Cuando pensamos en el Martín Fierro de José Hernández lo primero que surge en nuestra conciencia es su voz de consejero paternal, sustentada en el trasfondo sapiencial de herencia española y cristiana plena de valores éticos: “Los hermanos sean unidos/ Porque ésa es la ley primera”
Sin embargo José Hernández, cuando su gaucho paradigmático aconseja, no ignora nuestra veta innata de picardía criolla presente en las recomendaciones que el Viejo Viscacha, como tutor, le diera al Hijo Segundo. Para comprender mejor la intención del poeta con respecto al tutor quiero puntualizar algunos indicios ofrecidos en la obra.
Los consejos del Viejo Viscacha brotan no como fruto de la responsabilidad de educador ni de una intención asumida con sobriedad, sino cuando el Viejo Viscacha está borracho, condición de la que se ufana:
“Siempre andaba retobao,/ Con ninguno solía hablar;/ Se divertía en escarbar/ Y hacer marcas con el dedo,/ Cuando se ponía en pedo/ Me empezaba a aconsejar.”
En general en su presentación hay una serie de calificativos y sustantivos que lo connotan con desprecio, como por ejemplo renegao, ladrón, zorro, dañino, haragán, ratero, maldito, retobao, hormiga, pecador.
El nombre con el que se lo designa, Viejo Viscacha, es un “no nombre”, un apodo, un mote. Su condición de viejo en lugar de enaltecerlo, como poseedor de opiniones válidas, lo degrada. El adjetivo es despectivo: se usan expresiones tales como “viejo lleno de camándulas”, “viejo que era una fiera” o, cuando está por morir, por sus manifestaciones, la boca del viejo es “la boca de un condenao”.
El sustantivo que completa su sobrenombre y alude al roedor que acumula cosas en la madriguera, hace referencia a su condición de animal: Viscacha vive en un rancho sin techo que le sirve de guarida, mezclado con los perros, entre objetos amontonados, muchos robados, que cree que le son útiles pero no disfruta ni comparte. Actúa, en la mayoría de las oportunidades, por impulsos instintivos, tal como lo hacen las bestias. Consecuentemente con todo esto, desciende, retrocede y muere mal y rodeado de animales: “Arañando las paredes/Espiró entre los perros.”
Los consejos del Viejo Viscacha se encuadran en una praxis directa y egoísta y se basan en una moral empírica y acomodaticia. De todos modos José Hernández también le dio un toque de profunda humanidad a la picardía criolla en la que lamentablemente solemos vernos reflejados. Coadyuva a la idea de humanidad que tiene el personaje el testimonio del Hijo Segundo cuando el Viejo Viscacha está por morir. Resurge en el muchacho su sentimiento cristiano, lo respeta como criatura de Dios y reza por su alma a la que califica de bendita:
“Me saqué el escapulario,/ Se lo colgué al pecador;/ Y, como hay en el Señor/ Misericordia infinita,/Rogué por el alma bendita/ Del que antes jue mi tutor.”
El personaje del Viejo Viscacha ocupa un lugar preponderante en Martín Fierro y también en el imaginario colectivo, aunque con valoración tergiversada si tenemos en cuenta esta serie de indicios que determinan su verdadera función en la obra. La presencia de Viscacha en Martín Fierro no justifica su manera de obrar; antes bien denuncia algunos de los aspectos de nuestra idiosincrasia que son negativos.
Casi todos los consejos del Viejo Viscacha son desechables pero no dejan de tener valores estéticos que los hacen atractivos, y ciertos matices de valores éticos inherentes a nuestra identidad cultural.