Siempre, desde este querido Rincón Gaucho que nos brinda LA NACION, se trataron con ganas las cosas nuestras. En el caso de quien hoy escribe (algo insistente el cronista), intentó el relato de una jineteada: a El Zorro lo llamó Zorro, siempre duro, invicto y vencedor. De las gramillas de la pampa llegamos a tejer mantas.
También nos costaron tristezas, que como en bandadas, volaron como nostalgias a una matera olvidada (esa de una pata de cordero, un desecho aparador, salmuera, galleta y aquella pava tiznada, desde el fuego de un tizón.
Si nos habrá dolido relatar cascos de estancias, es decir de más que olvidados; del viejo tanque australiano ni siquiera comadrejeado u aquél molino oxidado que con el ruido a chapas nos recuerda que ha quedado. El chistido de un búho, aquella bebida seca o un tajamar secado. Tantas otras?.
Tantas cosas, como el comedor de la peonada y el fierro de Doña Sara que para el bife llamaba. Si no estaban en el árbol, aunque era hora de apearse, las gallinas perdían, menos que las pigmeas, que buenas mozas ligeras se empluban con la arboleda.
Y, entre tantas descripciones, no siguen faltando muchas, pero jamás superé al viejo galpón de ayer, quien nos describió en "La Tina", el gran amigo Berbel. Don Marcelo Berbel, de quien en otro momento se escribirá su despedida en forma de crónica. El gran poeta sureño nos relató todo en ese poema singular, algo difícil de hallar; absurdamente no difundido, insuperable y que desborda verdades y melancolía.
¿Entonces, por qué no decirlo, por qué no escribirlo?:
"No sé qué necesitaba, fui a buscarlo al galpón viejo,/ galpón digo?, por costumbre, pues ya no tiene ni techo./ Allí encontré tantas cosas que avivaron mis recuerdos,/ un fragua, bolsas viejas, horquillas rotas y cueros./ Un caballete y la sombra de lo que ayer fue mi apero.
"Restos de una rinconera, un torniquete, varillas,/ un freno y varias hebillas colgados de la cumbrera. /Lo que llamó mi atención fue encontrar sobre una silla,/ sin suncho ni agarradera como sentada y sin vida, /en el fondo de ese olvido, la tina de la familia.
"Se me pintó un cuadro de antes en el lienzo del recuerdo,/ cuando la tina en verano era parte de mis juegos,/ ya que si se rebalsaba haciendo un charco en el suelo,/ solía quedarme las horas estudiando a los horneros./Después, se escarchó la ausencia y entró a ganarme el recuerdo.
En esa tina mi vieja lavó un pedazo del tiempo,/ lavó a sus recién nacidos y hasta el sudor de mi viejo./ En esa tina también quedó mi rostro de chico/ cuando desde el agua quieta mi brindó su antiguo espejo.
Hoy que no tengo ni perro ni quien me alcance un amargo,/ se me ganó en el silencio por los recuerdos de antaño./ Sentí no sé qué encontrarme con la tina y el pasado, /ya que si tuviera agua y reflejara mis años, ¡seguro que me vería con otros ojos, llorando!"
Milonga y relato: don Marcelo Berbel.
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