si está en proceso de eliminar su histórico déficit fiscal, si la inflación va cediendo, ¿qué es lo que hace ver a los especialistas que la Argentina puede volver a defaultear su deuda?
Es simple la respuesta, es la posibilidad de volver al pasado y a la demagogia y al populismo. La simple posibilidad de que gane otra alternativa política, que vuelva atrás en todo lo que el país se ha comprometido.
Especulaciones que llegan hasta la Justicia, si es correcto o no quitarle los fueros a la expresidenta, si la tradición del Senado es más importante que hacer justicia para los que le robaron al pueblo, estén donde deben estar.
Habilitar o no candidaturas, alianzas electorales, movidas por apetitos de poder, en vez de discutir el camino para superar la crisis, marcar el modelo de país que queremos, debatir ideas, proyectos, proyectar futuro, en síntesis, pensar en la gente que habita nuestro bendito suelo.
La política no está dando las señales correctas, y esto es grave, y es el gran motivo de la desconfianza hacia nuestro país.
No hay cuestión de ideologías. El déficit cero, el combate a la corrupción, frenar la inflación, proyectar mayor empleo no son cuestiones ideológicas: se dan en Estados Unidos, Europa, China y Rusia, con distintos métodos, pero no hay ideología que pueda tapar la realidad.
En la Argentina, la política debe pensar en el país y no en el partido, ni siquiera en los apetitos de poder, debe pensar en el país y buscar acuerdos que se transformen en políticas de Estado que trasciendan las luchas partidarias y los procesos electorales, y así dar una muestra de real madurez y responsabilidad no solo para la comunidad internacional que nos mira con asombro, sino para los más de 40 millones de argentinos que queremos vivir dignamente en nuestro bendito país.
El autor es presidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA)
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