José Hernández, con su obra, entronizó el espíritu del gaucho; se conmemoran el martes, 164 años de su nacimiento.
Quienes decidieron instituir el Día de la Tradición eligieron día y mes del nacimiento de José Hernández, acaecido el 10 de noviembre de 1834. En su Martín Fierro se ha reconocido no sólo el punto más alto de la literatura gauchesca sino también el más empinado de las letras argentinas del siglo XIX. La primera afirmación es obvia y la segunda no carece de fundamento, aunque todo aserto categórico, en materia de tantos matices como la literatura, más bien oscurece que aclara las cosas.
El poema narrativo de Hernández no es, naturalmente, una obra tradicional. Lo tradicional no reconoce autor y se transmite de boca en boca a través del tiempo y del espacio, como los refranes y las coplas. La palabra latina traditio, de la que proviene la española tradición, señala, entre otras cosas, la acción de hacer pasar algo a manos de otros, y, en mal sentido, la de entregar a alguien, como Judas entregó a Cristo. Por eso la etimología enseña que de traditio derivan tradición y también traición.
Martín Fierro no es obra tradicional pero está impregnada de motivos tradicionales. Comentando el verso inicial del poema -Aquí me pongo a cantar- Eleuterio F. Tiscornia señala, en su minuciosa edición, que "es como fórmula consagrada de poesía popular"; y, en adelante, siguiendo el desarrollo del texto, el erudito editor apunta numerosos casos de reminiscencias tradicionales en la obra maestra de Hernández, recogidas en cancioneros populares y vivas en la memoria del poeta.
Lo tradicional, es decir, toda aquella cultura que el pueblo ha ido transmitiendo y elaborando a lo largo de siglos, constituye un elemento importante del Martín Fierro, pero el poema narrativo es una creación personalísima, de la más alta categoría literaria. Por un lado está la poesía de los gauchos, anónima, oral, colectiva, tradicional; por otro, la poesía gauchesca o de tema gauchesco, creación individual, escrita y con nombre de autor. Tal el caso de Martín Fierro.
Rasgos ditintivos
Rasgo distintivo de la poesía gauchesca es la utilización de la lengua rural de los gauchos, elaborada por escritores, que, como Bartolomé Hidalgo, Hilario Ascasubi, Estanislao del Campo y Hernández, supieron darle una jerarquía literaria imposible de alcanzar por los gauchos auténticos, en general analfabetos y poseedores de un acervo tradicional memorizado. A fines del siglo XVIII, el viajero peruano autor de El lazarillo de ciegos caminantes los desacreditó: "Se hacen de una guitarrita, que aprenden a tocar muy mal y a cantar desentonadamente varias coplas, que estropean, y muchas que sacan de su cabeza, que regularmente ruedan sobre amores". Pero seguramente, los gauchos cantores, los payadores, lo harían con mayor destreza.
¿Qué literatura puede ufanarse, como la argentina, de poseer un sector que, utilizando una lengua al margen de la expresión culta, propia de gauchos, soldados rasos y paisanos, haya suscitado obras de tanto mérito? No se debe a ellos el prodigio -les basta con ser los protagonistas- sino a los poetas, capaces de elaborar esa expresión sin cultivo pero muy vigorosa. Bartolomé Mitre, el primero en llevar a la poesía el mito de Santos Vega, aunque en lengua culta, supo apreciar los valores del poema de Hernández. Sin embargo, no aprobó la utilización del habla campesina. Siguió en ello la línea de Esteban Echeverría y de Juan María Gutiérrez. El mismo camino tomará más tarde Rafael Obligado, autor, asimismo, de un célebre Santos Vega. Pero la poesía en la lengua de los gauchos logró imponerse, en gran parte gracias a Hernández, pues sin Martín Fierro, la literatura gauchesca no tendría en nuestras letras lugar tan prominente.
Antes de concluir el siglo, el entonces joven Miguel de Unamuno, en un ensayo memorable publicado en 1894, manifestó entusiasta admiración por el poema de Hernández cuando nadie lo conocía en España y aun en la Argentina no había conquistado la consagración que años después alcanzó, a partir de los panegíricos de Leopoldo Lugones y Ricardo Rojas.
El entusiasmo de Unamuno no se apagó y en un artículo publicado en La Nación , años después, el 29 de noviembre de 1919, volvió a la carga: "...es una hermosura, una soberana hermosura, lo más fresco y aun hondamente poético que conozco de la América española". Destacó que hubiera surgido aquí ese "poema popular, hondamente popular, cuando entre nosotros no se dan ya tales productos".
Protagonistas de la historia
Para el escritor español, el gaucho aparece como protagonista de episodios de frontera equivalentes a los de la Reconquista española, lo cual dio pábulo a la exaltación, más bien exagerada, de Martín Fierro como poema heroico. Los indígenas de la pampa corresponderían a los árabes hispanos, y los gauchos, a los cides y sus mesnadas castellanas. La mejor crítica de las últimas décadas ha templado excesos y tendido sensatamente a sostener los valores del poema sin exaltar inmoderadamente su nacionalidad ni sujetarlo a ideologías nacionalistas o de cualquier otro tipo, sino afirmándolo en lo que es: una obra literaria de primer orden llena de múltiples sentidos.
El nacimiento de Martín Fierro no deja de ser una sorprendente hazaña del autor. En medio de su Vida del Chacho, de su Instrucción del estanciero, de sus copiosas páginas periodísticas escritas en el fragor de las complicadas luchas políticas de su tiempo, el poema brota como algo inesperado, milagroso. Pido a los santos del cielo / que ayuden mi pensamiento -ruega el cantor en la segunda sextina-, / les pido en este momento / que voy a cantar mi historia / me refresquen la memoria / y aclaren mi entendimiento . Los santos evidentemente lo escucharon. Refrescaron en la memoria un rico saber tradicional y le aclararon el entendimiento para revivir sin odio aunque con gran dolor historias de tremendas injusticias. Y le dieron más, y lo principal: a todo ello lo impregnaron de inmarcesible poesía. Sólo por eso Martín Fierro se ha impuesto a lo meramente circunstancial, y pervive, lozano, más de un siglo después.